martes, 28 de febrero de 2017

DOSCIENTOS UNO







Ayer hablé con mi hijo Mattin sobre la actual política de extrema derecha y aunque no quise preocuparme demasiado, me quedé pensativa al leer el artículo de Marcos Reguera, profesor de la UPV, publicado en el ctxt.es, en el que cuenta cómo funciona Alt Right, actual movimiento xenófono y antifeminista.

Hasta tal punto Mattin estaba preocupado con la actual situación que se está fraguando, que al preguntarle en qué podría afectarnos Trump y sus secuaces, no dudó en decirme que se está preparando una guerra mundial.
Me cuesta creer que alguien quiera una guerra a estas alturas de la vida, ya hay bastantes guerras en este mundo.

Así que cuando terminé de hablar por teléfono, quise comentar con Beatriz la conversación que había mantenido con su hermano y con una cara de auténtico fastidio, me dijo:

¿Qué dices?
¡Hablándome de guerras cuando estoy super entretenida viendo los Óscar!

Y volviendo su cabeza hacia su iPad, dio por terminada mi interrupción, y con una falta de interés total, dictaminó:

Te aseguro que en Getxolandia no va a haber guerra.

Volví a mis cuarteles de invierno, pensando que ojalá tenga razón.
No puedo imaginarme que alguien quiera una guerra y sin embargo, al oír la radio más tarde, Trump dijo que iba a destinar cincuenta y siete mil millones de dólares para armamento.


Yo antes no me interesaba por la política. 
Prefería vivir en la inopia.
Pero cuando leí que Platón decía que eso significa ser idiota, tocó mi amor propio y a pesar de lo poco que me gusta, ahora pongo interés y aunque no profundizo todo lo que debiera, por lo menos estoy al tanto de lo que ocurre en el mundo.
Me cuesta ver tanta injusticia e insensatez, no obstante, desde que me he dedicado a ver Borgen, magnífica serie de culto a través de la cual he aprendido bastante sobre los tejemanejes de la política y los medios de información en Dinamarca, veo que hay demasiados intereses establecidos y que será muy difícil cambiarlos.

Tal vez sea mejor pensar que en Getxolandia, como dice Beatriz, no va a haber guerra, pero yo ya he visto explotar varias bombas cerca de mi casa y a mi hermano Gabriel le destrozaron la suya, cuando pusieron una bomba en la casa de Delclaux, en Ondategui.


No puedo evitar sentir cierto desasosiego, al saber que hay tanta gente sufriendo, gente que pierde a sus hijos, sus casas, sus trabajos y que se arrastran por el mundo sin saber a donde ir, no me gusta lo que veo, desearía que todos pudiéramos tener una vida digna, como nos corresponde por el hecho de ser seres humanos.




lunes, 27 de febrero de 2017

DOSCIENTOS







Ayer por fin pude ver “La llegada”.
Tenía ganas desde antes de que la estrenaran, pero por diferentes motivos no me llegaba el momento.
Me encantó, aunque he de reconocer que mi idea de los extraterrestres es diferente.
Nunca he tenido contacto con ninguno, ni siquiera he visto un ovni, pero he estado atenta a todo lo que viene diciendo Sixto Paz desde hace muchos años y lo que él cuenta me hace pensar que si de verdad existen, son más parecidos a los seres humanos de lo que muestra la película.
Estuve con la boca abierta desde el principio hasta el final, aún así, después me quedé pensando en que hay demasiados elementos que quedan sin explicación.
Creo firmemente que la actuación de Amy Adams es excelente.
En cualquier caso considero que es una película arriesgada y el hecho de que ensalce el valor de la comunicación, la convierte en notable.

