domingo, 30 de abril de 2017

DOSCIENTOS SESENTA Y TRES







He tenido suerte.
Tenía dudas sobre lo que iba a contar en el diario y después de ver al programa de Sánchez Dragó sobre literatura, he decidido hablar de los libros que me gustan, que me han gustado y sobretodo de los que hacen que me sienta bien.
Mi última experiencia en este sentido sucedió ayer, sin ir más lejos.
Había pedido en mi Kindle los primeros capítulos de un libro que me había recomendado una librera y no me estaba covenciendo, por lo que lo dejé.

Más tarde, en FB leí lo que escribieron sobre la despedida india de Salvador Pániker, en un monasterio cristiano.
Recordé los buenos momentos pasados con él mientras leía sus diarios y decidí pedir el último libro, que entregó a su editorial.
No necesité leer más de cuatro líneas para saber que era eso exactamente lo que necesitaba.

Acerté, fue como dar en la diana.
Me siento tan cercana a esa persona que ya empieza a notar lo que sucede cuando se atraviesa la franja de la tercera edad, que es como estar con un amigo que va por delante de mi y me cuenta lo que encuentra en el camino.
Al escribir éste libro “Adiós a casi todo” tenía setenta y ocho años y se queja de las enfermedades que le aquejan.
No son grandes problemas, pero le impiden disfrutar de la vida en plenitud.
Me gusta saber que a cierta edad, no soy la única que sufre las consecuencias de ser mayor que los que me rodean, en mi caso por ejemplo, mis propios hijos a quienes tengo cerca, convivimos juntos y se nota que les sobre salud y energía.
Bien es verdad que nunca se han casado ni han tenido hijos, hablo de Beatriz y Jaime y yo creo que en mi caso en concreto, esos dos asuntos han sido en los que más he depositado mi atención y los que más me han cansado.
Creo que no tengo vocación de esposa ni de madre y mucho menos de ama de casa.

Eso es lo de menos, ya pasó y además aprendí.
Aprendí a sacrificarme, a ceder, a trabajar, a ponerme en segundo o tercer lugar, a olvidarme de que yo también sabía lo que quería, a priorizar mis obligaciones, a responsabilizarme, a saber que estaba sola y que no me quedaba más remedio que agarrar el toro por los cuernos y seguir adelante, aunque lo hiciera a trancas y barrancas.

Acepto mi vida, ha sido mi escuela de aprendizaje, mi universidad a la carta y lo único que espero es haber aprendido de mis errores.

Siguiendo con Pániker diré que me gusta estar en su compañía, me gusta lo que cuenta, me gustan sus flaquezas y además, me ayuda a ser consciente de que todavía me encuentro bien, ya que no me duele nada y disfruto de todo lo que la vida me ofrece.

Me inspira ver el programa de Dragó los domingos, me recuerda a mi profesor cuando al hablar de un libro, no solo dice el título y el autor, sino también la editorial.







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