viernes, 31 de julio de 2020

CUATRO MIL OCHENTA Y UNO










Era yo muy joven todavía cuando leí "Cien años de soledad" y a partir de ahí cedí ante el embrujo de la literatura latinoamericana.
Primero fueron los libro de García Márquez, uno detrás de otro hasta que cayó en mis manos "El amor en los tiempos de cólera" que, durante mucho, mucho tiempo, si alguien me hubiera preguntado cual es el libro qué más me ha gustado en toda mi vida, habría contestado sin dudarlo:

"El amor en los tiempos de cólera"

Desde ese momento me dediqué a los escritores latinoamericanos de los que ni siquiera había oído hablar hasta entonces, ya que la literatura francesa me había seducido como nada ni nadie lo había conseguido antes y no había espacio en mi afrancesada mentalidad para ni por asomo pensar que el castellano pudiera ser una lengua tan poética y expresiva como me consta hoy en día.

Ha pasado el tiempo y hoy, al ver el documental sobre Gabo que está en Netflix y me ha conmovido
e  instado a pensar en aquellos tiempos en que todavía no solo no conocía sino que ni tan solo intuía que existiera el realismo mágico en todo el país latinoamericano, porque a partir de Gabo, tuve la suerte de que se desgranaran ante mí los pensamientos, las palabras y la mentalidad de un mundo soñado muy lejano a lo que había tenido la oportunidad de tocar con mis manos, de realizar que existía algo tan fuera del realismo puro y duro, hasta entonces.
Me ha encantado la historia y el personaje de García Márquez, está contado con auténtica ternura y respeto, además de que tengo la sensación de que está basado en la verdad y si alguien me dijera que hay lagunas o interpretaciones que no concuerdan con los hechos, me tiene sin cuidado, he sido muy feliz.
Yo me creo todo lo que me cuenten de Latinoamérica porque he tenido la oportunidad de verlo con mis propios ojos.
Recuerdo que cuando fui a Curaçao conocí a una mujer latina y me contó, sin que tuviera relación con el tema que tratábamos, tres cosas que ni siquiera a ella le habían impresionado que sucedieron en el mismo día.
Siento no acordarme más que de dos de esos episodios, el tercero se lo ha llevado el viento:

Uno: había cuatro volcanes en erupción que ella veía desde el lugar donde se hallaba.
Dos: dos iglesias construidas con sal.

Nada de lo que me cuenten me puede sorprender sobre lo que acontece desde Tijuana hacia abajo.










jueves, 30 de julio de 2020

CUATRO MIL OCHENTA










Casi todas las circunstancias actuales de mi vida me invitan a no salir de casa, por lo que me sigo dedicando a mis aficiones favoritas que están relacionadas con el ordenador, es decir, redes sociales, fotos y películas.
Lo único que echo en falta es poder trabajar con fotos nuevas, sin salir de casa me quedan pocas oportunidades apetecibles ya que trajinar sobre fotos antiguas que es una posibilidad interesante me resulta trabajoso, exige movimiento y estar de pie.
También me vendría bien sacar fotos de millones de dibujos que tengo en un mueble con cajones, específico para ese tema, lo cual requiere trasiego y no me siento demasiado ligera.
Ahora se están ocupando Álvaro y Germán, los propietarios de Subastas Bilbao XXI de mi pinacoteca, ya os conté que quería deshacerme de todo y quedarme con lo imprescindible que, siguiendo mi intuición es un ordenador iMac Pro que me permitirá trabajar a la velocidad del rayo.
Poco a poco se van vendiendo, es un asunto que va despacio pero yo no tengo prisa, hay gente que se interesa no solo por mis cuadros sino por los otros que son joyitas, que he ido intercambiando con mis amigos artistas a lo largo de la vida.
Si quisiera podría echar de menos los que ya se han llevado pero soy fuerte y no me dejo arrastrar por la nostalgia, la única melancolía por la que me dejo atrapar es la del poliedro de Alberto Durero, uno de los grabados más reproducidos y comentados de la historia del arte.
Por otro lado ayer vi un documental noruego "La pintora y el ladrón" interesante, ahora tengo ganas de ver algo trivial, de acuerdo con la época estival, es como que el estío pide frivolidad por lo que pedí el libro digital de la biografía de Trump escrita por su sobrina y no me está interesando nada.
Tengo intención de seguir leyendo un poco más porque tal vez cuando Donald llegue a la edad adulta resulte mejor, no sé si seré capaz.
Así pasan mis días, tranquilos, serenos, siendo consciente de mis progresos en asuntos de salud que es mi principal ocupación y dando gracias al cielo por estar viva y tener una casa en donde refugiarme del calor.











miércoles, 29 de julio de 2020

CUATRO MIL SETENTA Y NUEVE










Hice bien al decirle a Jorge Calvo que iba a ver la película de Chavela.
Jorge publicó en Facebook que le había encantado o fascinado o algo por el estilo y me fié de él por lo que por la tarde, cuando terminé con mis asuntos, en ese momento en el que me apetece descansar y me consta que merezco algo bueno, puse el documental que está en Netflix y disfruté más de dos horas contemplando extasiada la vida de esa extraordinaria mujer y alabando a los que han hecho la espléndida producción.
Todo es una obra de arte, empezando por la biografía de la protagonista y el gran trabajo de los colaboradores, Chavela es un hito en la historia de la mujer mejicana.
Recordé el impacto que Méjico produjo en mí cuando lo conocí, hace muchos años y cuánto aprendí de esa gente tan tranquila que respetaba su pausado ritmo como si no existiera nada más importante en todo el planeta.
También me vino a la cabeza que no soy la única persona que se queda impresionada ante semejante mega ciudad en todos los sentidos.
Dalí estuvo allí y prometió no volver jamás.
Comentó:

De ninguna manera volveré a México. No soporto estar en un país que es más surrealista que mis pinturas (sic)

André Breton,  fundador  del movimiento surrealista, también opinaría algo similar en su visita de 1938, diciendo que México era realmente  "un país surrealista".

Me costó doblegarme al ritmo mejicano porque yo quería que todo fuera rápido y los mejicanos no conocen la prisa y tampoco les gusta, solo he visto enfadado a un mejicano cuando le presioné para que fuera más deprisa, me riñó y no solo me calmé, sino que además, aprendí.
Fue en aquel momento, lo puedo visualizar como si fuera ayer, en Mérida, en el estado de Yucatán cuando penetró en mí el espíritu mejicano, antes de haber recorrido las ruinas mayas de Chichén Itzá y de haber visto en un escaparate de una tienda de souvenirs unas cuantas cucarachas vivas vestidas con trajecitos de ballet.
En ese momento empezó mi atracción hacía Méjico y toda su cultura. 
Más tarde tuve la suerte de conocer a una chica mejicana que se auto denominaba defectuosa por ser del DF, fotógrafa que vivía en Los Ángeles y con la que coincidí en varias ocasiones, de quien guardo un magnífico recuerdo, no solo de su talento sino de su simpatía, generosidad y buen saber hacer culinario.
Aprendí mucho con ella.
Ella me enseñó a apreciar la placita Olmera en Los Ángeles y me explicó la historia y me enseñó a comer cactus y muchas cosas bonitas que solo los mejicanos conocen.
No me hubiera resultado tan fácil vivir en Los Ángeles si no hubiera sido por la cantidad de mejicanos cálidos que contrarrestan la frialdad de los americanos.









