viernes, 31 de marzo de 2017

DOSCIENTOS TREINTA Y DOS







Tengo la sensación de que me estoy dejando manipular por los mercados cinematográficos.
Se trata de lo siguiente:
Sigo una serie que mantiene mi atención abstrayéndome de todo, me observo a mi misma mirando la pantalla con la boca abierta.
Se trata de un asesino en serie muy inteligente, con doble personalidad que le hace bastante atractivo e interesante.
Una mujer policía, guapa, tan inteligente como él o más y con similares problemas emocionales, sabe quien es y le persigue, pero por circunstancias que no acabo de entender, no le detiene.
La serie me ha gustado hasta ahora, pero tengo ganas de que se acabe porque ya no le veo la gracia.
Después de tanto esfuerzo para localizar al asesino estoy deseando ver el desenlace, no obstante todavía me queda una temporada.

Se lo comenté a Jaime, que entiende bastante de series y sonriendo, me dijo:

Eso es lo que hacen en cuanto ven que una serie tiene éxito.
Alargan el guión y siguen sacando capítulos.

Pero ya no tiene el interés del principio, se nota que lo que pasa es relleno.

Ya, pero si estás enganchada, quieres saber lo que pasa al final y sigues.
Eso es lo que hacen con Juego de Tronos.
Ya ves que siguen rodando capítulos nuevos hasta en Vizcaya.

Ahora entiendo.

Es puro marketing.

O sea que ya es asunto mío decidir si quiero dejar que me sigan tomando el pelo o corto y empiezo otra serie, que no me deje con esta sensación de perplejidad que no me gusta nada.
No me gusta permitir que me tomen el pelo.
De una manera u otra, a pesar de creer que ya me voy dando cuenta de que algo o alguien me quiere manipular, sigo cayendo como un cuy* en la misma ratonera una y otra vez.
Aún así, no tiro la toalla, aprenderé.



Está haciendo un tiempo maravilloso.
Ayer fui a la playa Salvaje al atardecer para sacar fotos y la parte de arriba estaba llena de gente, que había ido a disfrutar del paisaje.
Y muchos surfers en el agua apurando las últimas luces.

Hice unas fotos muy bonitas que por lo que me contó Virginia, la profesora de natación, se pueden superar si las hago poniendo el iPhone vertical.

Hoy tengo planazo.
He quedado con Rosa sin espinas para ir a comer a un caserío de Munguía.
Plan completo.
Charlar con mi amiga, sacar fotos, pasear por el campo absorbiendo la paz de la naturaleza y comer muy bien.
La vida me sonríe.


*cuy: conejillo de Indias





jueves, 30 de marzo de 2017

DOSCIENTOS TREINTA Y UNO







Ayer vi la última película de Claude Lelouch, Uno más Una, que me encantó.
El argumento, aunque algo cursi, es encantador como corresponde a una comedia francesa desarrollada en India.
Sri Mata Amritanandamayi Devi, conocida como Amma, Madre, es una líder espiritual y fundadora de la ONG Embracing the world.
Amma recorre el mundo extendiendo un mensaje de amor, compasión y esperanza a través de abrazos.
Se estima que ya ha abrazado a más de treinta millones de personas en todo el mundo.
Algo muy especial deben de tener sus abrazos, porque yo conozco a algunas personas que le siguen por el mundo y siempre vuelven muy contentas.
De hecho, mi amiga Pizca fue a verla una de las veces que Amma estuvo en Barcelona y tanto se emocionó con el abrazo, que salió llorando.
Me contó que había sentido mucho amor.

Parece ser que Claude Lelouch estaba tan interesado en conocer a Amma, que fue hasta su casa de Kerala y no solo mantuvo una larga conversación con ella, sino que también recibió su abrazo.
Hasta tal punto estaba entusiasmado, que comentó lo siguiente:

“Recibir el abrazo de Amma ha sido más importante que ganar mis Oscars y mis Palmas de Oro. Este día 19 de enero de 2014 es probablemente el día más importante en mis 76 años de vida”.

