miércoles, 31 de agosto de 2016

TREINTA









Ayer comprobé que lo mejor del mundo es estar en una playa del Cantábrico que no tenga olas, para poder nadar a placer y que el sol caliente mi cuerpo al salir del agua.

¡Disfruté tanto!
Había olvidado el placer de sentir el salitre en mi piel.
Comprendo que me daba miedo ir a la playa y con razón porque es fuerte, hay que estar en buena forma y yo todavía estoy convaleciente.
Llegué a casa tan cansada que me metí en la cama, después de la maravillosa ducha de agua dulce.
Fuimos a comer a la Cervecera de Gorliz, que es encantadora.
Parecíamos salvajes lanzándonos a los pollos, a los pimientos verdes, al chorizo a la sidra, la ensalada de la huerta, las patatas frita y yo, la única que bebe alcohol, a la refrescante sangría.
Las mesas están bajo las ramas de los árboles y había un ambiente suave y relajado.

Hoy he empezado mi actividad con una llamada de la editorial para que pongan a mi gusto todo.
Todo significa que ellos se habían tomado la libertad de cambiar los tamaños de algunas palabras 
y los espacios entre los párrafos y eso en varios asuntos a los que ellos no dan importancia, pero yo lo noto en cuanto echo un vistazo.

Por otro lado, lo bueno que tienen es que han leído el libro a conciencia.
Yo había escrito “desperación” y ellos lo han corregido, se han dado cuenta de que era “desesperación”.
Se agradece.

Las faltas de ortografía son molestas, sobretodo cuando las ves sin darte cuenta.
Gracias a que cada vez que tengo una duda la consulto con el ordenador, me voy sintiendo segura en ese terreno tan resbaladizo.
Y digo bien, resbaladizo, porque antes de dedicarme a escribir, me creía que no hacía faltas de ortografía y hasta que no he pedido auxilio y socorro y por favor que me corrijan, estaba pez sin saberlo y no quiero acordarme de todos los errores que cometía.

Gracias a Begoña Zabala Aguirre con quien hice un trato que consistía en decirnos TODO lo que nos veamos, estoy mejorando.





martes, 30 de agosto de 2016

VEINTINUEVE







Estaba convencida de que mis problemas de salud habían pasado a segundo plano, puesto que estoy bien medicada y lo único que realmente le importa al profesor Álvarez de Mon, que es mi doctor privado y en cuyas manos me siento segura, es que me den la mediación para deshacerme del VHC y poder así recetarme la medicina apropiada para la cistitis intersticial, ya que lo que tomo ahora me quita los síntomas, pero no me cura.
Parece ser que teniendo VHC, la medicina para curar la CI resultaría muy fuerte para el hígado.

Hoy he ido a recoger los resultados del Fibroscan que me hicieron en San Juan de Dios y me sale que tengo el hígado muy bien, por lo que no sería adecuado tomar la medicación para el VHC.
Sin embargo, tengo novedades que según la doctora de digestivo no tienen importancia:

_La Vertebra L1 está aplastada.
_Divertículos en el colon
_Quistes en el riñón.

O sea que según la doctora estoy estupendamente y lo único que necesito es hacerme revisiones rutinarias.

Me hubiera gustado hablar con el profesor, pero me temo que sigue en USA porque no me cogen ningún teléfono.
Esperaré.
Ejercitar la paciencia me viene bien.
Ya decía lo santa Teresa:

 “la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene, nada le falta”

Me he quedado un poco perpleja, pero la verdad es que no puedo quejarme, me encuentro bien y eso que hace tiempo que no nado, que es mi obligación número uno, puesto que no solo dice el doctor que “nadar es el gran secreto”, sino que lo experimenté cuando nadaba estoicamente tres veces por semana.
Ahora solo voy a las clases de los jueves y reconozco que me sienta muy bien y que estoy aprendiendo a nadar como Dios manda, lo cual me produce gran satisfacción.

Ahora, en cuanto empiece septiembre, volveré a mi rutina de invierno que tanto me ordena.

He pasado un verano bonito, he disfrutado de la vida en familia y de mis hijos y mi nieta y he comenzado el diario que fluye como un arroyo cantarín que baja de las montañas sin esfuerzo.
Resulta fácil hablar de lo que sé y siento sin cortapisas.
No necesito esconder nada.