lunes, 27 de julio de 2020

CUATRO MIL SETENTA Y OCHO











Parece que el verano me tiene dispersa pero nada más lejos de la realidad, lo único que me pasa es que me duele la rodilla y eso hace que me mueva lo menos posible, ni siquiera salgo a hacer fotos que es lo que más me atrae de salir de casa.
Me ha llamado mi prima Isabel Maier que está veraneando en Montecarlo con su marido y su hijo para contarme algo que según ella me iba a divertir y tenía razón, no solo me ha divertido sino que incluso me ha sorprendido.
Yo ya había oído hablar de que Woody Allen iba a rodar una película en San Sebastián, lo que me ha pillado de sorpresa es que la esté rodando en el caserío de Juan Luis Goenaga, pintor donostiarra con quien mantuve una relación hace muchos años.
Me ha insistido en que compre el Vanity Fair porque viene un reportaje muy largo y con muchas fotos y cuenta que Goenaga y Woody Allen se reconocieron como almas gemelas cuando les presentaron y se dieron la mano.
Parece ser que Woody Allen no es demasiado sociable y Goenaga tampoco lo era, por lo menos cuando yo estaba con él.
Hasta tal punto era poco sociable que cuando Juan Elúa, director y propietario de la Galería Arteta de Bilbao organizó la exposición Euskadi Margolaritzen en Polonia y en Praga, nos llevó a un grupo de pintores vascos que solíamos exponer en su galería entre los que se encontraba Juan Luis y quiso que le acompañara a lo que Juan Luis no supo negarse, pero no pudo aguantar el trajín y se volvió antes de lo previsto.
Recuerdo que cuando íbamos a San Sebastián para comprar material de trabajo a mi me solía apetecer tomar un té en una cafetería para descansar un poco antes de volver a Alkiza que es donde estaba el caserío y él prefería quedarse en el coche esperándome.
Lo que no sabía es que Woody Allen fuera tan poco extrovertido.
Yo soy una persona bastante poco amable con los hombres con los que me he relacionado.
Me olvido por completo, cuando se acaba la conexión no me queda ni un recuerdo, ni les echo de menos ni nada por el estilo y no me apetece volverles a ver, me siento incómoda.
Todo lo contrario a esas personas que siguen manteniendo contacto durante el resto de sus vidas.
En cambio a las amigas me gusta verlas aunque la vida nos haya llevado por diferentes derroteros, me encanta encontrarme con las que eran mis compañeras en la Vera Cruz que es el colegio a donde iba en Bilbao cuando era pequeña, antes de que me llevaran interna a Santa Isabel en Madrid.
Me alegro por Juan Luis porque él daba mucha importancia a su trabajo y parece ser que en la película salen cientos de sus cuadros.
Merece el reconocimiento porque es un excelente pintor y una gran persona.























sábado, 25 de julio de 2020

CUATRO MIL SETENTA Y SIETE











Ayer me olvidé de escribir el diario.
Tendré que dejar de preocuparme por los olvidos que tengo, los aceptaré y si recupero la memoria, bien y si no, no me quedará más remedio que plantearme dejar de tomar el Zaldiac que me quita el dolor de rodilla así como el buen funcionamiento de la cabeza.
Creo que necesito tener bastante más paciencia de la que tengo, ese debe ser mi trabajo actual, desarrollarla día a día.
También me extraña haberme olvidado de escribir el diario porque durante todo el día estuve dando vueltas al tema que quería tratar que es algo que nunca se me había ocurrido.
Cuando no soy consciente de que no sé algo que me vendría muy bien, es imposible que sienta la necesidad de buscarlo o de tratar de aprenderlo y puedo vivir en la ignorancia durante siglos sin que ni siquiera se me ocurra preguntarme qué es lo que echo de menos porque a lo mejor ni siquiera me doy cuenta de que me falta algo que me haría muy feliz.
Eso es exactamente lo que me pasaba antes de reconocer a Prem Rawat como mi maestro.
Durante nueve años Pizca Riviére me hablaba constantemente de él y yo no entendía nada de lo que me decía, no veía en mí la necesidad de tener un maestro, era inútil por más que ella se empeñaba en hablarme de ese tema, era como si me hablara en un idioma que yo desconocía.
Ahora que sé de qué se trata y que llevo casi cuarenta años escuchándole y tratando de poner en práctica lo que me enseña, me doy cuenta de que era muy difícil traspasar ese umbral que me llevaba de no saber nada a saber lo que está más allá de lo conocido.
Me tranquiliza sobremanera moverme en este terreno tan importante que trata de la paz interior en el que ya estoy organizada.
Solo me falta estar ahí cada día, tengo las herramientas, solo necesito utilizarlas.
Me hace muy feliz sentir la protección que me da el conocimiento.



















jueves, 23 de julio de 2020

CUATRO MIL SETENTA Y SEIS









Llevaba tanto tiempo sin ver la televisión que me había olvidado de lo gracioso que es el Gran Wyoming.
Tenía la costumbre de hacer mis comidas en  el salón que también es mi estudio y me entretenía viendo lo que daban en mis horarios.
Cuando empecé con los problemas y mis hijos me hacían la comida y teníamos que estar separados me sentaba en la cocina y allí malcomía aburrida, porque me desapareció el sentido del gusto y todavía no me ha vuelto del todo pero conservo el recuerdo.
Ya estoy mucho mejor, no hay comparación pero todavía espero recuperarme, no pierdo la esperanza aunque voy poco a poco.
Pues sí, me he divertido con Wyoming y he recordado que tenía una amiga y supongo que todavía tengo, Sol Morales, aunque no sé nada de ella desde hace muchos años que le conocía bastante y cuando venía a Bilbao solía cenar con él y se lo pasaba bomba, parece ser que en las distancias cortas también es divertido.
Lo bueno de nuestro país es que somos cálidos aunque nos quejemos cuando vemos a los políticos pero a la hora de la verdad somos más amables y alegres que otros europeos.
Recuerdo un viaje de vuelta de Saint Gaudens que hice con Teresa Gortázar que había vivido en Francia durante cuatro años y ya no podía más.
Se disculpaba conmigo cuando criticaba a los franceses porque sabe que yo les adoro, no obstante no me quedó más remedio que reconocer que ella tenía razón.
Parábamos en todas las gasolineras para que ella fumara y yo fuera al cuarto de baño y de paso tomábamos algo.
Todo era perfecto, estaba limpio, nos servían bien, no teníamos ninguna queja, aun así en el momento en que pasamos la frontera y paramos en la primera gasolinera, el recibimiento fue apoteósico:

¡Hola guapas! ¿qué queréis tomar? Tenemos una tortilla de patata recién hecha que todavía está calentita.