Me pregunto que si realmente los extraterrestres llevan tiempo mandando señales a la tierra y ya ha habido encuentros con los jefes de estado ¿por qué tardan tanto en hacerlo público?.
A juzgar por lo que cuenta Sixto Paz, están muy avanzados en tecnología, sin embargo lo que les interesa de nosotros es el amor, ellos casi no lo sienten.
También asegura Sixto, que le han dicho que nos observan y saben que no estamos haciendo bien las cosas, mas no debemos preocuparnos demasiado por el armamento nuclear, ya que en el momento en que ellos vean que alguien tiene intención de utilizarlo, intervendrán y lo pararán inmediatamente.



Poco puedo decir sobre los Óscar, puesto que he visto muy pocas de las películas nominadas.
Me encantó Elle, la francesa de Denis Villeneuve con la maravillosa Isabelle Huppert.
Tengo auténtica debilidad por el cine francés y por Isabelle Huppert en especial, por lo que mi opinión no es subjetiva.
Un amigo francés, Jean Louis Ravagnani me dijo que está considerada como la mejor actriz del mundo.
No me cuesta creerlo.
También vi Jackie, pero me aburrí tanto que no fui capaz de verla entera.
También empecé a ver la de Maryl Streep y noté desde el principio que no era mi estilo.

A pesar de que he sido una gran cinéfila, desde que existen las series me he dejado absorber por ellas.
Me gusta esa sensación de poder ver cómo se dibujan los personajes poco a poco, con todo lujo de detalles.
Otra de las ventajas de las series sobre las películas, es que las puedo ver en casa tranquilamente, aunque reconozco que la idea de ir a una sala oscura, sin nada ni nadie que me interrumpa y poder estar centrada en la historia, es un gran lujo aunque me gustaría que fueran en versión original con subtítulos.
Así es como veo las series.

Intenté escuchar un programa que hizo la cadena Ser sobre los Óscar por la noche, pero me quedé dormida con la radio puesta.
He tratado de encontrar algo en internet, pero aparte de la confusión que tuvieron al darle el premio a la película La La Land en vez de a Moonlight que era la ganadora, no he observado nada relevante.


Creo que la gracia de los Oscar es haber visto todas las pelis antes de la ceremonia para poder tener una opinión.




domingo, 26 de febrero de 2017

CIENTO NOVENTA Y NUEVE







Tengo la curiosa sensación de que hay un poder en la sombra, que está impidiendo que se haga publicidad sobre la huelga de mujeres, prevista para el 8 de marzo, día de la mujer trabajadora.
Bien es verdad que todavía falta una semana, no obstante, considero que para un evento tan importante y además mundial, tendríamos que estar, no solo informadas sino mentalizadas para lo que se avecina.
Ayer hablé con María Seco, que es feminista pro activa y no sabía nada.
Dado que las mujeres no tenemos una estructura establecida, lo realmente importante es que creemos redes entre nosotras, lo cual se hace hablando, comentándolo con las mujeres con las que nos relacionamos.

Me temo que cuando a alguien no le conviene que la gente se entere de ciertos asuntos, hay maneras de conseguirlo.
Sin ir más lejos, el episodio del carrito de limpieza en el Guggenheim Bilbao, ha pasado a la historia como si hubiera sido un “bulo alucinante”.
No ha sido difícil.
Han utilizado un periódico de humor, como fuente responsable de la noticia.


Comienzo a leer con entusiasmo un artículo sobre las plantas, en el que se cuenta que están unidas por un internet de hongos bajo tierra gracias a lo cual se ayudan entre sí.
Me hace pensar en las mujeres, en el bien que nos haría crear esa red entre nosotras.
Sentir que estamos apoyadas, que no estamos solas para resolver problemas que parecen irresolubles, porque cuando alguien decide quejarse la respuesta que encuentra es:

Las cosas son así.
Así se han hecho toda la vida y no vas a pretender que porque a ti no te gusten, se van a cambiar.

Personalmente estoy muy agradecida a aquellas mujeres sufragistas que gracias a su lucha incansable sin ningún apoyo, hoy yo tengo derecho al voto, al aborto, al divorcio, a casarme con una mujer si lo deseo y aún así, todavía queda mucho por hacer.
No tengo que hacer demasiado esfuerzo para imaginarme la vida de las mujeres de la generación anterior a lo mía.
No quiero seguir porque me entristece pensar lo desvalidas que estamos las mujeres.