No filtro.






lunes, 29 de agosto de 2016

VEINTIOCHO








Salvo que me venga una amnesia profunda, estoy segura de que el día de ayer se grabó en mis entrañas, con toda la fuerza del amor y el humor que se puede encontrar en la compañía de los seres queridos.
Me vinieron a buscar alegremente Pizca, Rosalía y Simón y directamente nos dirigimos a la cervecera de Berango.
Era temprano y había poca gente, por lo que pudimos elegir un lugar cuyas sillas tenían respaldo, algo que para mi es imprescindible si no quiero estar incómoda.
Pedimos los pollos bien dorados, las ensaladas con lechugas de la huerta así como los pimientos y las patatas fritas mejores del mundo.
Se notaba que acababan de sacarlas de la tierra y sabían a gloria.
Tanto Pizca como yo casi habíamos olvidado lo que significa comer unas patatas fritas de verdad, a la antigua.
Yo pedí sangría que estaba deliciosa y los demás, como no beben, se arreglaron a base de mostos y Coca-Colas.
Poco a poco iban llegando las familia con niños y para entonces nosotros ya habíamos terminado el banquete.
Simón propuso tomar un café viendo la mar y nos fuimos al Peñón de Sopelana, que estaba en un momento cumbre de luz, color y brisa marina.
Allí ya habíamos entrado en estado de gracia y pudimos reírnos a conciencia.
Reír es lo mejor que existe y con Pizca y sus hijos tengo la risa asegurada.
Disfruté de lo lindo.
Luego fuimos a dar un paseo por los caminitos de Azkorri, que se llaman estartas y todavía quedaba algún caserío de los que yo pintaba cuando estaba enamorada del país de los vascos.
Ya no pinto.
Tampoco tengo intención de pintar.
Me satisface escribir, hacer fotos y actualizar mis blogs.









domingo, 28 de agosto de 2016

VEINTISIETE








Me llama Pizca y me propone ir a comer un pollo a la cervecera de Berango que me encanta mas suelo olvidarme de su existencia.
Me viene bien que me anime a salir, porque me estoy hartando de hacer estos planes tan caseros.
Me gusta estar en casa y todo lo que hago, sin embargo no creo que sea sano estar tan encerrada en mi misma.
Demasiado hikikomori conduce a la enfermedad.
Cuando salgo y charlo con gente, me río y me distraigo.
Noto que estando sola casi no me río.

Ayer fui a Las Arenas en el metro que estaba lleno de gente yendo a las fiestas de Bilbao.
Las mujeres con tacones, bien arregladas y los hombres con camisas blancas de lino y el pañuelo azul en el cuello.
Yo, feliz con mis Crocs y mis plantillas.
Tenía intención de comprar víveres en el supermercado y grande fue mi sorpresa al ver que estaba cerrado.
Pensé:

Algo encontraré aunque no precisamente las pechugas de pollo que tenía pensadas.

Pues bien, habían abierto una tienda de productos chinos con algo de por aquí, y encontré algunas cosas muy interesantes.
Llamé a Pizca que estaba dormida, porque el día anterior tuvo una pequeña insolación que ella llama tabardillo, por estar mucho tiempo en la playa a pleno sol, así que me volví a casita, sudando la gota gorda, encantada de volver a mi refugio, donde escapo del calor gracias a los ventiladores.
Aprendí en India a vivir con ellos y no necesitar el aire acondicionado que tan mal me sienta, aunque me encante.
Sigo hipnotizada con la serie Wentworth, parece mentira que siendo tan repetitiva me pueda absorber tanto.
Es la maldad hecha inteligencia.
A pesar de que he visto maldad en el cine y en la vida, me sigue sorprendiendo.










sábado, 27 de agosto de 2016

VEINTISEIS








Constato que algunos de mis amigos de FB amenazan con dejarlo, porque ven publicaciones poco interesantes y me pregunto por qué siguen a los que no les inspiran.
Es tan fácil dejar de seguirles.

No es que yo sea una santa que aguante todo lo que me echan.
Hay asuntos que no me gustan por principio, por ejemplo las banderas.
Solo me gusta la blanca, la de la paz.
Así que cuando veo una bandera, dejo de seguir a esa persona por principio.
Las banderas separan y yo estoy en contra de todo lo que separa. 
Solo me interesa lo que une.