Es obvio que toda la película es un canto a las glorias de Amma y que el resto de la historia no es más que una disculpa para deleitarnos contemplando esa India eterna y mostrarnos a Amma y sus abrazos.
Si Amma viniera a Bilbao, yo no dudaría en acudir a su presencia para recibir su abrazo.

A pesar de todos los horrores de las guerras que hay en el mundo en este momento, de las que ni siquiera se puede decir un número concreto, porque hay guerras constantes y guerrillas que no se sabe si son guerras de verdad, pero que causan muchos muertos y de los millones de refugiados que se arrastran por el mundo sin que nadie les acoja, hay un contrapeso de muchas personas que escuchan a su corazón e intentan combatir la negatividad tratando de elevar el nivel espiritual del planeta.
A estos se les llama: mantenedores de frecuencia.

Yo creo firmemente en que la paz es posible.

Intento poner mi granito de arena con todas mis fuerzas y sé que hay mucha gente que como yo, también lo intenta y cree firmemente en que llegará un momento en el que reinará la paz en el planeta tierra.










miércoles, 29 de marzo de 2017

DOSCIENTOS TREINTA







Lo más grande de este mundo es la amistad.
Leí en un libro de un sabio, que conviene andar despacio por la vida y que cuando se tiene una cita, es conveniente salir de casa con más tiempo del necesario.
Siempre sucede algo imprevisto que puede alegrarnos el día.
Eso ha sido exactamente lo que me ha pasado hoy.
Tenía clase de Pilates a la una.
Para llegar con calma y que me dé tiempo a pasar por la frutería, ya tengo comprobado que tengo que salir de casa a las 12:30, no obstante hoy me he acordado de lo que dijo aquel sabio cuyo nombre no recuerdo y he salido a las 12:20.
No tenía expectativas de ninguna clase, excepto la de ir tranquila, mirando a mi alrededor y disfrutando de un día espléndido.
Así ha sido, hasta que he llegado a Las Arenas y al salir del metro, he oído que alguien decía mi nombre con insistencia:

¡Blanca!

¡Blanca!

¡Blanca!

Yo miraba a todos los lados y no veía a nadie que conociera y seguía oyendo:

¡Blanca!

Y entonces he visto a Cayetana, amiga del alma, que estaba en un vagón del metro que se dirigía a Bilbao.
Le he dicho que saliera y así podríamos hablar un poco hasta que llegara el siguiente vagón.
Estaba tan emocionada que no me salían las palabras.
Cayetana es una gran amiga a la que solo veo cuando el destino lo decide.
Ha habido épocas de nuestra vida en que estábamos muy unidas, pero luego el sino nos ha separado.
A mi me encantaría verla de vez en cuando, pero ella prefiere vivir apartada en Munguía y hacer un tipo de vida diferente al mío.
Le gusta leer.
Es una lectora empedernida y amante de la palabra y de la etimología.
Sabe palabras imposibles.
Leia a Goitysolo solo para disfrutar de lo bien que escribía y así aprender español.
Me ha dicho que lee mis diarios.
Me ha recitado un maravilloso poema de Leopoldo Panero padre.

En este encuentro la he notado menos reacia a vernos algún día.
La última vez me encontré con ella en el dentista, en Bilbao, y las dos estábamos contentas charlando, pero ella insistía en que de momento prefiere no estar conmigo.
Yo le dije al despedirnos que yo estaría encantada de quedar algún día, que sigo queriéndola mucho y me gusta estar con ella.

Hoy, aunque no nos hemos intercambiado los teléfonos, ni los mails ni nada que nos pueda hacer localizables, ella sabe donde vivo y si lee mis diarios supongo que tendrá acceso a mí.
Si no, tendremos que esperar a que la vida nos haga el regalo de encontrarnos cuando menos lo esperamos y que suceda en plan mágico, como casi siempre acontecen las cosas con Cayetana.
Me ha contado que tiene dos nietas que viven en Madrid y que la pequeña de tres meses es pelirroja.
También me ha contado que en cuatro años se ha cambiado seis o siete veces de casa, casi siempre compartiendo con chicas extranjeras, ucranianas, colombianas… ya no me acuerdo, que es un gran aprendizaje.


