domingo, 31 de diciembre de 2017

DOS MIL UNO









Ha llegado el momento de tomar decisiones respecto a mi alimentación.
Me he descuidado hasta tal punto, que los kilos que me sobran perjudican mi rodilla y las lumbares.
Lo noto al levantarme de la cama por la mañana, hasta que me muevo un poco, me cuesta andar.
No he sido capaz de tener fuerza de voluntad.
Ha llegado el momento de hacer un esfuerzo extraordinario para dar marcha atrás.
He estado engañándome a mi misma, pensando que tenía derecho a practicar la gula, en compensación por todos los años que estuve pasándolo mal.
Ahora, se acabó.
Doy un puñetazo en la mesa y digo:

¡Basta ya!

Seré dura conmigo misma.
Me comprometo aquí, por escrito y ante todos los que me seguís, a ir bajando poco a poco, practicando la macrobiótica que es lo mejor de todo lo que he conocido en mi vida y puedo asegurar que he probado muchas clases de regímenes, incluido el ayuno.

El ayuno va muy rápido, es duro y se adelgaza a una velocidad de vértigo.
Lo malo es que cuando se vuelve a comer, es difícil controlarse y se hacen estragos con las cantidades,

La macrobiótica es un asunto serio, no solo adelgaza poco a poco, sino que sienta muy bien.
Lo mejor es ir a un centro como Saint Gaudens, que es a donde yo suelo ir, allí resulta más fácil pero estoy tan a gusto en mi casa, tan tranquila, con mi ordenador, mi futón, mis clases de Pilates y de escritura, que prefiero hacer el intento en casa.
Lo he hecho en otras ocasiones y me ha funcionado.

De todas las comidas y cenas navideñas, solo me queda la cena de esta noche.
He invitado a cenar a mi sobrino Manolo con quien estoy muy a gusto.

Los suecos ya se fueron y ahora todo vuelve a la normalidad.
Ha sido maravilloso tenerlos en casa, pero estoy agotada y la casa está hecha un caos.
Hemos tenido comidas y cenas maravillosas, en las que todos hemos cooperado, unos cocinando y otros comiendo, ha sido un trabajo de equipo.


Ahora solo deseo volver al orden, a la calma y a ordenar mi alimentación.







sábado, 30 de diciembre de 2017

DOS MIL









Había visto en FB que anunciaban el campeonato de surf de olas grandes en La Galea, que es un lugar muy peligroso, al que se presentan los mejores surfistas del mundo, ya que surfear esas olas es algo único y muy especial.

Yo no estoy preparada para ir allí y estar de pie, incómoda entre la gente, prefiero verlo en la televisión o en los videos que publiquen, así que ayer me apeteció acercarme al lugar, que estaría vacío, aunque no sé exactamente donde es.
Aparqué el coche cuando ya estaba prohibido seguir y me quedé por allí.
Me acerqué al precipicio aunque sabía que no era el sitio correcto.

Me dejé llevar por el dramatismo del lugar.
Es un lugar extremo y a pesar de su belleza, pronto vinieron a mi cabeza la cantidad de amigos que se han suicidado tirándose por la Galea.

El suicidio es algo que me impresiona muchísimo, sobre todo si conozco a la persona.
Me sorprende que elijan esa manera tan trágica de perder la vida, incluso entre los toxicómanos que conocemos métodos bastante más agradables, como pincharse una sobredosis de heroína.

Yo vivo en Getxo, nacida en Bilbao, por lo que conozco a mucha gente en ambos lugares.
Pues bien, he comprobado que los de Getxo se tiran por la Galea, los de Bilbao por el puente de la Salve, que es el que está al lado del Guggenheim y algunos, los menos, se tiran por Rontegui.

Hay personas que toman pastillas, pero es desagradable y no siempre funciona.

También hay casos en los que la desesperación les lleva a tirarse al metro.

Imagino que el tema que he tocado hoy no resulte de “buen gusto” como diría la mujer de mi hermano mayor, pero para mi es importante pensar en todas esas personas que, por motivos que desconozco, no han sido capaces de pedir ayuda antes de hacerlo o la han pedido y no la han encontrado.

Yo he pasado por momentos espantosos a lo largo de la vida, pero nunca pensé en quitarme la vida.

