miércoles, 19 de abril de 2017

DOSCIENTOS CINCUENTA Y DOS








Me parezco tanto a mi madre que a veces, si no supiera que soy otra persona, pensaría que se ha metido dentro de mi.
Por ejemplo, hace un momento me ha pasado algo que me ha recordado a ella.
Me encontraba hablando con el soporte técnico de Apple, tratando de solucionar un asunto importante y justo cuando estaba en el momento cumbre de la gestión, ha sonado el móvil.
Rara vez suena pero cuando lo hace suele ser una llamada importante, por lo que he mirado y, efectivamente, era el doctor Álvarez de Mon, con quien me interesa hablar, no obstante me he dicho a mi misma que tenía que terminar lo que estaba haciendo.
Así que, nerviosa, con las piernas temblorosas, he solucionado el problema del ordenador y he llamado al doctor, a quien he tenido que dejar un mensaje, porque no ha cogido el teléfono.
Sé que está muy ocupado, aún así espero que me llame.

Pues bien, me he acordado de que mi madre también se ponía nerviosa, nerviosísima, cuando se le complicaban las cosas.
Una vez me contó algo que le había sucedido con algún hermano y al verla tan nerviosa, mi hermano, no recuerdo cual de ellos, le decía:

Pero mamá, por favor, no te pongas nerviosa que no pasa nada, no es el fin del mundo.

Y ella contestaba:

Si, si  pasa.
Las cosas no se hacen así.

Mi hermano seguía tan tranquilo, sin darle la razón, a lo que ella daba gran importancia.

Y dirigiéndose a mi:

¿No crees que tengo razón, Blanca?

Sin esperar a que yo le contestara me decía:

¿Cómo no me voy a poner nerviosa?
¿No crees que tengo motivos para estar nerviosa?

Yo escuchaba, intentando no involucrarme en el tema, que no recuerdo cual era.
No quería llevarle la contraria.

A mi me pasa algo parecido, con la diferencia de que me encantaría no ponerme nerviosa aunque no tuviera la razón.
A mi no me interesa tener la razón, lo que de verdad me importa es no perder mi paz interior, la cual está ahí siempre y cuando me despisto, paso un mal rato.
Mi pobre sistema nervioso está deteriorado, por eso tengo que estar atenta para no soltar las riendas de mis nervios, ya que es como los caballos cuando se escapan y se van al monte, luego cuesta hacer que vuelvan a los establos.

He heredado algunas cosas de mi madre, no todas, me encantaría tener su fuerza de voluntad.
Einstein decía:

Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad.


Estoy de acuerdo con Albert.

No hay comentarios:

Publicar un comentario