En vista de lo cual y dado que la primavera está al llegar, he sacado las plantas a la terraza para que tomen el sol y se aireen.
Las únicas que he dejado dentro de casa, son las que están en mi cuarto, ya que la lavanda está preciosa, huele bien y me ayuda a dormir.
He de confesar que nunca había dormido tanto ni tan bien, que desde que puse esa bendita planta enfrente de mi cama.


Recuerdo que siendo una niña, a veces acompañaba a mi madre a un vivero cerca de Durango, con el fin de encargar lo necesario para el jardín y la huerta de Santurce y yo me metía en el invernadero y allí me sentía feliz.
Me parecía que estaba en la casa de las hadas, todo era tan bonito, cerrado con cristal, ajeno a lo exterior, protegida de toda maldad, disfrutando de los vapores.
Siempre me han fascinado los invernaderos.
Incluso los grandes, los de plástico llenos de tomates o pimientos, por dentro, claro.










sábado, 25 de febrero de 2017

CIENTO NOVENTA Y OCHO







Dentro de unos días cumpliré setenta y un años y tengo intención de celebrarlo a mi manera, es decir como me apetezca en el momento, sin compromisos de ningún tipo.
Recuerdo que mi madre siempre se acordaba de esa fecha aunque una vez me dijo:

Ya sé que el día cinco es tu cumpleaños y te haré un regalo como de costumbre, pero te pido por favor, que no me digas cuántos cumples, no quiero asustarme.

Lo comprendí, porque a mi también me impresionan las edades de mis hijos, tengo la sensación de que son mayores que yo.

He vivido de un modo tan precipitado, que agradezco esta época de mi vida en la que cada día estoy más tranquila, casi parada.
Mi problema, como diría Sartre, son los demás.
No me atrevo a decir “el infierno”, tampoco es para tanto.

Me di cuenta el día que fui a la fiesta de Carlos en Zampa, me sentía nerviosa, casi atolondrada.
En cambio, estando solita en mi casa, no me altero.

Hace tiempo mantuve una conversación sobre este tema con una amiga y al comentarle que yo solo era yo misma estando en mi cuarto, ella me dijo:

Puesto yo ni siquiera en mi cuarto, porque actúo como dueña del perro.

Me hizo reír.
La verdad es que los seres humanos somos torpes.


Hace años, en esta época, cuando la primavera mostraba los primeros signos a través de la aparición de mimosas cerquita de mi casa, yo me sentía decaída, por lo que acudí a un doctor y me diagnosticó “astenia primaveral”.
Parece ser que es algo que sucede a la mitad de la población y se debe al esfuerzo que tiene que hacer el cuerpo para adaptarse al cambio de estación.

Yo noto que algunos días estoy cansada por la mañana a pesar de haber dormido estupendamente bien.
No me preocupo, ya se pasará.

Otra de las ventajas de tener cierta edad, es que casi no se tienen obligaciones.
No tengo que dar el biberón a un niño, ni tengo que ir a buscarle a la parada del autobús.
Ese tipo de asuntos son los imprescindibles y hay que hacerlos aunque parezca imposible.
A ver lo que pasa el día ocho, si como está previsto, todas las mujeres del mundo hacemos huelga como en su día hicieron las islandesas.
Aquello fue fundamental en la vida actual de Islandia.
Las cosas cambiaron.
No sé lo que puede pasar si las mujeres dejamos de trabajar durante veinticuatro horas.
No me disgusta la idea de ser testigo de lo que presumo puede ser una hecatombe.
Tal vez alguien se dé cuenta de nuestra importancia, tal vez.


