domingo, 9 de abril de 2017

DOSCIENTOS CUARENTA Y UNO







Existe una especie de máxima generalizada que reza así:

“La gente no cambia”

Estoy en total desacuerdo, no solo yo he cambiado como si hubiera dado la vuelta al calcetín, empezando por lo más profundo de mi ser y hasta en los asuntos menos importantes.
Lo he pensado hoy al salir a la terraza de mi casa y ver el día espléndido que hacía.
En otros momentos de mi vida habría enloquecido pensando en ir a la playa para ponerme morena, incluso a riesgo de quemarme.
Hoy en día me quedo tan tranquila, y solo pienso que tal vez más tarde, si me apetece, saldré a dar una vuelta por el campo para darme un baño de árboles como aconsejan los japoneses y sacar algunas fotos si veo algo que me llame la atención.

Lo de la playa lo dejo para más adelante, cuando ya el agua esté calentita y pueda poner en práctica todo lo que estoy aprendiendo con las clases de natación.
Sueño con poder nadar a espalda en Plencia, sin tener que estar preocupada para no chocarme con el borde de la piscina.

Tanto he cambiado que casi no me reconozco.
En lo que más noto el cambio es en la tranquilidad.
Siguen queriendo intervenir mis nervios cuando algo se sale de su curso, pero enseguida me calmo.
Hasta yo misma me sorprendo de lo tranquila que me quedo cuando algo sale mal.
Ayer sin ir más lejos, me confundí al llenar de carburante de mi coche:
Puse gasolina en vez de gasoil.
Nunca me había pasado.
Llamé al dueño del taller avergonzada, pensando que era un descuido bastante gordo y sin embargo, él me dijo que eso le pasa a todo el mundo, incluido él mismo.
Tuvo el detalle de arreglármelo en el día para que no me quedara sin coche el fin de semana.
Me vino bien porque salí a hacer fotos y creo que hice algunas bastante bonitas.
Todavía tengo que estudiarlas.

El tema que todavía me sigue poniendo nerviosa, es el relacionado con los viajes.
No consigo tomármelo con calma.
Me cuesta tomar decisiones al sacar los billetes y hacer la maleta es como un suplicio.
Por lo menos ya solo viajo con una maleta de cabina, así que poco puedo confundirme.
Me encanta la idea de viajar con lo mínimo.
Trato de hacer las cosas de la manera más sencilla posible, eso me tranquiliza.

Tengo muy presente lo que decía Confucio:

Si pierdes tu dinero no has perdido nada.
Si pierdes tu salud, has perdido algo.
Si pierdes tu paz interior, has perdido todo.








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