Una amiga me comentaba hace poco que le sorprendía que yo, siendo tan crítica con las fotos sin editar, publicara unas cuantas el día del concierto, que estaban torcidas.
Lo hice a conciencia.
Considero que a veces tiene más interés el reportaje en vivo, cuando está sucediendo, que cuando ha pasado el tiempo.
De hecho, los videos que me llegan ahora de aquellos conciertos, han dejado de interesarme.

Reconozco que FB forma parte importante de mi vida.
No solo aprendo y comunico con personas afines a mi, sino que alegran mi existencia.
Cada mañanita, cuando llego a mi estudio, estoy deseando terminar el desayuno, para entrar en FB y ver todo lo que me espera.
A veces no hay nada realmente especial, pero siempre habrá un pájaro nuevo, una noticia que no dicen en la radio, alguien que me lleva la contraria con ganas de discutir, comentarios interesantes, críticas de arte, fotos que me encantan y así me voy metiendo en ese mundo variopinto, que se va creando poco a poco, con la aportación de personas que han salido a mi encuentro en los últimos años de mi vida.
Por otro lado, tengo la oportunidad de estar en contacto con amigos antiguos, que por circunstancias viven lejos y gracias a FB estoy en contacto en mayor o menor medida.
Eso ya depende de las ganas que tengan de expresarse.
A mi me gusta interactuar, comunicar, compartir todo lo que me parece que puede interesar a los demás.


Supongo que habrá diferentes reacciones respecto al diario, a mi me gustan lo que escriben los demás y me gusta escribir el mío, así que sigo con más o menos acierto, pero siempre con entusiasmo.





viernes, 26 de agosto de 2016

VEINTICINCO









Hay algo en mi, que no consigo que se quede tranquilo.
Por más que me esfuerce, si se me ponen las cosas en contra y me veo en una situación de la que no sé cómo salir, me pierdo.
Pierdo el control de mi misma, empezando por el tono de voz.
Llevaba bastante tiempo sin enfadarme, pero ayer me equivoqué.
Me metí en un coche que no era el mío a pesar de saber que se trataba de terreno peligroso y como era de suponer, terminé como el rosario de la aurora.
Menos mal que en cuanto me di cuenta, dije que quería bajarme y pude así volver a mi centro, a ese estado en que me encuentro a gusto.

No soy demasiado social.
Para estar con gente con la que no me entiendo muy bien, tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano, o sea, ser falsa.
Puedo hacerlo, pero me cansa, me aburre y termino poniéndome de mal humor.

No me gusto cuando me enfado.
Incluso me siento mal, tiemblo y tardo en recuperarme.


Luego estuve con Pizca y me desahogué con ella.
Ella no se enfada nunca, pero me entiende.
Es una persona muy evolucionada.
Se da cuenta de todo, pero consigue que las cosas feas no le afecten demasiado.
Tiene una capacidad inmensa para comprender y perdonar.
Yo soy una atolondrada.


En fin, ya pasó.
Creo que estar tantos días sin salir de casa no me sienta bien.
Menos mal que ya pronto termina agosto y empieza la rutina del invierno con las clases de Pilates, escritura, natación, los viajes a Madrid y sobre todo, el lunes me entregarán el coche y eso me dará alas.
No poder andar bien me limita, pero lo que de verdad me limita, soy yo misma y mi propio descontrol.






jueves, 25 de agosto de 2016

VEINTICUATRO







Sigo sin coche.
Hasta el lunes.
No es el fin del mundo.
Me intriga el desarrollo de mis actividades durante tantos días, con lo que me limita el calor y una rodilla a la que no le gusta caminar.

Todo es nuevo siempre.

He sacado un video de mis plantas y lo he publicado en FB.
Las plantas son para verlas aunque también me guste hablar de ellas.

Detesto las hipótesis.
Ese tipo de frases que empiezan: “Si yo tuviera…
Yo no tengo un jardín, ni siquiera una terraza grande y buena, la mía es pequeñita y está encima del metro y recoge toda la electricidad que sube y es dañina, no solo lo saben mis plantas sino yo misma, cuando estaba débil y enferma trataba de salir para tomar el aire y se me llenaba el cuerpo de una especie de tembleque eléctrico realmente molesto.