¡Qué diferencia!
No me quedó más remedio que darle la razón a mi amiga y aprobar su decisión de haber dejado su casa de Valentine y volver al país del buen humor.
Eso es innegable.
A mí también me pasó algo parecido cuando volví de Los Ángeles en donde había sido muy feliz debido a mi circunstancia personal pero reconozco que me costaba el trato tan frío de los americanos, me parecía que no tenían alma.











miércoles, 22 de julio de 2020

CUATRO MIL SETENTA Y CINCO










Todos los días resultan interesantes.
A veces me levanto sin demasiadas ganas de hacer lo que tenía pensado, no obstante hago el esfuerzo de levantarme y cuando llego a la cocina para prepararme el desayuno ya me noto más animada y con ganas de empezar la jornada de trabajo.
Lo que yo hago se puede hacer sentada porque casi todo está relacionado con el ordenador pero no olvidemos que estoy sujeta a que la medicación me haga efecto porque el dolor de la rodilla a veces es insoportable y tener que salir de casa con las muletas y abrir puertas y entrar en el coche me exige un esfuerzo que no siempre resulta agradable.
La felicidad que me supone hacer fotos me compensa siempre, sobre todo cuando llego a casa y las veo en el ordenador dispuestas a ser editadas.
En ese trabajo encuentro gran satisfacción, tanta tanta que a veces hasta me olvido de escribir el diario que es otra de mis actividades que no solo me gusta sino que me reconforta y me ayuda a conocerme.
El conocimiento de mí misma es el propósito de mi existencia.
En esa tarea pongo todo mi interés y mi tiempo porque sé que es justo el que necesito para pulir mi carácter y aprender a ser feliz.
Ahora he empezado a publicar las fotos en Twitter.
Las redes sociales me ofrecen un terreno en el que puedo expresarme y me depara sorpresas agradables.
Hoy me ha pedido amistad un primo al que hace muchos años que no he visto y me ha conmovido porque recuerdo que cuando éramos pequeños y ambos vivíamos en Bilbao con nuestros padres, nos veíamos a menudo.
Ellos vivían en la calle Berástegui y la casa daba a los jardines de Albia, íbamos allí todos los años para ver la procesión del Borriquito.










martes, 21 de julio de 2020

CUATRO MIL SETENTA Y CUATRO










Estoy contenta de que exista el equilibrio en todo lo que la vida nos trae.
Por ejemplo, ayer pensé que iba a quedarme triste cuando llevé al aeropuerto a Mattin y Odita y sin embargo al llegar a casa estaba tan cansada de todo lo que había trabajado en las semanas que habían estado aquí que me alegré de quedarme sola, me metí en la cama y sentí bienestar.
Tengo que reconocer que son dos personas a las que quiero muchísimo y cuya compañía me resulta encantadora, cada uno en su estilo, pero estar pendiente de ellos, sobre todo de Mattin que, aunque no es una persona que moleste ni dé trabajo, más bien lo contrario, está tan dolorido con la hernia discal que apareció en navidad cuando estaba en Lisboa, donde tenía que hacer una performance que desde entonces no ha levantado cabeza y ha seguido cumpliendo sus compromisos de trabajo que le han hecho moverse por Europa como de costumbre.
Por fin aquí encontró un traumatólogo que le tranquilizó y le recetó una medicación que le cambió la vida.
Era doloroso verle todos los días con dolor y teniendo que terminar el libro de su tesis doctoral.
Por otro lado Odita que casi siempre había estado muy antipática conmigo, esta vez estaba encantadora casi todo el tiempo, sobre todo cuando salíamos juntas me ayudaba mejor que una persona mayor, se encargaba de mis muletas y de que yo estuviera cómoda y me decía que le pidiera lo que necesitase.
Fue maravilloso que se comportara conmigo con tanta delicadeza.
Puede disfrutar del placer de ser abuela, algo que casi nunca había sentido.
No sé si habrá sido porque ya tiene diez años o también porque ahora va al Waldorfschule que es un colegio cuyo fin primordial es hacer niños felices.
Es una niña muy especial, culta, sofisticada, que se da cuenta de todo lo que es importante y cuando estoy con ella puedo mantener conversaciones interesantes de verdad, tenemos muchos gustos en común y en algunos terrenos como el de la informática, me enseña bastante.
Reconoce los cuadros pintados por mí y las preguntas que me hace son de gran nivel.
Por otro lado Mattin con quien suelo mantener largas conversaciones sobre temas que nos interesan a ambos, llegaba a casa tan dolorido que lo único que deseaba era cenar y acostarse.
No puedo decir que no he disfrutado de la compañía de ambos porque mentiría, me ha hecho muy feliz tenerles en casa tanto tiempo, pero ahora estoy recuperándome de un trabajo excesivo para mi estado de salud, no olvidemos que estoy saliendo de una leucemia y que mi rodilla derecha duele.








lunes, 20 de julio de 2020

CUATRO MIL SETENTA Y TRES










Necesito acceder a un taller de escritura, estoy perdiendo el contacto con la literatura, siento que escribo como si me conformara con decir lo que deseo sin permitirme el lujo de hacerlo con bellas palabras, no puedo seguir así, era más feliz cuando iba a clase y leía mis textos en alta voz.
Siempre que he necesitado algo desesperadamente lo he conseguido, espero que esta vez vuelva a pasarme, vendrá por donde menos lo espero.
Estaba tan contenta con el profesor y con las personas que nos encontrábamos allí, ya conocíamos los distintos estilos, los progresos que hacíamos cada uno y eso es un paso importante, otorga confianza y ayuda a mejorar y enriquece el vocabulario.
Los comentarios de los compañeros son imprescindibles, y más todavía los del profesor.
Ojalá podamos volver.
Yo se lo he pedido a Íñigo Larroque, se lo he suplicado, incluso le he recomendado un local.
No me gustaría cambiar de profesor.
Estaba demasiado contenta con él y he tenido la experiencia de ir a otros cursos y no me satisficieron a pesar de poner todo mi entusiasmo.
Esperaré tranquila y relajada, leyendo que es lo que recomiendan los escritores a los que somos novatos.
Lo dicen todos, incluso Borges.