Veo gente que cumple cincuenta años y se creen que son mayores, me hace gracia, yo les veo como niños que están empezando a vivir.
A esa edad, por lo menos ya se ha pasado lo peor y se ha tenido tiempo para aprender lo fundamental, que lo importante es la paz interior, que no hay prisa y que, como dijo Milarepa del Tíbet:


No hay nada por lo que merezca la pena llevarse un disgusto, ni siquiera la muerte.





viernes, 24 de febrero de 2017

CIENTO NOVENTA Y OCHO







Ayer asistí a la pequeña fiesta de cumpleaños que organizó Carlos Alber en Zampa.
Le regalé un ejemplar de mi libro “El esfuerzo precede a la satisfacción”.
No suelo regalar mi trabajo, más bien al contrario, me cuido muy mucho de hacerlo, es algo que me enseñó García Ergüin cuando consideró que mis cuadros ya eran vendibles.
No obstante, este caso era especial porque Carlos es un amigo íntimo que me ha cuidado con santa paciencia durante los años que estuve inmovilizada.
Por consiguiente, decidí hacer una excepción.
Dijo que le hacía ilusión, tenía ganas de leerlo.

Carlos es nueve años más joven que yo.
Pues bien, no en una ni dos, sino en bastantes más ocasiones, la gente que le veía conmigo y no le conocía, ha pensado que era mi hijo.
He de confesar que no me hacía ninguna gracia.
No solo me pasaba con él, sino que un día que fuimos un grupo de amigos a comer a un batzoki, la chica que servía, tuvo la insolencia de decirme:

¡Que bien, la amatxu, estará contenta con los hijos!

Miré a mi alrededor y haciendo un cálculo rápido, a juzgar por las edades de los que estaban allí a todos les habría tenido que dar a luz, teniendo yo entre ocho y trece años.
Para cuando reaccioné ya se había marchado, pero al salir, ya recuperada de la rabia, la dije:

Ten cuidado con lo que hablas porque yo soy bruja y tengo poderes.

Perdón, perdón, lo he dicho sin fijarme, no se lo tome a mal, perdón, perdón.
No me haga nada por favor, que soy muy miedosa y creo en el mal de ojo.

Le metí el miedo en el cuerpo.
Que se fastidie.
Estoy harta de que me tomen por la madre de mis amigos.
Me encanta conocer a personas mayores que yo, pero no encuentro ninguna.
El mundo está plagado de jovenzuelos.

Hasta tal punto este tipo de comentarios me crean complejo de vejestorio, que si por casualidad algún varón con aspecto juvenil me propone enseñarme la ciudad o hacer algún plan, lo cual no sucede a menudo y cuando así es, suele ser fuera de Bilbao, inmediatamente me niego, suelo decir que estoy casada y que a mi marido no le gustaría y enseguida me viene a la cabeza que probablemente será un gigoló y se ofrece, por si acaso cae la breva. 





Volviendo a la fiesta de Carlos, he de confesar que lo pasé estupendamente.
Encontré a varios amigos a los que hacía tiempo no veía y conocí a algunos artistas, con quienes mantuve una conversación interesante.

Me alegré de haber ido, siempre me gusta estar con amigos.

Justo antes había tenido la clase de natación en la que nadé mejor que nunca.
La profesora me felicitó por lo que estoy mejorando y en apnea duré 51 segundos.
Para ser socorrista, se exige resistir un minuto.
Me quedé satisfecha.



He hablado con mi hijo Jaime y definitivamente deja Mallorca.
Ya se ha despedido del trabajo y solo le queda deshacerse del apartamento que tenía alquilado sobre el mar y en el que ha estado muy contento.

Que la vida no es estática, es un hecho comprobado.
O me abro a los cambios o peor para mi.


Belén Lucas, la directora de Txikiplán, el lugar donde voy a la clase de escritura, me ha pasado un librito que se llama Bordados.
Está escrito y dibujado por Marjane Satrapi, mujer iraní nacida en Teherán, autora de Persépolis, donde cuenta la vida bajo el régimen islámico.
Ni siquiera había oido hablar de ese libro, aunque casi es más famoso que el del manco de Lepanto.
Es un comic, en el que cuenta la historia de su país desde el punto de vista de la mujer.