Me ha dado la impresión de que ya tiene ganas de vivir sola y de no tener que aprender tanto, así que no pierdo la esperanza de recuperarla, porque me resulta un verdadero placer estar con ella.
Insisto en que el gozo que proporciona la amistad es más grande que muchos otros que han adquirido una fama inmerecida.



martes, 28 de marzo de 2017

DOSCIENTOS VEINTINUEVE







Es bueno saber que todo lo que sucede en la vida sirve para aprender a conocernos, además de otras cosas.
No tener mi cochecito abajo esperándome tranquilo a que lo lleve a pasear, me está sirviendo para darme cuenta de la importancia que tiene.
Hoy hace un día espléndido, de esos en los que el cielo está azul y el sol crea luces y sombras, grandes contrastes, que es exactamente lo que me inspira para hacer el tipo de fotos que me interesan.
Lo que a mi me falta es desarrollar la paciencia.
Santa Teresa de Jesús, mujer sabia donde las haya, decía que la paciencia todo lo alcanza, así que intentaré seguir sus consejos y esperar tranquila a que lleguen días primaverales en los que pueda ir a las alturas y sacar fotos panorámicas de este maravilloso país de los vascos, cuyos verdes tan ricos en matices lucirán todo su esplendor, antes de lo esperado.
Los tilos de mi calle ya están sacando sus pequeñas hojas verdes, sobre todo los más viejos que tienen el tronco más gordo.
Y más tarde darán flores, con las que podré hacerme infusiones de tila, que me ayudarán a perfeccionar mi paciencia y así aceptar lo que viene con la vida, que siempre es lo que conviene.

Tenía un amigo que me conocía demasiado y hablando de mi paciencia, solía decir que todavía la tenía sin estrenar.
No me quedaba más remedio que callarme porque reconocía que tenía razón.

Tengo gran tendencia a ocuparme de lo nuevo y eso tiene la desventaja de que voy dejando lo antiguo sin ordenar, lo que no es buena idea.
Por eso me viene bien dedicar algunos días a ir poniendo en su sitio lo que había dejado de lado.
Supone un trabajo extra por no haberlo hecho en su momento.
Me obliga a pensar, a tomar decisiones, qué es lo que ya no me sirve para nada y se puede tirar a la basura, qué me conviene guardar porque tal vez algún día quiera hacer un montaje y lo necesite y así seguir pensando y calculando.
El trabajo de un artista es tan individual que difícilmente alguien puede ayudarme.
Todo lo tengo en mi cabeza y no lo puedo escribir ni contárselo a otra persona porque está basado en la inspiración.
Es posible que tenga ciertas ideas concretas con la idea de lo que quiero hacer, pero es haciendo cuando viene la inspiración y se consigue que se engarcen las ideas.

Así que hoy, las circunstancias me han obligado a cambiar el plan del día.
Para empezar he tenido que suspender la clase de natación ya que sin coche no puedo ir a Hydra, está demasiado difícil para acceder con mi débil rodillita.
Entonces, para aprovechar el día, ya he empezado a sacar fotos de los collages que iré publicando en el blog de mi producción artística, poco a poco.