domingo, 19 de julio de 2020

CUATRO MIL SETENTA Y DOS










Hoy tenemos cena familiar para celebrar el cumpleaños de mi hijo Jaime.
Jaime y Mattin han decidido cocinar.
Ambos son buenos cocineros aunque muy diferentes.
A Jaime le gusta la comida picante, con muchas especias y no tiene preferencia respecto a la carne o pescado.
Tomó clases en Tailandia, por lo menos es lo que yo sé y ha vivido solo muchos años en Mallorca y en otros lugares así que no le falta experiencia.
Durante el confinamiento yo no estaba en condiciones de hacer nada por lo que Beatriz y Jaime llevaron las riendas de la casa, ya que lo primero que tuvimos que hacer es decirle a Norma, la chica boliviana que viene a ayudar en casa desde hace muchos años que se quedara en la suya.
Beatriz se hizo responsable de la limpieza, camas, lavado de ropa y sobre todo de mi medicación que ya la estaba llevando desde el principio.
Jaime se hizo cargo de la compra y la cocina.
Alguna vez, menos de las que hubiéramos deseado Jaime y yo, Beatriz hacía una tortilla de patata que es la mejor del mundo, se hacía desear.
Se portaron muy bien conmigo, nunca se oyó una queja y se organizaron con mucha cabeza para que la situación en la que nos encontrábamos no hiciera mella en nuestros caracteres ya que además de lo ya explicado, no podían estar cerca de mí, teníamos que estar separados porque yo soy de alto riesgo.
Las fiestecitas como la de hoy suelen ser más disfrutadas por los chicos y por mí, ya que aunque en general yo soy macrobiótica radical, el pescado entra en mi dieta y lo tienen en cuenta.
Mattin es un estupendo chef que da mucha importancia al producto y maneja el horno como un profesional.
Le gusta el pescado salvaje y cerca de casa tenemos una pescadería estupenda, así que ya están preparando un buen menú que tendremos que cenarlo pronto porque a las nueve se verá a Jon Rahm en la televisión y en esta casa el golf es el deporte rey y Jon Rahm el Lionel Messi de ese deporte.
Esperemos que hoy no nos defraude, todas nuestras esperanzas están puestas en él.
Hoy por la mañana Mattin ha ido a Zuricaldai de Neguri y ha traído varios paquetes a los que posiblemente yo no tendré acceso.
Aparte de los aperitivos y los postres que no probaré, la cena consiste en unas almejas a la marinera cocinadas por Jaime sin demasiado picante para complacer a todos y un pescado sorpresa salvaje con patatas al horno.
Ambos platos estarán deliciosos.
Yo tomaré un té Kukicha, Odita una Coca_Cola y los demás ya tiene preparados sus vinos específicos.
Mi intención es tomar algo de pan blanco con la salsa de las almejas.
Por lo demás espero ser capaz de mantenerme en mi línea ya que me sienta tan bien la comida macrobiótica que gracias a ella estoy teniendo una recuperación extraordinaria de la quimioterapia y de toda la medicación y la comida poco recomendable que he estado comiendo durante mucho tiempo.











sábado, 18 de julio de 2020

CUATRO MIL SETENTA Y UNO











Creo que fue a partir del confinamiento cuando me abrí a nuevos amigos en las redes y por un lado ha sido bonito y enriquecedor, no quisiera perder algunas relaciones con personas amables, cultas y educadas con quienes puedo mantener conversaciones en las que intercambiamos opiniones sobre temas que nos interesan, no obstante he tenido la oportunidad de decepcionarme con personas que han tratado de invadir mi terreno, de acosarme, de tratarme de modo a mi entender vejatorio, por lo que no me ha quedado más remedio que eliminarles como amigos y en algunos casos bloquearles.
El mundo de la cibernética es así, lo tomas o lo dejas, tiene sus leyes, mis opiniones cuentan poco porque incluso he comprobado que hay gente a la que no se puede bloquear, por lo que existen maneras de hacerlo que desconozco.
Será como el mundo de los hackers al que yo no tengo acceso, bastante esfuerzo hago con estar en las redes sociales y mantener actualizados más de veinte blogs.
En su día me empeñé en hacer mi propia web y lo conseguí, incluso aprendí código pero hoy en día no tengo la cabeza para demasiados esfuerzos, incluso he olvidado montar videos con fotos, espero recuperar la memoria perdida poco a poco.
La cantidad de amigos tiene ventajas y lo contrario.
Además, las tres redes en las que me muevo, Facebook, Twiter e Instagram se entremezclan en alguna medida y a veces no sé lo que quieren.
En Twiter por ejemplo, he tenido que hacer una perfil nuevo para el ordenador a pesar de que el que tengo desde hace muchos años me funciona perfectamente en el iPhone y con muchos seguidores.
Lo que más me gusta es que mis amigos pongan comentarios sobre lo que publico, los likes significan poco para mí porque lo que realmente me gusta es mantener pequeñas conversaciones y eso solo se consigue con la palabra.
Detesto los emoticones, es demasiado fácil y son bastante vulgares.
Desde el principio tuve claro lo que me gustaba de las redes.
Por ejemplo, eso que tanto critican de que nos hemos vuelto asociales porque preferimos quedarnos en casa ante el ordenado, en mi caso es la pura verdad.
Puede ser que mi pierna rota haya influido porque tengo que hacer un esfuerzo extra cada vez que salgo por lo que si puedo solucionar mis asuntos a través del ordenador y el teléfono, lo prefiero.
Me gusta salir de vez en cuando pero reconozco que ponerme la mascarilla me resulta incómodo, además yo soy una persona de alto riesgo y me cuido todo lo que puedo, no quisiera buscarme problemas si puedo evitarlo.









viernes, 17 de julio de 2020

CUATRO MIL SETENTA











He vuelto a la peluquería Tonific porque saben cómo sanar un pelo maltratado por la quimioterapia.
De todos los horrores que me produjo el tratamiento, uno de los gordos era el del pelo y otro del que todavía no me he recuperado ha sido la pérdida del sentido del gusto, lo cual es una lástima porque me encanta comer.
Intento que no me importe demasiado porque la macrobiótica es tan saludable y los productos que utilizo, al ser ecológicos tienen tanto sabor que puedo disfrutar.
Además, poco a poco voy recuperando el paladar, así como la memoria, la vista y todo lo que he perdido en este año tan fuera de lo habitual.
Cuando salgo a comer a lugares públicos solo voy a restaurantes orientales, cuya comida es ligera y no está demasiado alejada de la macrobiótica o a lugares específicos de pescado salvaje.
Con Odita he ido varias veces a comer a restaurantes chinos en los que ella suele pedir pato que nos encanta a las dos y hablando del tema de la alimentación, ella ve que lo que comemos su padre y yo es muy diferente de lo que comen sus tíos.
A ella le encanta la carne y me preguntó si eso entraba en mi alimentación.
Le comenté que yo solamente comía animales que no tuvieran cuatro patas, a lo que ella, sin inmutarse, contestó:

Abuela, podrías comer hormigas que tienen seis patas.

Es una buena idea, contesté, nunca las he probado pero no me atrae demasiado la idea de hacerlo. 
Además creo que una hormiga no saciaría mi apetito.