Ahora que estoy fuerte y deseo con toda mi alma tener plantas resistentes, estoy haciendo pruebas con las crasas que además de ser fuertes, me encantan.
No sé lo que pasará en invierno.

Es todo un reto.


miércoles, 24 de agosto de 2016

VEINTITRÉS










Me gusta la sensación de estar en casa y no tener coche y saber que no tengo nada que me obligue a salir.

Me llama Pizca y me propone ir a la playa, dudo y comprendo que prefiero la penumbra de mi estudio, ir viendo cómo el sol abandona la terraza poco a poco y deja que las plantas descansen.
Empiezo a conocer los gustos de cada una.
Son tan diferentes que hasta parecen caprichosas.
Algunas quieren agua al atardecer, otras prefieren que llegue la noche y las menos, optan por esperar a que llueva y se conforman con la humedad ambiental.
Algunas no quieren ver el agua ni en pintura, si las riego se enfadan.
Las que más me gustan son las que se enganchan con fuerza a la tierra.
Las que tardan en echar raíces, las tiro a la basura.
No son de mi estilo.
He notado que agradecen que les quite las hojas secas.
Son presumidas, se sienten más seguras cuando se saben bonitas y cuidadas.
Desde que se fue mi nieta no tengo a quien pintar las uñas, así que me dedico a ellas, son cariñosas y agradecidas, nos comunicamos.
Al decir comunicar no significa que hable con ellas, sino que vibro en la misma frecuencia, la sintonía de la naturaleza, la vida, el sol, el aire, el calor, la brisa, los sonidos, las nubes, los reflejos, los olores, los colores, los cambios casi imperceptibles, lo que sucede sin yo no hago nada.

Ayer mandé un whatsapp a mis hijos diciéndoles que les quiero muchísimo.
Lo de mi hermano Fernando me ha ayudado a darme cuenta de que hay que hacer esas cosas mientras estamos vivos.
Si no, a lo mejor ya no te da tiempo a decirlo y te quedas con esa sensación extraña que me quedó a mi cuando murió mi madre después de haber estado varios meses en estado agonizante.
Solo recuerdo que la primera vez que fui a visitarla depuse de operarme, con dos muletas y encontrándome fatal, me dijo desde el lecho del dolor:

¡Ya era hora!

Ella me había echado en falta y no estábamos en condiciones de dar explicaciones.
Otro día, haciendo un esfuerzo sobrehumano, también fui y la persona que la cuidaba que era nueva, le dijo al oído con la voz alta:

Ha venido su hija.

Y mi madre respondió:

¿Qué quiere?

Por lo menos me queda la dicha de que en una carta que me escribió cuando estaba en el psiquiátrico de Elizondo desintoxicándome, se despidió diciendo:

Te quiero muchísimo.

Creo que éstas pequeñas cosas aunque nos den un poco de vergüenza, es bueno hacerlas.

Mi nieta habla constantemente de querer.
A mi me dice que me quiere cuando le compro cosas en Artea, que es el centro comercial.
También dice que me dará besos cuando se me caigan todos los dientes.

En mi familia se daba por hecho que nos queríamos y nunca se hablaba de eso, ni se dan abrazos, solo los besos de saludar.
Cuando murió mi hermana de repente y fui a casa de mi madre, se levantó de la butaca donde siempre estaba sentada haciendo punto y me dio un abrazo.

Es el único que recuerdo.

martes, 23 de agosto de 2016

VEINTIDÓS








Por fin mi hermano ya está en planta.
Me lo hizo saber su mujer a través de un whatsapp y me alegré.
Le dije que no me atrevía a mandarle recuerdos porque no los aceptaría, sin embargo me dijo que sí, que muchas gracias.
Parece que la cosa mejora.
Todo mejora.
Así es mejor.

Luego se me rompió una pieza del coche y ahora estoy esperando a que me digan cuánto tardarán en arreglarlo.
Con el calor que hace, prefiero estar en casa.
Me apetecería ir a la playa y nadar pero me temo que no podré.