Hace tantos años que dejé de leer cómics, que me resulta sorprendente enterarme de que ahora hay una ola de mujeres que hacen cómics femeninos y feministas, dejando de lado las heroínas que no eran sino una continuación de los héroes masculinos.
Lo único que veo con agrado son las viñetas que María Seco suele publicar en FB.


Tanta información, tantas novedades y todo tan rápido que viene y va, que para cuando me doy cuenta de lo que se trata, ya están hablando de otra cosa.
Prefiero quedarme quieta, como en la butaca de un cine y ver como pasan las imágenes delante de mi, sin permitir que me afecten demasiado.

Para cuando intento profundizar en algo, ya han pasado al siguiente acto.





jueves, 23 de febrero de 2017

CIENTO NOVENTA Y SIETE







A pesar de las vicisitudes de cada día, siempre encuentro un lugar para disfrutar de lo que la vida me ofrece para alimentar mi espíritu.
Ayer, sin ir más lejos, me regalé la visita al museo Guggenheim, en donde pude solazarme con mis amigos los expresionistas abstractos, que tanto me enseñan sobre la pintura en estado puro.
Pude ver en vivo y en directo a mis ídolos.
La verdad es que estaban todos los que me encantan y a los que he adorado desde que estudiaba la carrera de BBAA.
Además, por motivos que desconozco, había muy poca gente, por lo que tuve la sensación de tener el museo a mi disposición, aunque con más seguridad que otras veces.
Supongo que será debido a que quieren evitar a toda costa, que suceda un episodio similar al del carrito de la limpieza.

Como de costumbre, las fotos estaban prohibidas, pero saqué las del museo por fuera, que me quedaron preciosas, con el titanio brillando en todo su esplendor.

Después me fui a Olaveaga y aprovechando que el sol alumbraba Zorrozaurre, saqué otras fotos que todavía no he estudiado.

Hoy se ha ido Jaime a Mallorca y tal vez la próxima vez que vuelva a casa, tenga ideas de cambio.
Ha estado en Mallorca veinte años y le apetece otra cosa.
Sabe que aquí siempre es más que bienvenido y nos tiene a Beatriz y a mi dispuestas a hacerle la vida agradable.
Es un hombre encantador con un carácter extraordinario, siempre amable, contento y con ganas de conversar.
Gran lector, informado y dispuesto a hacerme todos los favores que yo le pida, aunque intento no pasarme.

De la misma manera que disfruto cuando tengo cerca a mis hijos, puedo deleitarme cuando desaparecen y se queda la casa en silencio y todo lo que ordeno permanece en su sitio.
Es la ventaja de saber estar sola.
No solo de saber estar sola, que también, sino de ser capaz de sacarle mucho provecho.

Voy recorriendo las etapas de la vida y encontrando en cada una siempre algo nuevo, algo que sumar a lo ya sabido que lo enriquece.

Sin lugar a dudas, ahora estoy viviendo la mejor época de mi vida, porque la paz interior es el pilar que me sostiene, y eso es algo muy grande por lo que estoy muy agradecida.





miércoles, 22 de febrero de 2017

CIENTO NOVENTA Y SEIS







Me dice Beatriz que en mis textos se me escapan algunos acentos en las preguntas, tendré que poner más atención.
También me dice que le hace gracia que utilice la palabra “mas” y que se nota que es para evitar repetir “pero” lo cual es la pura verdad.
Termina diciéndome que me lee muy a gusto y yo noto que una ola de satisfacción me llena el corazón.
Agradezco con toda mi alma que alguien se interese por mi trabajo.

Sé que me repito hablando de las clases de escritura y ensalzándolas, mas no me queda más remedio que hacerlo.
Aprendo mucho, no solo del profesor sino de los alumnos también, que vamos progresando al unísono.