Antes me encantaba comer fuera de casa, no obstante he cambiado, sobre todo desde que soy macrobiótica.
Madonna también es macrobiótica, tiene un chef japonés que cocina muy bien.
Además, en una entrevista en la que le hicieron preguntas sobre ese tema, dijo que ella nunca comía fuera de casa porque no sabes lo que estás comiendo (sic)*





*sic

Del lat. sic 'así'.
1. adv. U. en impresos y manuscritos españolespor lo general entre paréntesispara dar a entender que una palabra o frase empleada en ellosy que pudiera parecer inexactaes textual.



jueves, 16 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA Y NUEVE










No dejo de leer y publicar los vídeos que cuentan la vida de personas que han nacido con deformidades tremendas y gracias a la fuerza de voluntad consiguen ser autónomas.
Me refiero a personas con problemas gordos de verdad, no había visto nada parecido hasta que fui al Museo Nacional de Calcuta y allí vi fotos de enfermedades que ni siquiera las había visto en el cine ni las hubiera imaginado.
La web de la que hablo que se llama "Born different" y los protagonistas son personas cuyas enfermedades son tan raras que la mayoría de las veces no se conocen por lo que no hay doctores que sepan cómo tratarlas.
Por lo que voy observando, India es tal vez el lugar donde más se dan este tipo de rarezas y puede haber médicos capaces de resolverlas en alguna medida, pero se necesita mucho dinero, demasiado.
Además muchos padres no se atreven a arriesgarse, tienen miedo.
Ver gente con estas dificultades y su lucha por salir adelante con la ayuda de sus familiares hasta ser autónomos, me inspira y me ayuda a ser consciente de la suerte que tengo de tener una vida casi normal sin hacer demasiado esfuerzo, un motivo más para sentirme agradecida.
Todo se trata de la profundidad de la consciencia.
A medida que reflexiono en mi experiencia vital y aprendo a ver la perfección de la creación y me consta que la fuerza que hace que el sol salga cada día y que mantiene los planetas y las estrellas es la misma que se ocupa de mi vida en todos los detalles, no me queda más remedio que decir:

Gracias, Gracias, Gracias.

Ni siquiera sé a donde van a parar esas palabras pero sé que son las correctas porque me salen del corazón.


















miércoles, 15 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA Y OCHO











Echo de menos las clases de Escritura con Iñigo Larroque.
Tengo la sensación de que a pesar de que escribo todos los días en mi diario, lo hago como terapia, sin que intervenga la literatura que en principio es lo que más me interesa y asistir a la clase me ponía en ese punto, muy diferente y bastante más creativo que contar simplemente lo que pienso y lo que sucede a mi alrededor.

He hablado con una amiga que se trata con el mismo doctor biocuántico que me curó la cistitis y me ha dejado impresionada, me ha contado que dado que este doctor, Javier Larrea es especialista en virus y bacterias, ha curado del Covid 19 a quinientas treinta y cuatro personas.
Para una mujer tan escéptica como yo que ya casi no me fío ni de mi padre, es tranquilizado pensar que un doctor sea capaz de curar a distancia, una enfermedad tan terrible como esa.
Tal y como se están poniendo las cosas en este mundo, creo que es muy interesante abrirse a las ciencias universales, sobre todo cuando se ha tenido una experiencia personal tan fuerte como la mía. Solo Dios sabe lo mal que lo pasé con las cistitis que resultaron ser dos diferentes y en aquellos tiempos estaba con la pierna rota lo que hacía aún más difícil mis movimientos.
Me vieron todos los doctores del mundo, tanto los de la medicina pública como los de la privada, además de los especialistas y nadie fue capaz de curarme hasta que una amiga de Pamplona me habló de la medicina cuántica y me lancé sin pensarlo ,a pesar de que ya me habían decepcionado todos los médicos, había dejado de creer en la medicina.
Y ahora estoy aquí tan contenta, solo tengo un problemita en la pierna derecha que al lado de todo lo que he pasado me parece una piruleta.










martes, 14 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA Y SIETE










Las obligaciones matan la creatividad, así como los nervios, las prisas, son cosas que detesto.
Entiendo que no queda más remedio que responsabilizarse porque la vida así lo exige y nada es más saludable que la disciplina pero debe ser escogida, no forzada.
Desentenderse de la vida es una actitud tóxica.
Lo tengo muy claro porque lo he experimentado en mi propia vida.
No quiero recordarlo, solo apoyarme en lo que aprendí y saqué en limpio de toda mi época de toxicómana.
Caí muy suave pero salir fue duro, largo y muy difícil.
Pocos de mis compañeros se salvaron.
Lo primero que se necesita es humildad.
Adoro la humildad.
Me encantaría ser humilde y vivir en ese estado.
Es muy agradable.
Solamente lo experimenté una vez en mi vida, hablo de una humildad verdadera, profunda, desde la que agradecía la vida y el ego había desaparecido.
Esa vez fue muy evidente, no tuve que hacer un esfuerzo, era mi ser interno el que actuaba.
En otras ocasiones, muchas, me tengo que forzar y usar la cabeza, darme cuenta de que es mi ego el que salta y quiere sacar la cabecita de chorlito pero si utilizo lo que sé y mi voluntad, le digo:

¡Eh tú! ¡Quieto, quieto ahí, que este no es tu juego! 

Como si fuera un perro al que estoy educando.
Y así, poco a poco doy pasitos que aunque aparentemente invisibles, yo sé que han servido y que puedo apoyarme en ellos para seguir mi camino.







lunes, 13 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA Y SEIS








Han empezado a hacer obras en la parte exterior de la casa, todavía no sé en qué consiste pero evidente que la lección de algo que contó Prem Rawat hace mucho tiempo, me sirve de parapeto para ponerlo en práctica y tratar de no alterarme ante la magnitud de los sonidos que me han despertado temprano en la mañana y siguen acompañándome durante la jornada.
Decía así:

¿Qué se hace para empequeñecer un trozo de leña sin tocarlo?

Respuesta:

Se pone al lado un leño más grande.

Eso es lo que me han hecho sin hacer yo nada.
Al lado de los ruidos imposibles que hacen los obreros de la construcción, los de mis vecinos resultan ridículos, he puesto un concierto de Depêche Mode y estoy tan contenta.
No podría decir que mi estudio parezca un paraíso con pájaros de colores que cantan encaramados en las ramas de árboles autóctonos pero mi humor sigue inquebrantable.
Algo en mí sabe que lo obra de la casa es inevitable y podría resultar grotesco tratar de evitarlo, así que lo acepto y Androcanto y sigo.
Si me canso me largo y punto.
He ido a casa de mi vecina Begoña que es la presidenta de la comunidad y no estaba, me imagino que sabiendo lo que se avecinaba se habrá ido.
Yo no tengo intención de marcharme, habíamos pensado irnos a Saint Gaudens Mattin y yo pero de repente, cuando ya estaba todo decidido y teníamos las reservas confirmadas, pensé que era poco prudente salir de casa en mis condiciones.
El Covid19 acecha y en casa estoy a gusto, tengo todo lo que deseo y no corro peligro.
Mattin lo entendió y aunque le apetecía porque no ha estado nunca y le interesa la macrobiótica y sabe lo bien que me ha sentado a mí cada vez que he ido allí, lo entendió.
De momento yo donde mejor estoy es en mi casa, con mi ordenador y con mi coche abajo por si quiero dar una vuelta.
Y con Odita cerca, claro, eso es un regalo añadido.








domingo, 12 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA Y CINCO









Soy una persona influenciaba aunque intento evitarlo.
Tengo que tener cuidado con mis compañías y con todo lo que veo, leo y oigo.
Hoy se ha confirmado de una manera muy eficaz y visible.
Estaba tan tranquila en mi estudio editando fotos para un concurso y los vecinos de arriba han empezado con sus ruidos infernales, por lo que he decidido poner música alta que parece que les para un poco.
Se me ha ocurrido poner Electric Light Orchestra que en su día me gustaba bastante a pesar de que Patxi Lekue, un amigo culto y entendido, cuando se lo comenté me dijo:

Perdona Blanca, pero a mí me gusta la Músicadándome a entender que ELO era una vulgaridad.