Ayer fui a la peluquería y me corté el pelo.
Tengo una especie de necesidad de sentirme cómoda, de tener una vida fácil, sin complicaciones.
Me parezco un poco a Loquillo, pero con el peinado más desordenado.

Sigo leyendo a Pániker.
A veces se mete en unos vericuetos filosófico místicos que no van a ningún lado, pero cuando habla de si mismo parece un niño pequeño que quiere gustar, le veo un lado tierno que me complace.
Definitivamente, los que más me interesan son los escritores diaristas.
Mi profe me recomienda los diarios de Trapiello y estoy deseando meterme con ellos, pero como no se pueden hacer dos cosas al mismo tiempo y ahora estoy imbuida en Pániker, tendrán que esperar.

También desde un punto de vista personal prefiero escribir mi diario, es más directo y no tengo que inventar nada.
Además tengo muchos más seguidores que cuando publicaba los capítulos de las novelas.

La vida me sorprende constantemente.
Cuando creo que he llegado a algún sitio para quedarme, de repente, sin venir a cuento y sin saber por qué, da un giro y me lleva por otro camino en el que me deleito todavía más.
Al paso que voy, espero llegar al séptimo cielo en cuestión de segundos.

O tal vez ya estoy y no me doy cuenta.






lunes, 22 de agosto de 2016

VEINTIUNO









Ayer Carlos me invitó a comer en el Marítimo, que es un club de navegantes y también social.
A través del cristal del comedor, veía la piscina impoluta turquesa, casi vacía, rodeada de hamacas también vacías y más allá los barcos atracados y el Abra.
Un día espléndido y gente que entraba y salía y saludaba.
Los de siempre.
Recordaba mi juventud, vivida sin elección.
Pronto me di cuenta de que la dolce vita no era lo mío.
Me costó mucho salir de esa jaula en la que nací y me convencieron de que no había escapatoria.
O por lo menos eso creía yo.
Poco a poco fui dando pasos hacia el exterior y comprobé que no pasaba nada.
A veces pasaba algo, pero me compensaba.
Todo lo de fuera me parecía más interesante.

Cuando creía que había salido del todo, tropecé y viéndome débil, mi madre trató de que volviera al redil y me hizo socia del Marítimo otra vez.
No lo pude soportar.
Estaba tan cerca del Caracas, que era el bar donde estaban mis colegas, que me escapaba y volví a caer en el lado salvaje del que habla Lou Reed.

Todo eso ya pasó y ayer, a estas alturas de la vida en que tengo más claro lo que quiero y deseo, todavía Carlos me decía que si quería podía volver a ser socia…
Me entraba la risa.
Nada más lejos de mi pensamiento.
Solo quiero hacer la vida que he elegido.
De todo lo que hago ahora, lo único que me gustaría cambiar es la alimentación, porque no me gusta estar gorda.


Mi hermano Fernando sigue en la UCI pero mejora.







domingo, 21 de agosto de 2016

VEINTE








Algunos días pasan tantas cosas en el plano emocional, que parece que te clavan flechas como las de san Sebastián y luego, con cuidado, hay que sacarlas poco a poco para que no quede dolorida la herida.
Ayer fue uno de esos días que, estando con dos amigas que ni se enteraron de lo que me acontecía, seguían riendo y charlando mientras yo confirmaba, a través de su hija, la muerte de una amiga muy querida: Dorita Castresana.
Dorita era una maestra de la macrobiótica, cuyo profesor directo y personal fue Michio Kushi.
Ella me enseñó los principios básicos que puse en práctica más tarde en Saint Gaudens, con teorías más afines a George Oshawa, que fue el profesor de Kushi.
Todo en Dorita era amor.

Por circunstancias de la vida, fui a Bercedo a visitar a mi amiga Rosa que vive allí retirada del mundo, en armonía con la naturaleza y consigo misma y fuimos a comer a un restaurante llamado San Francisco, en Medina de Pomar, que es como entrar en la época medieval.
Pregunté por Dorita porque sabía que había huido de Bilbao hace años y se había instalado en la tierra de sus antepasados.
Inmediatamente me dieron razón y busqué a su hija, que regenta una heladería en la plaza del pueblo.
La emoción nos fundió en un gran abrazo y nos despedimos sabiendo que el cariño se mantiene más allá de la muerte.