lunes, 27 de marzo de 2017

DOSCIENTOS VEINTIOCHO







He tenido un fin de semana demasiado ocupado como para que no terminara como el rosario de la aurora.
Ayer vino a visitarme un amigo de San Sebastián y me pareció que sería una buena idea comer en Zabala, en el puerto viejo, donde tienen los mejores pescados del Cantábrico, salvajes y a la brasa, en el punto perfecto.
Todo empezó bien porque yo había quedado con mi amigo en Tamarises, sin acordarme de que los domingos es imposible llegar hasta allí, pero tuve suerte porque Josean se despistó y me llamó desde el parking de Artea, que es un centro comercial, lo cual resultó fantástico, porque dejamos su coche allí y nos fuimos en el mío hasta Algorta, en donde después de dar varias vueltas sin encontrar un sitio para aparcar, me puse nerviosa e intenté meter el coche en un lugar prohibido que estaba en cuesta.
Una maniobra difícil incluso estando tranquila.
Noté que olía a quemado, pero me fui haciendo como que no me daba cuenta, lo único que deseaba con todas mis fuerzas era librarme del coche.
El rodaballo estaba inmejorable y todo resultó perfecto.
Incluso arranqué mi coche sin problemas.

No obstante, hoy tenía clase de Pilates y no he sido capaz de meter la marcha atrás, así que no me ha quedado más remedio que ir en metro a las Arenas y a la vuelta he llamado a la grúa, para que se lleve mi coche al taller.

Por lo que más me importa quedarme sin coche es porque tenía intención de ir a algunos lugares altos para hacer fotos panorámicas, ya que desde que mi profesora de natación me ha enseñado cómo hacerlas, me encantan, pero creo que necesito una escena grande para que resulten vistosas.

Lo que se ve desde mi casa está muy bien para vivir porque no necesito cortinas, pero para hacer fotos no resulta interesante.


La editorial que ha publicado mi libro me ha ofrecido una caseta en la feria de san Jordi en Barcelona, para firmar.
Poco me conocen.
Me dedico a escribir para no tener que ir a las inauguraciones de mis exposiciones y ahora resulta que también los que escriben tienen que dar la cara.
Lo que me faltaba, encima de haber tenido la jeta de publicar un libro en papel, intentar que me saluden y me feliciten por ello.
Ni hablar del peluquín.

La profesora de Pilates se ha cambiado de casa y me ha dicho que le mande fotos de todos los cuadros que tengo para vender, ya que tiene uno pero no le va con la nueva decoración.
Le da lo mismo abstracto que figurativo.
No sé qué hacer, tengo óleos, ceras, collages, dibujos, acuarelas… ya se me ocurrirá algo.

Es obvio que no soy una persona comercial, nunca lo he sido y mucho me temo que a estas alturas de la vida poco puedo aprender en ese campo.
Además, yo creo que el arte de vender no solo exige tener cierto talento mercantilista sino también bastante destreza.
Jeff Koons fue corredor de bolsa en Wall Street y luego trabajó en el MOMA* captando socios, lo que realizó con gran acierto.
Aprendió tanto que esa experiencia le sirvió para aplicarla en la venta de sus obras y tan bien lo ha sabido hacer, que hoy en día es el artista vivo que más caras vende sus obras.