En aquel momento me dio igual, no le di más vueltas, pensé:

A mí me da igual, si me gusta me sirve.

Y seguí mi camino de la vida tan campante.
Rara vez volví a escuchar ELO, tal vez en la radio, de pasada y siempre recordando aquella frase lapidaria.
Estaba encantada con ELO y de repente me he dado cuanta de que no me estaba gustando nada y he tenido que quitarla.
También he recordado a Patxi y he reconocido que tenía razón.
Eso se nota muy bien en los cuadros.
Pongo delante de mí una pieza que tal vez me pueda parecer interesante y pasan los días y a veces la miro y de repente me doy cuenta de que no la puedo soportar, de que la tengo que esconder y es porque no es buena, no funciona.
Así de contundente.
Ya lo dice Prem Rawat:

El tiempo es el gran bibliotecario

Ayer sin ir más lejos al entrar en mi cuarto y ver el óleo_tapiz de Carmen Olábarri que tengo en la cabecera de mi cama, pensé:

Parece mentira la cantidad de años que llevo viendo esa pieza y jamás me ha disgustado sino todo lo contrario, ni siquiera he pensado en deshacerme de ella, ni siquiera ahora que están subastando mi pinacoteca en Subastas XXI a precios ridículos y me estoy deshaciendo de auténticas joyas que no tienen parangón.

Nada como escuchar al corazón, él nos va guiando bastante mejor que la razón.








viernes, 10 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA Y CUATRO







Lo que todavía no he conseguido a pesar de que me empeño en el intento, es conseguir que nada ni nadie enturbie mi buen humor y mantenga elevado mi espíritu.
Ayer, sin ir más lejos, dejé de escribir mi diario al que doy gran importancia porque me dejé distraer por una nimiedad.
Olvidé la frase de Confucio a la que suelo acudir a menudo y casi siempre está presente en mi vida, más que nada porque acierta y es eficaz:

Si pierdes tu dinero no has perdido nada
Si pierdes tu salud has perdido algo
Si pierdes tu paz interior, has perdido todo.

El hecho de que ayer no escribiera el diario como debería haberlo hecho, no significa que perdiera mi paz interior, la verdad es que salí a cenar temprano y ni siquiera pensé en ese problema, estuve demasiado distraída, ha sido hoy, al llegar ese momento del día en el que pienso en lo que ha sido relevante, cuando me he dado cuenta de que no debo permitir que los asuntos de un banco sin importancia me distraigan de algo mucho más profundos que requieren mi atención.
Poco a poco y gracias a la consciencia y a la práctica, voy dando pasos.
Lo principal es darme cuenta de que mis progresos, aunque pequeños y lentos, hacen el camino y observo que voy madurando.
Mientras mi paz interior esté bien consolidada, no tengo por qué preocuparme ni llevarme un mal rato.
Como dijo Milarepa del Tibet:

No hay nada en este mundo por lo que merezca la pena llevarse un disgusto, ni siquiera la muerte.









jueves, 9 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA Y TRES












El comportamiento del Banco Santander no es para escribirlo en mi diario sino para publicarlo en Facebook, Instagram y Twitter con letras mayúsculas. Las tomaduras de pelo y hablo en plural porque son muchas y constantes además de intolerables, atentan no solo contra la dignidad humana sino que incluso llegan a la manipulación de los clientes por parte de los trabajadores del banco, por lo menos de algunos que me han atendido antes de pasarme al robot avisándome de que por favor, cuando me pregunten qué tal ha sido la atención, diga que un 9'5 o un 10 ya que eso es importante para ellos, lo cual no ha impedido que me hayan cortado la comunicación en medio de la operación y que me haya quedado sin poder llevar a cabo lo que estaba haciendo que eran cosas que ningún otro banco me ha pedido nunca y tengo la suerte o desgracia de tratar con varios bancos de los que podría decir cosas feas pero ninguno se acerca a la perversidad del Santander. Si quieres añadir comentarios estaría bien porque los publicaré en Instagram para que Ana Botín se entere si quiere, de lo que pensamos de su banco los que por más que lo intentamos no conseguimos salir de allí.






miércoles, 8 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA Y DOS










He llegado a un punto en mi vida en el que casi no me fío de nada ni de nadie, excepto de lo que yo siento.
Es muy posible que me equivoque pero pienso mucho las cosas y antes de tomar una decisión la estudio y le doy tiempo hasta estar segura.
Me refiero a las cosas importantes, para las demás suelo ser una atolondrada y así me luce el pelo.
No voy a entrar en detalles, no resulta inspirador y solo a mi me corresponde aprender de mi propia experiencia, cada uno tiene la suya, la que necesita, yo soy torpe pero al final siempre aprendo, lo que siento es haber metido tantas veces la pata, ojalá hubiera aprendido al principio.
En este caso en concreto, me refiero a la pandemia que nos ha tenido confinados y amedrentados, he pasado por varias fases y ahora me encuentro en una posición de escepticismo frente a lo que dicen y me cuentan.
Sigo usando mascarilla en las tiendas y cuando ando por la calle.
Intento salir de casa lo menos posible excepto para los tratamientos, me refiero al dentista, osteópata y cosas por el estilo.
Casi todo lo que necesito lo pido por teléfono y me lo traen a casa.
Como soy persona de alto riesgo me dejan lo que sea en la puerta y cuando se van la abro y meto en casa lo que encuentro.
Mis hijos se ocupan de lo que yo no puedo hacer, son conscientes de mis limitaciones y como llevamos mucho tiempo conviviendo, nos conocemos lo suficiente para saber que cada uno tiene su propia ideología y que nadie tiene la razón, sino que a veces acertamos y otras nos equivocamos, por lo que todos los malentendidos se resuelven en poco tiempo.
No veo la televisión, casi no escucho la radio y hablo con poca gente por lo que no estoy enterada de las últimas noticias del Covid 19, excepto las que me conciernen como algunas cosas que han cambiado, por ejemplo que en los aviones no pueden viajar solos los niños menores de doce años.
Me cuido todo lo que puedo porque por nada del mundo quisiera contagiarme de esa terrible enfermedad.
Respecto a los conspiraciones, no puedo decantarme por nada, no tengo ni idea.
Tengo la sensación de que nos ocultan demasiadas cosas y al mismo tiempo pienso que la pandemia nos afecta a todos por lo que me cuesta creer que haya sido un hecho provocado.
También me cuesta creer lo contrario por lo que no tengo criterio.