Mis amigas, mientras tanto, compraban morcillas de Villarcayo.

Tras un paseo viendo un poco de románico encantador y una rueda estropeada en los rústicos caminos, Pizca y yo volvimos a nuestros lares.
Un día completo.

Por otro lado, me cuentan que mi hermano está mucho mejor, fuera de peligro y que hoy le llevan a planta.


Todo sigue su curso.







sábado, 20 de agosto de 2016

DIEZ Y NUEVE









Cada día me levanto con alegría, me gusta mi empleo del tiempo y he llegado a un momento de mi vida, en que casi no tengo preocupaciones ni miedos, excepto las cuestiones de salud propias y de mi familia.
Desde que murió mi madre, perdí el miedo que siempre he sentido cuando hacía algo que pudiera enfadarla.
Casi todo lo que yo hacía le parecía inútil o directamente incorrecto, lo cual no impedía que lo hiciera pero con el gusanillo de saber que me reñiría, que intentaría hacerme entrar en razón y que se mostraría seria conmigo, lo cual me desagradaba hasta extremos que prefería no verla.
Ahora siento algo libre en mi, que me produce un placer inconmensurable y al principio no sé de donde viene, porque siempre es nuevo y pronto me doy cuenta de que ya no tengo miedo a nada ni a nadie.

¡Es inmenso el placer que me produce reírme a mandíbula batiente, sabiendo que nadie me va a decir:

Blanca, por favor, compórtate!

He salido un poco torpe y salvaje y por más que han tratado de hacer de mi una señorita de Bilbao educada en Madrid, no han conseguido que llegue a ese refinamiento deseado.
Hasta mi nieta que tiene seis años me dice:

“Abuela, se ve feo que te metas el pan en la boca cuando tienes comida dentro”.

Sé que tiene razón, pero llevo tanto tiempo comiendo sola, que he perdido los modales.
Adolezco de cierta torpeza que se agravó cuando me rompí la pierna.
Me tropiezo, me doy golpes, se me caen las cosas…

La medicación que me pone el doctor Álvarez de Mon me quita la memoria rápida, por lo que voy un poco retrasada.
Cuando se lo comenté, me miró pensativo durante un ratito que se me hizo largo y soltó:

¡Peanuts!


Y me convencí de que al lado de lo bien que me encuentro, eso no tiene la menor importancia, así que ahora, a todo lo que no es importante, que es casi todo, lo considero peanuts y vivo feliz, recorriendo el camino de la vida, a una edad en la que ya no se tienen prejuicios, ni conceptos, ni la necesidad de gustar a nadie.






viernes, 19 de agosto de 2016

DIEZ Y OCHO










Yo quiero a todos los miembros de mi familia aunque tengo mis preferencias.
Reconozco que soy un poco diferente en varios aspectos, uno de los cuales es que me gusta saber y decir la verdad.
No sigo las normas sociales, familiares y protocolarias.
No voy a bodas, ni a funerales ni a eventos que no me apetezcan.
No pasa nada.
Nadie ha dejado de casarse porque yo no haya asistido a una boda.
En algunos sentidos tengo la sensación de que me toman por el pito de un sereno, pero me aguanto porque no tengo intención de doblegarme a las normas no explícitas.
Les quiero a todos y si me necesitasen haría lo que fuera  por ellos, pero no tengo intención de cambiar mi modo.
Tampoco se ve que ellos tengan intención de cambiar el suyo.



Como diría Jorge Oteiza:
Androcanto y sigo.


Todo lo que me ayuda a crecer es de agradecer.




