domingo, 2 de abril de 2017

DOSCIENTOS TREINTA Y CUATRO







Se ha muerto Salvador Pániker.
Tengo la sensación de que es alguien tan cercano como si fuera de la familia, ya que antes de leer sus libros ya había oído hablar de él a Pizca, puesto que habían sido muy amigos.
No me ha impresionado.
No me impresionan las muertes de las personas mayores, entran dentro de los esperado, además soy amiga de su hija Ana en FB y hace poco publicó una foto, en la que estaba toda la familia celebrando su noventa cumpleaños y tenía un aspecto excelente.
Eso es lo mejor de todo, aunque claro, supongo que con todo lo que ha luchado para que se apruebe la eutanasia, no habría permitido que le dejaran morir al estilo antiguo como murió mi madre, que estuvo agonizando unos cuantos meses y cuando yo le preguntaba:

¿Qué quieres, mamá?

Ella contestaba:

Morirme.

Ante lo cual yo me callaba, sintiéndome impotente.
Venía el médico para hacer un paripé de no se sabe qué, hacía como que la miraba, preguntaba qué comía y cómo defecaba, decía que le dieran Orfidal y se marchaba tan contento, habiendo cumplido con su deber de galeno católico, mirándonos a los hijos como si él no fuera responsable del calvario que mi madre estaba atravesando.
Y mi madre, que era más cabezota que yo, que ya es decir, se negaba a tomar el Orfidal porque consideraba que “le restaba”.

Hace ya unos cuantos años que yo hice mi testamento vital.
No sé como ni cuando me moriré, pero por lo menos quiero poner todo lo que esté de mi parte para tener una muerte digna.

Pániker se ha muerto antes de que publicaran su último diario.
En sus diarios se atrevía a decir lo que pensaba y sentía.
Siempre me ha gustado y entretenido, excepto la parte filosófica que me resultaba densa.

Más que hablar de lo que pienso de él y de sus libros, prefiero leer sus diarios, era un gran diarista, atrevido y sin pudor, cualidades ambas sin las cuales es difícil que un diario tenga interés.
No creo que mintiera y si lo hiciera, lo cual es loable en un hombre de letras, sabía hacerlo bien y con mesura.


Creo que el último que leí fue “Diario del anciano averiado” y tengo intención de leer el que está previsto, para este mes de abril, el quinto de sus dietarios, con el título de «Adiós a casi todo»





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