martes, 7 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA Y UNO











He pasado un bonito día a cambio de que me he cansado.
Me creo que estoy muy bien pero es mentira.
Estoy bien teniendo en cuenta que salgo de una leucemia pero hoy, solo por haber ido a comer a Bilbao, pasear un poco y sacado unas fotos, estoy agotada.
Resumiendo, más me vale ir despacio.
He comido en el indio de Uribitarte con mi amiga Rosa sin espinas y hemos estado a gusto, es un sitio encantador y se come bien aunque el servicio es lento, eso también cansa.
Y otra metedura de pata ha sido que en vez de pedir cada una lo correspondiente del menú, hemos pedido diferentes platos para compartir y probar de todo, lo cual yo sé desde hace mucho tiempo que a mi estomago no le gusta nada.
Es como los menús degustación que se pusieron de moda en un momento dado y me dejé llevar hasta que me di cuento de que las mezclas no me sientan bien.
Si como fuera de casa teniendo en cuenta que en Bilbao no hay restaurantes macrobióticos ni buenos vegetarianos, prefiero ir a orientales o como mucho a los especialistas en buen pescado.
Me gusta tanto la comida macrobiótica y me sienta tan bien que cada vez que como fuera, aunque me suele apetecer y disfruto, añoro la comida de mi casa que tan bien me sienta y me sana.
Por la tarde he tenido una clase con Daniel Mayor que es mi profesor actual de macrobiótica y poco a poco voy aprendiendo a salir un poco de la norma e ir incorporando diferentes cereales y verduras, así como las formas de cocción.
Eso es todo por hoy, ahora voy a cenar y a la cama.
Daniel insiste en que se debe cenar tras horas antes de acostarse pero no me siento culpable por ir a la cama después de cenar porque allí estoy sentada y me dedico a otros asuntos antes de dormirme.








lunes, 6 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA










Casi me ha venido bien que se haya impuesto en fútbol en la radio porque antes de que sucediera algo tan imprevisible para mi inocente mentalidad, algunos programas de la radio acaparaban mi atención hasta el extremo de que mis horarios se adaptaban a los de los programas que me satisfacían.
Ahora me siento más libre.
Encender la radio y encontrarme con ese ambiente brutal de voces de hombres que gritan y se pelean entusiasmados porque el arbitro ha pasado de largo un pisotón que uno del Real Madrid le ha dado a un jugador del Athletic, produce en mi una especie de pandemónium de sentimientos encontrados porque no soporto la injusticia y mucho menos cuando se trata de alguien tan cercano.
Porque el hecho de que el fútbol no me interesa absolutamente nada se acaba en el momento en que se trata del Athletic Club de Bilbao.
En ese momento entra en juego algo que no tiene nada que ver con el fútbol sino con los colores rojiblancos.
Esos colores despiertan pasiones encontradas.
Ahora no hablamos de fútbol sino de lealtad.
Me gusta ser leal.
Cuando Kabir da Veiga, el hijo de María Seco era pequeño y jugaba en un equipo del Athletic en el que metía muchos goles los domingos por la mañana y le sacaban a hombros del campo de fútbol, un día que tomé el aperitivo con él y con su madre cuando yo exponía mi homenaje al Athletic en un bar de Carnicería vieja que estaba enfrente de Félix mi enmarcador, intenté hablar con Kabir sobre su tema favorito, el fútbol y grande fue mi asombro y mi sorpresa cuando me dijo que él era del Barça.
Me costaba creérmelo pero alguien que sabía más del asunto me dijo que los niños son así, a ellos solo les interesan los ganadores, no se emocionan ante el Athletic y la cantera y esas cositas tan lindas que a mi tanto me gustaban cuando las medio oía sin prestar demasiada atención.
Una cosa es que no me guste el fútbol y otra muy diferente es que sea del Athletic con toda mi alma y que no he sabido quien era Messi hasta que le vi meter un gol que publicó Diego de Álzaga,  un amigo argentino, en Facebook.
Me impresionó y comprendí que Messi era especial aunque no tanto como para traicionar al Athletic, eso nunca.








domingo, 5 de julio de 2020

CUATRO MIL CINCUENTA Y NUEVE









Creo que ya os hablé de mi amiga Myriam que se quedó a vivir en Los Ángeles cuando yo volví a España.
Ella se ha integrado de tal manera que parece una californiana, se pasea en su Lexus y se maneja en inglés mejor que los americanos, no se le pone nada por delante.
Ahora está más conservadora que sus amigas, dice que ellas se han soltado la melena como si ya ni hubiera peligro con el Covid 19 y me dice que sigue tomando precauciones, en eso somos parecidas.
Me encanta las cosas que me cuenta sobre las reacciones de los americanos ante los cambios que se presentan.
Han aceptado el futuro que se avecina como si ya fuera el presente.
Ejemplo:
Un carnicero de Texas se encontró con muchos kilos de carne imposibles de vender.
Inmediatamente los cocinó y los repartía a domicilio, por lo que está ganando muchísimo dinero.
Otro tenía un camión de esos que se estilan en USA que venden comida pero le prohibieron estar más de una hora en el sitio donde estaba siempre al que acudían sus clientes.
Reacción:
Pasada una hora se iba a una localidad diferente, lo anunciaba en las redes y allí ya estaban esperándole, seguía vendiendo y está ganando mucho más dinero que antes.
Acción_Reacción.
Me encanta esa facilidad que tienen los americanos para facilitar las cosas, no tienen miedo a nada, para ellos hacer dinero es fácil, solo se trata de trabajar un poco más, no se les plantea la idea de no tener trabajo.
Cuando yo fui a Los Ángeles para siete semanas y me quedé tras años fui con mi hijo pequeño.
Nos instalamos en un hostal que me habían recomendado que no me gustaba demasiado, sobre todo cuando descubrimos que muy cerquita había uno con mucho encanto al que fuimos a desayunar.
Pregunté los precios y era excesivamente caro para mi presupuesto, así que como había llevado mi portafolio, se me ocurrió ofrecerles un dibujo a la cera del hostal a cambio de rebajar el precio y el dueño que tenía un Rolls rojo aparcado delante de la puerta, accedió por lo que nos trasladamos y me compré un Ford Granada del 79, típico americano muy grande pero no importaba porque no había problema para aparcar.
Es difícil vivir allí sin coche, los autobuses son escasos, las distancias largas y los coches muy baratos.
Pronto me di cuenta de que era demasiado feliz allí como para volver a mi casa por lo que decidí quedarme.
Se lo propuse a Mattin y él decidió volver.
Yo me alquilé una mobile home en un jardín con playa privada en donde estuve muy a gusto hasta que me sentí con agallas para compartir casa con los que fueron mis room mates hasta que terminé el proyecto que me había llevado a Los Ángeles.