DIEZ Y SIETE







Cada día, cada instante, trae cosas nuevas que exigen de mi, la presencia de ánimo necesaria para afrontarlas.
Algunas son menudencias que solo requieren prestarles atención y así se arreglan.
En esas andaba yo ayer, atareada porque se había roto el extractor de humo de la cocina y a pesar de estar en agosto, decidí arreglarlo cuanto antes.
Hice unas llamadas de teléfono que no resultaron fructíferas .
No me importaba, era cuestión de tiempo.
Pero cuando Beatriz me dijo que mi hermano Fernando estaba en la UCI, algo más profundo se despertó en mí.
No solo porque es mi hermano y le quiero, sino porque desde hace muchos años existe una distancia entre él y yo que me afecta, tanto si quiero como si no.
He intentado romper ese hielo, pero él no quiere.
Un día le pregunté por qué no trataba conmigo y me contestó tranquilamente que no le gustaba cómo soy.
Le pedí que me disculpara por las molestias que le hubiera causado y no contestó, pero insistí y aceptó las disculpas, sin embargo siguió sin hablarme, excepto lo imprescindible.
El día que cumplí setenta años le invité, como a todos mis hermanos y sobrinos y vino a mi fiesta.
Justo antes de marcharse se acercó y me dijo ¡Muchas felicidades! yéndose deprisa.
Creo que no le he vuelto a ver.
Estas son las cosas de la vida a las que doy importancia.
No me gusta enfadarme y menos con la familia.
Soy capaz de ceder y aceptar muchas cosas que no me gustan nada, por la paz.
Pero con el asunto de Fernando no encuentro manera de que se ablande conmigo.
Sus amigos son encantadores y su mujer también pero con él pasa algo difícil de romper.

Lo último que he sabido es que hoy le pasan a planta y mañana le llevan a su casa.








miércoles, 17 de agosto de 2016

DIEZ Y SEIS








¡Que agradables resultan los días de agosto que no son soleados! 

Me gusta la sensación de silencio, cuando desaparece el barullo que se crea con las idas a la playa.
No es que tenga nada en contra de los baños de mar y sus múltiples beneficios, pero noto que excitan.
El campo me tranquiliza, ayuda a la meditación y al recogimiento
Tanto me gusta el monte como la playa, incluso me atrae más la mar, agradezco vivir cerca y poder verla y olerla a diario, el olor del salitre me estimula.
El Cantábrico tiene una fuerza que no he observado en otros mares.
El color plomizo que adopta cuando amenaza galerna, ha sido mi fuente de inspiración durante todos mis años de pintora.
Mi paleta se basa en los colores del Cantábrico.
El Índico resulta idílico pero me deja impertérrita.
El turquesa del Caribe es de cuento, no invita a la aventura.
El agua es demasiado caliente, no me tonifica.
Los baños en las calas del Mediterráneo me fascinan tanto, que quisiera quedarme allí para siempre.

Las playas de Australia me gustan y me asustan.
Estuve en una playa tan salvaje, que pensé que estaría exactamente igual cuando llegó el capitán Cook.
No había nadie, no me atreví a meterme en el agua.
¡Que valientes y curiosos tenían que ser aquellos viajeros!

Yo misma, cuando era pequeña me bañaba en alta mar con mi padre y mis hermanos y todos estábamos tan tranquilos, no se nos ocurría que pudiera haber tiburones.
Ahora no solo hay tiburones, sino ballenas y delfines.
Aunque no sean agresivos, no me haría gracia encontrarme con uno de esos, mientras estoy nadando plácidamente.

Una vez en isla Mauricio, di una vuelta en un submarino para hacer turismo y me aburrí tanto, que cuando me dieron una hoja para escribir lo que me había parecido el paseo por debajo del mar, creo que puse la verdad porque el capitán vino a preguntarme a ver qué me había pasado y simplemente le dije que nada. 
No podía comprender que no hubiera disfrutado de un fondo marino preparado con barcos hundidos, a los que se acercaban los peces sin interés.
Además, me horroriza la idea de estar metida en un submarino.


Cuando era pequeña mi hermano Gabriel me llevó a ver un submarino de verdad, al que dejaban entrar, estaba atracado en Portugalete y me pareció espantoso que pudieran vivir allí tantos hombres juntos, sin camarotes, durmiendo en literas apretujadas, me impresionó tanto que se me quedó grabado.





QUINCE









Hasta hace unos años yo no pensaba, simplemente encontraba lo que me traía la vida y lo aceptaba sin preguntarme si lo necesitaba.
Esa inconsciente manera de actuar me hizo cometer graves equivocaciones en las que tuve que emplear tiempo y esfuerzo para arreglar las secuelas.