*MOMA: Museo de Arte Moderno de Nueva York

domingo, 26 de marzo de 2017

DOSCIENTOS VEINTISIETE







En la última clase de escritura, una compañera leyó un texto en el que mencionaba a mi queridísimo poeta Rabindranath Tagore y recordé la aventura que tuve en Calcuta, la última vez que hablé de él con un bengalí.
Llevaba unas semanas en Delhi a donde había ido a un evento con Prem Rawat y como de costumbre, me quedé más tiempo para disfrutar de esa sensación de tranquilidad, espiritualidad y respeto que solo siento en India, además de comer como en el paraíso terrenal.
Pues bien, de repente me invitaron a un evento en Katmandú y decidí sacar un billete y acudir.
Nunca había estado allí y me apetecía.
Me dijeron que yendo por Calcuta resultaría más barato por lo que no lo dudé, sabiendo además que allí habría un programa al que los occidentales no estábamos invitados, pero no me importaba, pasaría unos días en Bengala e incluso intentaría acudir al evento.
Así lo hice, con la mala suerte de que no me dejaron entrar y me quedé fuera, junto con otras personas a las que les había pasado algo parecido.
Al salir cabizbaja, un hindú se me acercó amablemente y me invitó a tomar un chai.
Accedí y mientras tomábamos un reconfortante chai, mi nuevo amigo me contó que era periodista y tenía que presentar una conferencia en la que hablaría la hija del Ché Guevara, en un teatro que estaba a unos veinte minutos en taxi.
Era guapo, aparentemente educado, hablaba un magnífico inglés y se notaba que tenía bastante más soltura de la que tienen los hindúes cuando tratan con mujeres occidentales.
Charlamos un rato y al terminar el chai me invitó a la conferencia.
Me había quedado tan triste al saber que no podía ver a Prem Rawat, que acepté su invitación.
Ni siquiera sabía que el Ché tuviera una hija que daba conferencias, pero antes que estar en el hotel o pasear por Calcuta de noche, no era mal plan.
Me parecía fácil estar con una persona que se encargaba de todo, ya que yo había tenido que tomar la decisión de ir sola a Katmandú y a Calcuta, lugares que desconocía hasta entonces.
Así que nos montamos en un taxi y nos dirigimos al lugar de la conferencia.
Me habló un poco de la hija del Ché y cuando supo que yo ya sabía quien era su padre, me habló de él también y poco a poco fue tomando confianza y me puso la mano sobre mi hombro y no sé qué me pasó, que para cuando llegamos al lugar de la conferencia, tuve la sensación de que mi nuevo amigo se estaba tomando más confianzas de lo razonable y empecé a sentirme incómoda.
Cuando entramos en el teatro, me acompañó a una butaca y me dijo que él tenía que ir al escenario para presentar el evento y que me vendría a buscar en cuanto terminase, que le esperara allí.

En cuanto desapareció, salí corriendo entre la gente que entraba y cogí un taxi al que le di la dirección de Lufthansa, ya que había tomado la irrevocable decisión de cambiar mi billete y salir de Calcuta lo antes posible.

Lo que sucedió en Lufthansa fue maravilloso.
Al decir lo que deseaba me dijeron que la persona encargada de hacerlo, estaba tomando un chai en la calle.
Los hindúes toman chai todo el tiempo y como yo sigo la norma de que “donde fueres haz lo que vieres” hago lo mismo que ellos, además de que me encanta y creo que es lo mejor que existe para combatir el calor.
Encontré un grupito de gente con el uniforme de Lufthansa y dije el nombre de la persona a la que buscaba.
Enseguida se acercó a mi un señor muy elegante, a quien le dije que quería ir a Katmandú lo antes posible.
Me dijo que eso estaba hecho, pero que lo primero que teníamos que hacer era tomar un chai, lo cual acepté encantada.
Se ocupó de que me trajeran un magnífico chai y al saber que era española, empezó a cantar las glorias de Machado, que era su poeta preferido.
Para corresponder a su amabilidad, le dije que yo adoraba a Rabindranath Tagore y así, entre las Soledades de Machado y el Gitanjalí de Tagore, nos hicimos tan amigos, que no solo me cambió el billete sin cobrarme nada, sino que llamó a un amigo que tenía un hotel en Katmandú, le dijo que me reservara una buena habitación y que mandara a alguien a buscarme al aeropuerto.

Así fue mi primera y gloriosa entrada en Katmandú.
Me recibieron como si fuera de la familia y me trataron como a una princesa.

Desde entonces siempre voy al mismo hotel y mis amigos también, hasta el punto de que aunque no tienen restorán, conseguí que me hicieran todas las comidas allí, porque he de reconocer que en Katmandú no se come demasiado bien y me sentaba mucho mejor la comida que me hacían en el hotel, casi siempre arroz con pollo y/o con verduras.