En cambio, hace unos años, cuando estaba enferma con la pierna rota, la clavícula rota y una enfermedad que nadie sabía diagnosticarla relacionada con la cistitis, me encontraba tan mal que se me pasó por la cabeza, que si me moría me quitaba un peso de encima.
Fueron día horribles, meses, años, probando toda clase de medicinas alternativas, porque la alopática no daba pie con bola y las demás tampoco.
Gracias a que al final, aconsejada por una buena amiga a quien le preocupaba verme en ese estado, me mandó al doctor Álvarez de Mon, que al cabo de una hora de conversación, en que supo de mi más que todos los demás médicos en millones de consultas, dio en el clavo:

Creo, estoy seguro, de que lo que usted tiene, señora, es cistitis intersticial, pero antes de medicarla debe realizar unas cuantas pruebas.

Doctor, le pregunté, ¿Cree que puede ayudarme?

Si me obedece, si.

Solo con saber lo que tenía, salí de su consulta en otro estado de ánimo, que me hizo encontrarme mejor.
Llegué a Bilbao y empecé la ronda de ambulatorios y hospitales, en donde me iban haciendo pruebas que confirmaban lo que el profesor había pronosticado.

Tenía que ir a Madrid a verle todos los meses y durante el intermedio, hablábamos por teléfono y yo le mandaba por mail los resultados de las pruebas.

En cuanto empecé a tomar la medicación, empecé a encontrarme mucho mejor.
La pena es que yo tengo VHC* y el doctor considera que debo curármelo lo antes posible y así poderme recetar la medicación adecuada para curar la cistitis intersticial, porque no se atreve mientras siga teniendo el VHC.
También me hacen muchas pruebas y análisis para ver si entro en el grupo de gente que toma la medicación para erradicar el VHC, pero de momento no llego al protocolo.
El doctor Álvarez de Mon dice que los de Osakidetza son muy poco generosos.


*Virus de Hepatitis C








viernes, 29 de diciembre de 2017

MIL NOVENTA Y NUEVE








El primer día que probé un Bloody Mary, creí haber descubierto el elixir de la inmortalidad.
Estaba con unos amigos en un conocido bar de las Arenas que se llama Dust.
Terminaba una copa y levantaba el dedo para que me trajeran otra.

Como todo el mundo sabe, el Bloody Mary se hace a basa Vodka, zumo de tomate, zumo de limón, un chorrito de salsa Worcestershire, unas gotas de Tabasco, sal y pimienta.

Es delicioso y nadie diría que tiene vodka porque el sabor del picante es lo que predomina y le da la gracia.

Hasta tal punto me emborraché sin darme cuenta, que los amigos con los que me encontraba no sabían qué hacer conmigo.
Yo solo me acuerdo de que un antiguo novio que apareció en el Dust en el momento oportuno, me conocía y sabía donde vivía, se encargó de mi.
Me llevó casa, supongo que abrió la puerta con mis llaves y me dejó en mi cama.

Al despertarme casi no sabía donde estaba, pero me sorprendió ver sangre por todas partes, incluido mi cuerpo y las sábanas.
No tenía heridas ni dolor, excepto que sentía la cabeza muy pesada.
Poco a poco fui recordando la noche anterior y deduje que lo que yo creía sangre, era tomate.
Entonces comprendí que había vomitado y en ello radicaba mi confusión.

No he vuelto a tomar Boody Mary.
Hay bebidas peligrosas y esa es una de ellas.
Engaña.

Ya solo bebo vino y siempre acompañado de comida.
No me sienta bien pero me gusta.
Me alegra la vida, aunque reconozco que me encuentro mejor cuando no bebo nada.

Cuando practico la macrobiótica no solo no bebo vino, sino tampoco café ni Coca-Cola, solo caldos, té de tres años y la menor cantidad de agua posible.
Si estoy dentro de esa práctica no me cuesta nada hacerlo, lo malo es si salgo y voy a bares y a veces también en mi propia casa, tengo tentaciones.

Ahora que casi ha terminado este periodo de navidad, ya solo queda la noche vieja.
He invitado a cenar conmigo a mi sobrino Manolo que también estaba solo, así que ese día comeremos basura y luego yo volveré a mis costumbres.