No es que haya llegado a un grado en el que todo lo haga con consciencia, pero he mejorado bastante.






martes, 16 de agosto de 2016

CATORCE








Sigo cansada, pero no me preocupa porque no tengo obligaciones.
Además de haber trabajado más de la cuenta, supongo que habrá influido que no he comido el tipo de comida macrobiótica al que estoy acostumbrada y que tan bien me sienta.
Ahora volveré a mis sanas costumbres y todo se pondrá en orden.
Me gusta la idea de pasar lo que queda del mes de agosto que es tan tonto, con la sensación de no tener que hacer nada.
Me gusta la idea de que tengo la posibilidad de ver series, una encantadora manera de pasar el tiempo sin crearme problemas ni fatigarme.

Las plantas no me dan trabajo porque se conforman con el sol.
Las riego poco, así me lo aconsejaron.
Antes las regaba demasiado y no era bueno.
Ahora tengo que contenerme para regarlas menos y reconozco que les sienta mejor.

Sigo leyendo los diarios de Pániker y hay algo en ellos que me atrae, porque a pesar de que las disertaciones filosóficas y místicas ni las entiendo ni me interesan, hay algo humano en su día a día, que me parece tierno.
Además, me gustan las personas mayores con circunstancias similares a las mías.
La enfermedad, el cansancio, la proximidad de la muerte, la paz tan deseada, todo me gusta.

En definitiva, me siento bien en esta parte de mi vida.









lunes, 15 de agosto de 2016

TRECE







Ya se han ido los berlineses.
Estoy extenuada y satisfecha porque sé que he hecho un gran esfuerzo para recuperar el tiempo que, enferma e inmovilizada, no pude atenderles como me hubiera gustado.
Han sido años problemáticos.

En el 2008 me rompí la pierna y a partir de ahí se sucedieron las operaciones, la rotura de la clavícula, la muerte de mi madre, de mi exmarido, del marido de mi hermana y el coma de mi sobrino, que murió pasados unos meses.

Me encontraba mal, estaba enferma, traté con diferentes médicos que no fueron capaces de diagnosticarme, así que a pesar de encontrarme sin fuerzas y con dos muletas todavía, me fui a Madrid a ver al doctor Álvarez de Mon, que en una entrevista de una hora, supo de mi más que todos los que me llevaban tratando desde hacía años.
Me hicieron toda clase de pruebas y efectivamente, el profesor había acertado.
Tenía una cistitis intersticial, enfermedad difícil de diagnosticar porque los médicos casi ni la conocen.
Me recetó una medicación fuerte que tardó tiempo en hacerme efecto, pero yo sabía que estaba en buenas manos.
Al cabo de unos meses empecé a nadar por prescripción facultativa y me fui encontrando mejor.
Estuve yendo a Madrid todos los meses hasta que me bajó un poco la medicación y seguí nadando.
En Madrid lo pasaba muy bien.
Aprovechaba para ir al Reina y veía exposiciones maravillosas, aprendí de arte conceptual.
Ahora el doctor está en Estados Unidos haciendo investigación.
Volveré a verle en septiembre.

En este momento solo pienso en descansar, seguir con mis blogs, mi diario, ver series y seguir vaciando mi estudio hasta conseguir el orden que tanto añoro.








domingo, 14 de agosto de 2016

DOCE








Lo mejor de mi vida es ahora.
Con gran diferencia.
Vivo en paz, descansada, feliz y contenta.
Ya mi cuerpo no me pide emociones fuertes, solo tranquilidad y buenos alimentos.

Me despierto a una hora razonable porque me he acostado a una hora razonable, practico, durante una hora las cuatro técnicas de meditación que me reveló Prem Rawat y empiezo el día con alegría.

No tengo obligaciones excepto los compromisos que yo misma elijo.
El más importante es cuidarme, ya que en asuntos de salud he visto las orejas al lobo y sé que es importante y requiere atención.

Hoy es el último día en que mi hijo, su mujer y mi nieta están aquí.
Ha sido maravilloso disfrutar de ellos.
Gracias a que me he encontrado bien, he sido capaz de atenderles, y cocinar para ellos, por lo que hemos tenido unas maravillosas y disfrutables comidas en familia.

Se van mañana tempranito y volveré a mi claustro, a la casa silenciosa, ordenada, en penumbra.

Tal vez preparando un viajecito a Berlín para cuidar a la niña si sus padres tienen que viajar.