Cada vez que tocaba el timbre acudía a mi habitación un chico descalzo, silencioso y muy respetuoso con un termo de agua caliente.
En Katmandú prefieren el agua o en su defecto, la cerveza san Miguel.




sábado, 25 de marzo de 2017

DOSCIENTOS VEINTISEIS







En ocasiones, a través de comentarios en FB, establezco cierta amistad con personas a las que nunca he visto y sin embargo, parece que tenemos ideas parecidas acerca de temas que nos interesan a ambos.
A pesar de que yo suelo ser bastante explícita, en cuanto a dar a entender que no me gusta salir de casa y que solo lo hago con amigos con los que ya tengo confianza, a veces me veo en aprietos, como el que me sucedió ayer.
Ya me había dado cuenta de que un artista de Barcelona había dejado caer que tenía intención de venir a Bilbao, para ver la exposición del Guggenheim sobre el Expresionismo abstracto.
Es un auténtico devoto de Rothko e incluso me atrevería a decir que su influencia se manifiesta en la obra de mi “amigo” sin disimulos de ninguna clase, algo que me resulta difícil de silenciar. 
Cuando ya tenía comprado su billete de avión, me envió un mensaje privado en el que me invitaba a comer con él en Nerua, que es el restaurante del Guggenheim, el cual según Belén Lucas, la directora del lugar donde voy a la clase de escritura, es mejor que Azurmendi.
Hace tiempo Mattin nos invitó a Lisa y a mí al de Eneko Atxa y me gustó, me pareció como un paseo por el bosque, lo pasé muy bien.
Acepté la invitación del catalán, no porque me apeteciera estar con él, sino porque tenía ganas de conocer el famoso Nerua.
Debe de ser carísimo, a pesar de tener menos estrellas Michelín que el otro.
En el momento en que hice clic y salió mi mensaje, me puse tan nerviosa que al cabo de un rato decidí decirle que no podía ir.
Un motivo personal de suma importancia me lo impedía.
Contestó en seguida diciendo que no me preocupara, que lo entendía y que ya nos conoceríamos en otra ocasión.
Recobré la serenidad y me di cuanto una vez más, de que meterme en situaciones incómodas no es mi fuerte.
Recuerdo algunas veces en las que me he encontrado en ambientes que no eran de mi estilo y he salido huyendo sin despedirme, ya que lo único que deseaba era sentirme libre.

Respecto a las amigos de FB, no es la primera vez que me pasa algo parecido, tanto con hombres como con mujeres.
Las consecuencias de mis negativas suelen ser parecidas.
Empiezo a notar frialdad en los comentarios y poco a poco dejamos de ser amigos.
No soy persona de grupos.
Me gusta estar con las personas mano a mano o en casos excepcionales puedo abrirme a tres.
Más gente me resulta imposible.
Me alteran las conversaciones cruzadas, la necesidad perentoria de tener que hablar, las interrupciones y todo el ruido que hacemos cuando nos juntamos mucha gente.

Prefiero el silencio.
Soy una maniática.

Me gusta la soledad.
No tengo la mínima intención de cambiar o si lo hiciera, sería para exagerar mis tendencias.


Hace tiempo, inauguraba una exposición en Madrid, me llamó mi madre para ver que tal estaba y para desearme suerte o éxito o lo que fuera y se despidió diciendo:

Blanca, por favor, no te extralimites en tus extravagancias (sic)








viernes, 24 de marzo de 2017

DOSCIENTOS VENTICINCO







Creía que a estas alturas de la vida ya no me llevaría grandes sorpresas, no obstante lo que me pasó ayer por la tarde, fue una clara demostración de que estaba equivocada.
Desde hace tiempo, presento mis fotos en un concurso en el que marcan el tema y hay que seguirlo a rajatabla.
En general son fotos que tengo a mano, por ejemplo arquitectura, paisajes de playa, de campo, luces y sombras, retratos y asuntos por el estilo que, o bien ya los tengo en mi colección o puedo salir y sacar las fotos cerca de casa sin demasiado trabajo.
Uno de los últimos que pedían era “El cuerpo humano”.
Se me ocurrió decirle a Beatriz que me dejara sacarle a ella y se negó en rotundo.
Estaba tumbada en su cama viendo algo muy interesante en su iPad.

¿Cómo se te ocurre semejante cosa?
¿No te das cuenta de que estoy ocupada y super a gusto?

