viernes, 28 de abril de 2017

DOSCIENTOS SESENTA Y UNO







He visto la película de Stefan Zweig y para no alargarme diré que me ha encantado.
He disfrutado, he pasado un buen rato en el cine y he salido con demasiados pensamientos alborotando mi cabeza, que iré poniendo en orden poco a poco.
No quiero olvidarlos, me apetece reflexionar sobre ellos.

He leído algunos libros de Zweig que me han fascinado.
Fue mi exmarido quien me introdujo en su mundo a través de “La piedad peligrosa” que se incrustó en mi corazón siendo yo casi una niña y nunca he dejado de pensar en el daño que se pude hace confundiendo los sentimientos.
No quiero ni pensar en mi misma, en las actuaciones teatrales a las que he recurrido, las veces que me he encaprichado de un hombre.
Por lo menos, desde que me separé de Carlos, tuve muy claro que el matrimonio no es una opción para mi, por lo que nunca dejé que las cosas llegaran tan lejos.

Es terrible lo que sucedió a Zweig, tuvo que salir de Europa y quedarse sin un lugar al que llamar "mi casa".
Tal vez la época que describe la película, que es la última de su vida, no sea suficiente para reconocer su verdadera personalidad, ya que estaba sometido a una presión extrema.
No puedo ponerme en sus zapatos puesto que vivo en el lugar al que pertenezco y cuando he vivido en otros países, ha sido porque he querido y siempre lo he hecho de una manera provisional.

La película es estupenda, está muy cuidada, el vestuario es magnífico y describe Brasil de tal manera que dan ganas de ir allí, por lo menos para descansar una temporada.
Los diálogos son impecables y a pesar de que detesto que doblen las películas, considero que en este caso lo han logrado.
Solo he estado una vez en Sao Paolo y me pareció fascinante, no solo por la fuerza de la naturaleza que se empeña en salir hasta romper las paredes, sino también por el idioma, tan dulce y musical, la amabilidad de sus gentes y la comida sana que destruye la agresividad.

Decía Stefan Zweig que Brasil es el país del futuro, tal vez tenga razón.

Empezar una vida nueva a los sesenta años le parecía imposible, se consideraba débil para hacerlo, ya que citando sus propias palabras, consideraba que:

La medida más segura de toda fuerza es la resistencia que vence.

Estoy contenta de haber hecho el esfuerzo de ir a Bilbao y ver esa película en los Multis, que es mi cine favorito de Bilbao.
En Bilbao me siento bien, me gusta estar en la ciudad, se respira un aire diferente, es cosmopolita, vuelvo a casa con ganas de repetir el plan.








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