Como diría Carlos Vecino:

Ni tan mal.










jueves, 28 de diciembre de 2017

MIL NOVENTA Y OCHO








Al releer el diario que publiqué ayer, volví a recordar los temas que me han resultado difíciles en relación con mi familia, para la que no debió ser fácil que, de repente, saliera una toxicómana.
Las drogas empezaban a llegar a Bilbao y no se sabía nada de ese mundo tan especial y desconocido.

No es que todos mis hermanos hubieran sido perfectos, por el contrario, tanto Carlos como Fernando habían hecho travesuras y Jose Manuel, el pequeño, también, aunque algunas fueron legendarias, no asustaban tanto.
Me refiero a Fernando, cuando mi madre le dio las llaves de su coche para que subiera las verduras que había traído de Santurce y le apeteció dar una vuelta, que terminó chocando contra tres coches.
O Jose, una noche que había bebido demasiado, al no encontrar su automóvil, se montó en un autobús que estaba vacío, y lo condujo hasta su casa de las Arenas, tras darse un paseo por la localidad.
Su aventura salió publicada en una página entera de El Correo.
Se titulaba:

La gamberrada del año.



Lo de las drogas era un terreno diferente, todavía no se sabía hasta donde se podía llegar.

Estando ya separada, en algún momento de la existencia, me llamó mi hermano Gabriel para invitarme a comer.
Acepté encantada y fuimos a un restaurante que estaba en la Gran Vía, cuyo nombre no recuerdo pero sí, la excelente merluza frita que comí.
Charlamos tranquilamente de cosas superficiales, más que nada se notaba que él quería saber qué tal me encontraba.
Siempre se ha ocupado de mi, a pesar de que tiene diez hijos y muchos nietos.

No me acuerdo cómo estaba yo.
En mi época de drogas, oscilaba mucho.
A veces intentaba dejarlo, pero recaía.
Era una constante: caer y levantarme.
Un aburrimiento que no se lo deseo a nadie.

Lo único que recuerdo de aquella comida además de lo que ya he escrito, es que en un momento dado, después de haberme preguntado por mis hijos, me dijo:

Es un milagro que tus hijos hayan salido tan estupendos.

Me sorprendió que dijera eso.
Yo había hecho todo lo que había sido capaz para ocuparme de mis hijos, les había dado todo mi amor y trataba de estar siempre en casa.
Lo hice lo mejor que pude.

Tenía tan poca vocación de madre, esposa, y ama de casa, que gracias a la tranquilidad que me proporcionaba el hachis, fui capaz de ocuparme de unos asuntos para los que no tenía vocación.

He pensado muchas veces en esa frase y la única conclusión a la que llego, es que todo es un milagro.

Veo tantos padres que ponen todo el interés del mundo en educar a sus hijos, a los que dedican sus vidas y cada uno sale como Dios le da a entender.


Yo doy muchas gracias al cielo porque es verdad es que mis hijos han salido espabilados, no les ha quedado más remedio, ya que su madre les ha dado una libertad extraordinaria y la han aprovechado en el mejor sentido.





miércoles, 27 de diciembre de 2017

MIL NOVENTA Y SIETE









En nuestra familia, me refiero a la formada por mis propios hijos, Lisa y Odita, cada uno tiene una manera de pensar diferente, tanto en el tema religioso como en el político y el artístico.
En general, Beatriz es la más sabihonda, debido a que estudió Ciencias Exactas magna cum laude.
Suele tener la voz cantante.

En política hay diversas ideologías y aunque mi hijo el pequeño estudió a Marx en profundidad, solo yo le escucho, más que nada porque aunque no soy comunista, estoy más cerca de la izquierda.

En cuanto a deportes, Beatriz y Jaime son, sin lugar a dudas, los reyes del mambo, ya que ambos son profesionales de golf y buenos surfistas, además de estar en plena forma para patinar, andar en bici, correr y hacer lo que haga falta.

Respecto a los idiomas, yo me salvo, porque soy la única que habla francés.
También hablo inglés, pero eso se da por hecho.
Todos han estudiado sus carreras en países anglosajones. 
Beatriz y Jaime también hablan alemán.
El pequeño, además de inglés y alemán, habla sueco.
Lisa, su mujer, habla sueco, inglés y español.
Mattin habla en sueco con Lisa y en español con Odita.
Odita habla sueco con su madre, español con su padre y alemán en el colegio.
Pronto empezará con el inglés.