Si, ya me había dado cuenta de que no era el mejor momento para pedírselo, pero como mi determinación corría prisa, decidí hacerlo yo misma con mi propio cuerpo, por lo que fui a mi cuarto, quité el edredón de mi cama, abrí la ventana para que entrara bien la luz, encendí las lámparas con el fin de que crearan sombras y me desnudé.
Puse mi iPhone en Cámara y resuelta a hacer unas fotos que después editaría y quedarían estupendas, me puse las gafas para no cometer errores.
Intenté ver lo que se veía en el móvil cuando enfocaba mi cuerpo y no podía dar crédito a lo que mis ojos vieron.

Un ballenato de carne blanca, unas formas escandalosas, algo imposible.
Me pegué un susto morrocotudo.
Cerré el iPhone, me vestí corriendo y traté de olvidar la escena.
No quise volver a pensar en aquello.

Luego tuve clase de natación y con toda la naturalidad de la que soy capaz, me puse el traje de baño y me paseé entre las walkirias de mi gimnasio, haciendo de tripas corazón, como si fuera una más.
Y me pregunto qué ha sido de mi fuerza de voluntad.

¿Por qué no hago un esfuerzo sabiendo que detesto la gordura?

Y una vez más recuerdo a Gandhi cuando decía:

Se llega más lejos con la fuerza de voluntad que con la inteligencia.






jueves, 23 de marzo de 2017

DOSCIENTOS VEINTICUATRO






El sonido que más me ha cautivado de todos los que he tenido la fortuna de escuchar a lo largo de mi vida, es el canto de los pájaros y de estos, los que me transportaban a otro universo, son los pájaros de Amaroo, en Australia.
Sentía tanto placer, que me tumbaba en la hierba, cerraba los ojos y me deleitaba escuchándoles.
No cantaban todo el tiempo, era un rato, como un concierto y de repente, paraban y a lo mejor pasaban horas hasta que volvían a empezar.

Me aficioné hasta el punto de querer escuchar los pájaros de otros lugares.
En casi todos los sitios donde hay árboles, se puede escuchar el canto de los pájaros, pero por alguna razón que desconozco, ninguno me ha gustado tanto como los de Amaroo.
Escuchar cantos de pájaros grabados tampoco me satisface.



He ido a muchos conciertos en mi vida, sobre todo a los de mi hijo, ya que se dedica al ruido desde los catorce años más o menos y desde entonces, ha hecho giras por todo el mundo.
No es que el ruido y la improvisación sean mis preferidos, pero siendo mi hijo puse interés y a través de lo que él me explicaba y de sus conciertos, fui aprendiendo a disfrutar de algo que no era exactamente mi fuerte.
Sin embargo, Mattin tiene algo especial que en cuanto sale al escenario, eleva la vibración del ambiente y hay que ser muy frío para no sentirlo.
Lo que él hace no es fácil de apreciar sin una preparación previa, ya que no está sometido al mundo académico, no obstante, todos los músicos que se dedican al ruido, estudian mucho.

Debido a que Mattin va a estar en la documenta14, cada día miro lo que van anunciando sobre los proyectos que se presentan y compruebo que de momento, casi todo lo que muestran son asuntos relacionados con la jihad, con los refugiados y con todo lo que está en contra del sistema.

Mattin me cuenta que ya tiene tres chicas y un chico que están trabajando con él.
No saben gran cosa de su tipo de “música” pero están aprendiendo a pasos agigantados.
Está muy contento.
Un mes en Atenas preparando su presentación, es algo inmenso para un artista.

Cada día estoy más contenta de haberle animado siempre para que hiciera lo que le apeteciera, si es lo que le hace feliz.

Al morir mi hijo Carlos, algo en mí se reveló de una manera casi iniciática y me hizo ver que lo único realmente importante que podía hacer por mis hijos, es quererles mucho y darles toda clase de facilidades para que sean libres y felices.

Dejé de hacerme la seria con los mayores y me di cuanta de que eran muy responsables, casi no me necesitaban y el recién nacido era un encanto que me hacía muy feliz.