sábado, 4 de julio de 2020

CUATRO MIL CINCUENTA Y OCHO










Tenía curiosidad desde hace tiempo por saber qué tal iba el proyecto del Manhatan bilbaíno.
Antes iba a menudo a Zorrozaurre y cuando Zaha Hadid diseñó el gran proyecto para modernizar esa zona, incluso me molesté en ver la exposición que hicieron en el museo del Bellas Artes, también mal llamado museo del parque.
No me lo creía demasiado pero como he estado tan alejada de todo lo que pasaba en mi entorno, he querido saber qué tal iban las obras.
He pasado por el puente de Frank Gehry que ya lo conocía y no he visto el nuevo, solo vi una foto en la que lo estaban poniendo con mucha parafernalia, ni siquiera sé donde.
Pues bien, Zorrozaurre está más o menos como estaba pero me ha parecido más cuidado, un poquito modernizado, con ese estilo medio cutre que caracteriza a lo que hacen los artistas que todavía no son reconocidos.
Aparte de esa sensación no he visto nada que me haya hecho pensar que el proyecto de Zaha Hadid siga en pie, nada en absoluto.
Es posible que si en vez de ser sábado hubiera sido un día de labor habría visto más movimiento, no lo sé, las casas en donde viven los vecinos de siempre están mimadas con sus macetas de flores en los balcones y también he visto algunas terrazas con gente contenta.
Nada me ha hecho pensar en una gentrificación.
Tal vez el Covid19 tenga algo que ver con esa falta de movimiento, no lo sé.
Desde Zorrozaurre se divisa Olaveaga con mucha vida, terrazas que se adentran en la ría y mucha gente disfrutando.
Definitivamente las terrazas están de moda.
Nunca les he visto la gracia, me parecen una pérdida de tiempo, en realidad solo las he frecuentado y no demasiado, cuando he viajado.
La verdad es que no bebo alcohol y eso hace que los bares hayan perdido el interés.









viernes, 3 de julio de 2020

CUATRO MIL CINCUENTA Y SIETE










Hoy por fin he ido al bosque.
Ha sido como refrescarme entera.
Mucho más efectivo que un baño en el mar aunque también hace tiempo que no lo hago, pero respirar el aire puro del bosque, escuchar el silencio solo roto por el canto de los pájaros y el murmullo de un riachuelo cercano, han logrado algo parecido a una purificación en mi cabeza sobre todo, como si me hubieran barrido las telarañas que tenía incrustadas.
Ha sido un efecto tan beneficioso que me pregunto por qué no voy más a menudo.
Dorita Castresana, mi amiga macrobiótica que ya se fue, me contó que hay ciertas cosas que son para momentos especiales, excepcionales y he recordado que cuando yo vivía en un caserío de Guipuzcoa en pleno monte era muy feliz al principio pero luego, cuando volvía a mi casa de Las Arenas era más feliz todavía porque me gusta la vida fácil de la civilización.
Me gusta tener lavadora, secadora, calefacción, ventiladores, personas que arreglen lo que se estropea y todo lo que ofrece la vida en un piso del que casi no me tengo que ocupar.
Ni siquiera me gustaría vivir en una casa con jardín y tener que estar pendiente de que todo funcione, prefiero estar delante del ordenador.
He simplificado mi vida hasta extremos en que lo que necesito es poco, fácil y concreto.
No obstante el paseo por el bosque de vez en cuando lo considero imprescindible.
La verdad es que tenía ganas de ver a Quador, un caballo con quien tenía una relación especial pero grande ha sido mi sorpresa al ver que no estaba en su cuadra, me han dicho que sus dueños lo han cambiado de sitio.
Así que no me he fijado en los demás, estaban nerviosos porque les estaban dando la comida, he tenido la idea de adentrarme en el bosque a pesar de que mi coche no es apropiado para esos menesteres y sin embargo me he arriesgado y ha sido un acierto.









jueves, 2 de julio de 2020

CUATRO MIL CINCUENTA Y SEIS










Gracias a un régimen macrobiótico estricto estoy saliendo de la leucemia y recupero la salud y la vitalidad a pasos agigantados.
También la vista, el sueño y la alegría de vivir.
Tal vez lo que más me está costando es que vuelva la memoria, supongo que los asuntos de la cabeza van más lentos que los que solo pertenecen al cuerpo físico.
Estoy tan contenta que no me cuesta ningún esfuerzo sujetarme a ese régimen que parece estricto pero no lo es, porque al mismo tiempo que lo hago y experimento sus beneficios, aprendo.
Ni siquiera siento la tentación de probar un chorizo y un lomo que trajo Beatriz de algún sitio que encontraron en el camino cuando volvieron de Zahara de los Atunes.
Hago como los A.A.* tomo la decisión para veinticuatro horas.
He empezado muchas veces la macrobiótica y también la he dejado a pesar de que me sentara muy bien.
A veces, demasiadas, lo bueno es difícil, tenemos cierta tendencia a recaer, así me ha pasado toda la vida, me caigo y me levanto, me caigo y me levanto, lo bueno que tengo es que siempre me he levantado y al final lo consigo.
Soy consciente de la suerte que tengo.
Una especie de ave Fénix.
Algunas personas que me conocen de toda la vida me comentaron cuando me diagnosticaron leucemia que en "peores situaciones me había visto".
No sabían lo que decían.
Es verdad que me he visto en situaciones difíciles pero la única peor por no comparable, fue cuando murió mi hijo Carlos, eso fue diferente.
Por lo demás, la leucemia ha sido horrible, espantosa y quiera Dios que nunca me vuelva a pasar nada parecido.
Me la he ventilado en trece meses.
También hay gente que me dice que la rodilla tal y cual.
La gente dice bobadas.
¿qué importa una rodilla al lado de una leucemia?
Nada como la experiencia.
Es una vulgaridad pero también una gran verdad que no hay nada como haber visto las orejas al lobo para apreciar lo que se tiene.






*Alcohólicoa Anónimos






miércoles, 1 de julio de 2020

CUATRO MIL CINCUENTA Y CINCO










Es difícil crecer y madurar, controlar el ego y las pasiones.
No obstante y a pesar de que lo intento, caigo y tropiezo en la misma piedra una y otra vez, me levanto y como diría Oteiza, Androcanto y sigo.
Lo bueno de la convivencia es que tengo la oportunidad de aprender, porque las personas somos diferentes y cuando nos conocemos adquirimos una confianza que puede llevarnos a perder el respeto a los que queremos.
Querer y respetar son cosas diferentes.
Siento respeto cuando veo el esfuerzo que hace la gente para superar sus defectos, sus adicciones y lo que no les gusta de sí mismos.
Recuerdo la película "Drugstore Cowboy" en la que se veía de refilón a William Burroughs en un programa de reinserción en el que barría y fue maravilloso lo que sentí en aquel momento.
Recordé lo que dice Prem Rawat:

La dignidad está en el esfuerzo

Si yo fuera capaz de controlarme cada vez que siento ganas de dejarme llevar por los nervios, la ira o el ego, me sentiría mucho más contenta conmigo misma, lo sé por experiencia, enseguida me calmo y siento una paz encantadora que me consta que está siempre dentro de mí, a la que tengo acceso solamente haciendo ese pequeño esfuerzo que tanto me cuesta.
Parece mentira que habiendo vivido tantos años en este planeta, todavía no haya conseguido superar los primeros peldaños de la escalera del control de mis pasiones.
Confío en la práctica, espero que una y otra vez, día a día pueda llegar a superar esos escalones que me resultan tan difíciles por un lado y tan infantiles al mismo tiempo.
Casi me siento ridícula.
Poco a poco me voy conociendo y soy consciente de que hago pequeños progresos, pero sigo cayendo aunque tal vez reacciono antes ante el malestar que me crea la conciencia de verme tan inmadura.
Tengo a mi favor que la vida en si misma es mi profesora de tesis doctoral.
Tengo todo a mi favor.