jueves, 20 de abril de 2017

DOSCIENTOS CINCUENTA Y TRES







Suelo ver la televisión mientras como, me resulta entretenido.
Ultimamente, a sabiendas de que es una frivolidad, no puedo evitar interesarme por todas las corrupciones madrileñas.
Me resulta tanto o más ameno que las series que veo antes de irme a la cama y que tanto me distraen.
Hoy, además del asunto del canal de Isabel II, he visto a la chica que estuvo casada con el tenista, cuyo nombre no recuerdo, que está en Supervivientes con su madre y le echaba en cara lo mal que se lo estaba pasando por su culpa.
Me recordaba a mí, cuando estaba con mi madre.
Me sentía como un ratoncito frente a un elefante.
Mi madre tenía mucha fuerza y gran poderío, además de una seguridad en sí misma de la que yo carecía, sobre todo al encontrarme junto a ella.
Me temo que hay madres e hijas que son incompatibles y es algo difícil de solucionar, a no ser que una de las dos, ceda.
Es una especie de problema ancestral que tiene difícil solución.

La madre de una compañera de habitación que tuve en el hospital de Cruces la primera vez que me rompí la pierna, era testigo mudo de las visitas que me hacía mi madre, pero cuando se marchaba, hablaba conmigo y después de haber visto la difícil relación que teníamos, me dijo una frase que tengo presente:

Madera del mismo árbol no hace cuña (sic)

Me ha hecho gracia, aunque lo que voy a contar no tiene relación con mi madre y conmigo, que una de las cosas que le echaba en cara la hija a su madre, sigo hablando de la que estaba casada con el tenista, es que se comportaba con los demás como si fuera una chica joven y a ella le disgustaba verla así.
No sé si ha dicho la palabra, pero ha dado a entender que resultaba ridícula o patética.
La madre tiene cincuenta años, lo cual, a mi entender significa que es jovencísima y que tendrá ganas de divertirse como cualquier chica joven, no obstante su hija, acostumbrada a verla en casa comportándose como una madre convencional, le sorprende que tenga ganas de pasárselo bien como cualquier jovenzuela, que es lo que de verdad es.
Resumiendo, que todo depende del ángulo desde el que se mira.

Yo sigo encontrándome floja y no tengo intención de ir a la clase de natación.
La idea de meterme en el agua no me atrae lo más mínimo.


Solo deseo no volver a intoxicarme en los días de mi vida, no me ha gustado la experiencia.






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