Yo estudio alemán con Duolingo, que es un programa gratuito de internet.
Solo cinco minutos al día.
No tengo ganas de esforzarme demasiado, pero quisiera que me resulte familiar, porque supongo que en algún momento me apetecerá ir a Berlín para visitar a los suecos, que es como llamamos a esa familia.

Damos mucha importancia a los idiomas, tanto nosotros como en las familias que han formado mis hermanos y sus hijos, aunque el sueco es nuestro privilegio.
Nunca me he interesado en aprenderlo.
Cuando Lisa todavía no hablaba español, todos hablábamos en inglés.
Ella hizo un gran esfuerzo para aprender español, yendo a una academia de Bilbao, muchas horas diarias en unos días que se suponía eran de vacaciones.
También tengo la sensación de que tiene facilidad para los idiomas.

Respecto al arte, existe una separación abismal, ya que Beatriz y Jaime no están interesados en absoluto, mientras que Mattin, Odita y yo somos artistas y Lisa es una importante comisaria de arte que trabaja para el gobierno de Suecia.
Eso significa que siempre tenemos algo de lo que hablar y todas las opiniones resultan interesantes.

Total que sin proponérmelo, de repente me doy cuenta de que soy la cabeza de una familia encantadora, que solo me da motivos de alegría.

¿Quien me lo iba a decir a mi, que rara vez hago proyectos de futuro?

Parece que las familias se hacen solas.

Es un misterio.








martes, 26 de diciembre de 2017

MIL NOVENTA Y SEIS









Yo tenía una capacidad superior a mis fuerzas para que, cada vez que hablaba con mi madre, decir algo inconveniente.
Intentaba ser amable y todo resultaba tan poco natural, que no conseguía su objetivo.
Rara vez acertaba, por no decir nunca.

En una ocasión, quise aprender Euskera y saber más de mi país, ya que hasta que cumplí treinta años y cambió el régimen político, todo lo referente a la cultura vasca, estaba prohibido.
Me apunté en un Euskaltegui al que acudía dos horas cada día.
Me resultaba muy difícil, pero me producía tanta alegría hablar en esa maravillosa y sofisticada lengua, que me compensaba.
A veces me dolía la cabeza, tal era el esfuerzo que hacía.


Decidí hacerme el carnet de identidad vasco, para lo cual tuve que dar más vueltas que un tiovivo.
Lo más importante era que mi segundo apellido, Moyúa, el de mi madre, del que se siente muy orgullosa, ya que además de su padre, Leopoldo, mi abuelo, le dio gran renombre su hermano, el tío Fede, que fue un gran alcalde de Bilbao.
De hecho pusieron su nombre a la plaza más importante de Bilbao, Plaza de don Federico Moyua y Salazar.

Pues bien, cuando fui a la oficina donde hacían los carnets de identidad vascos, que solo eran admitidos en Eroski, me dijeron que tenía que cambiar la y griega de Moyua por una i latina.
No me hizo gracia, porque encuentro que es mucho más bonito con la y griega que la latina, pero era tal mi empeño en conseguir ese carnet de vasca, que no lo pensé más.
Me fui al Registro civil y sin pensar en las consecuencias, pedí que me lo cambiaran.
No me pusieron ningún impedimento, sino todo lo contrario.
Me lo cambiaron en un santiamén y volví a la oficina de los carnets que estaba en el muelle de Ripa.

Cuando tuve el carnet de vasca en mis manos, sentí algo muy especial, se lo enseñaba a mis amigos y todos se quedaban extasiados ante semejante tesoro y decían que también lo querían, pero no se molestaban en hacer las gestiones.

La verdad es que la transformación de mi maravilloso apellido Moyua en Moiua, no me hacía ninguna gracia, pero sabiendo que no me había quedado más remedio, lo acepté y lo sigo aceptando, porque cada vez que he intentado volver al original, me ponen tantas dificultades que lo único que hago es volver a casa con las orejas gachas y tratar de pensar en otra cosa.

Pues bien, cundo todavía estaba entusiasmada con mi carnet de vasca, cometí la imprudencia de contárselo a mi madre, incluido el cambio de la y griega.

No daba crédito a lo que estaba escuchando.
Me miró como si le costara asimilar lo que acababa de oír, tardó un ratito en hablar, y con una voz que le salió del alma, me miró y me dijo:


Estás como una cabra.







domingo, 24 de diciembre de 2017

MIL NOVENTA Y CINCO









Hace tiempo, mucho tiempo, parece que han pasado muchas navidades desde aquel lejano día, en la casa de Las Arenas donde yo vivía antes, nos hallábamos Pizca y yo charlando tranquilamente.
Hablábamos de todo y de nada, de nuestras vidas, nuestros amigos, encuentros y sobre todo de pintura.

Me contó que conocía a un artista muy famoso cuyo nombre verdadero era Alberto Porta, pero se lo había cambiado y ahora se llama Zush.
Poco a poco fue desgranando cómo le conoció cuando era un chaval joven, sin recursos y con mucho talento.
Tanto tanto talento, que Pizca le ofreció su propio estudio para que pudiera tener un espacio donde trabajar.
Al poco tiempo, Alberto Porta se hizo famoso, ganó mucho dinero y organizó lo que dio en llamar un estado mental, al que llamó Evrugo.

Aquel día, cuando Pizca me contó en qué consistía el estado de Evrugo, me emocioné tanto que le rogué a Pizca le hablara a Zush de mi y le pidiera permiso para que yo fuera la embajadora de Evrugo en el país vasco.

Así lo hizo.
Cuando llegó a Barcelona, se puso en contacto con Zush e hizo lo que yo le había pedido, con la respuesta de Zush, quien al saber de mí por boca de Pizca, contestó que yo tenía suficiente categoría como para crear mi propio estado mental.

Entusiasmada, comencé el proyecto fabricando un alfabeto.

Mi estado, traducido al castellano, se llama:

MBLOMSMMSUNAILM

Claro, que las letras de mi estado son muy diferentes, parecen megalíticas y el nombre está sacado de todos mis nombres y los apellidos que recuerdo.

También hice un diccionario,
Y convencí a mis amigos para que tuvieran su propio estado mental, ya que me daba inmensa satisfacción y me divertía que todos tuviéramos nuestro propio estado mental, así podríamos reunirnos como jefes de estado, lo cual daba gran importancia a nuestros encuentros.


Por ejemplo, Pizca llamó a su estado FRIBOLAIKA
María Seco se puso: LUNA LAMAS
Alberto Díaz Urcelay: ACEPTÓN

Y de los demás casi no me acuerdo, pero si sé que todos eran muy interesantes y que fue una época muy divertida de mi vida.


Me hicieron una entrevista en la radio nacional de Bilbao y se quedaron estupefactos con todo lo que les conté.
Nunca habían oido hablar de algo semejante y tampoco conocían a Zush, a pesar de que ya le habían hecho un reportaje en la televisión española.














sábado, 23 de diciembre de 2017

MIL NOVENTA Y CUATRO










Me quedo embelesada leyendo a Michel de Montaigne.
Es tanta la sabiduría que se desprende de cada una de sus frases, que aunque aparentan ser fáciles de entender, cuando sigo pensando en lo que he leído, me doy cuenta de la profundidad que encierran.
Aprendo tanto con sus escritos, que siento agradecimiento, porque él me ayuda a comprender asuntos que yo siento y que sin embargo, no soy capaz de ponerlos en palabras.
Tengo tanto que leer y que aprender, que a veces me pongo nerviosa, porque una vez más se presenta ante mi la necesidad de elegir:

Novela o ensayo.
Escoger.
El dilema.



Tengo en mi mesilla el último libro que han editado en castellano de Margaret Atwood.
Lo prefiero traducido, porque con “El cuento de la criada”, su inglés me resultaba demasiado difícil, tenía que estar constantemente mirando el diccionario.
Definitivamente, los buenos escritores utilizan muchísimas más palabras que los corrientes y Atwood pertenece a los primeros.

A mi me encanta aprender palabras, pero con algunas tengo dificultad para emplearlas en mis textos.
Por ejemplo, "ditirambo" me encanta pero ¿donde la meto?
Sin lugar a dudas podría hacer un ditirambo a Margaret Atwood, porque el significado no es otra cosa sino un elogio excesivo, no obstante no me siento cómoda, aún así, hoy, que es la víspera de nochebuena, me lo permito.

Otra palabra que sin gustarme demasiado, la usaría con gusto, es epónimo, que significa “lo que da nombre a una persona o lugar geográfico.
Yo diría que “sardinera” es el epónimo de Santurce, estoy casi segura.