Sigo con Sánchez Dragó.
Es un exagerado.
Es la antítesis del minimalismo y sin embargo, tiene la capacidad de entretenerme.
Escribe bien y está versado en asuntos de la nueva era que me interesan.
A veces me canso de la cantidad de epítetos que utiliza, para decir simplemente que algo o alguien es grandioso y me dan ganas de saltarme algún párrafo, no obstante hay algo en mi que no quiere perderse nada, por si acaso es interesante.

Yo tenía una amiga, Dorita Castresana, mujer sabia donde las haya, que regentaba una tienda muy exclusiva de productos macrobióticos en Algorta, Vizcaya, que poca gente conocía.
Era amiga de Dragó y a veces se veía con él.
Dorita vendía, entre otros productos, una especie de elixir que consistía en un líquido que penetraba por ósmosis en el cuerpo.
Se ponían unas gotas en el dorso de la mano y se frotaba para que el líquido se infiltrara.
Era carísimo.
Fernando lo probó, antes de que Dorita se decidiera a venderlo y cuando vio a través de un microscopio la sangre del escritor, se quedó impresionada.
Parecía la de un jovenzuelo.
A mi me cambió la ambrosía por un cuadro, le encantaba mi trabajo y durante una temporada me ponía las gotas todos los días.
No sé si me hicieron efecto, pero si Dorita decía que algo era bueno, yo me lo creía.

Cuando volví de Los Ángeles, Dorita ya no estaba en Algorta y su tienda había cambiado.

Me llamó por teléfono y me contó que vivía en Medina del Pomar, de donde era oriunda su familia.

Un día que fui a esa zona para comer con mi amiga Rosa sin espinas, fuimos a un restaurante de Medina que se llama San Francisco y es estupendo y pregunté a la chica que nos servía, a ver si conocía a Dorita.
El nombre no le sonaba, pero cuando le dije que estaba bastante gordita, enseguida se dio cuenta de a quien me refería y me dijo que sí la conocía, pero que se había muerto.

Me dolió.
Dorita era un ser humano maravilloso, llena de amor y de sabiduría.
Era una maestra en macrobiótica.
Había sido discípula de Michio Kushi.
Había estudiado en Alemania, pero le costaba demasiado practicarla, lo que para mi es fácil de entender, porque me pasa algo parecido.
Solo soy capaz de comer de esa manera cuando no me encuentro bien.
Aprendí mucho con Dorita, la echo en falta y la recuerdo con mucho cariño.

No es fácil encontrar una amiga con quien, además de estar a gusto, se aprende. 

Creo, tengo la sensación de que Dorita fue la responsable de un cambio importante en la vida de mi hijo pequeño.
La verdad es que Mattin hacía lo que le daba la gana.
Yo no le ponía límites.
Le veía tan inteligente y sensato que confiaba en él plenamente.
El amor me cegaba.
Sacaba unas notas imposibles.
Cero en todo menos en gimnasia.
Yo intentaba no preocuparme.
Era un chico muy despierto y en el colegio se aburría, mientras que en casa leía a Nietzsche y yo conversaba con él como con un adulto.

Sin embargo, era evidente que no cultivaba la disciplina y eso no era bueno.
Una mañana que fuimos a la tienda de Dorita, ésta se puso muy contenta al vernos y deseó leerle la oreja a Mattin en lo que también era experta y en un tono serio a la vez que cariñoso, dijo:

Estoy viendo una inteligencia viva y todavía despierta, pero empieza a notarse que si sigue el camino actual no se desarrollará, se perderá.

Eso fue todo.
Mattin y yo volvimos a casa sin hacer comentarios.

Desde entonces algo en él se despertó, cambió de vida, tomó decisiones y gracias a lo que dijo Dorita, creo que su inteligencia evoluciona.



martes, 21 de febrero de 2017

CIENTO NOVENTA Y CINCO







Ayer hizo un día espléndido.
El cielo azul con una luz que permitía ver todo nítido, invitaba a la contemplación del paisaje.
Llevaba yo varios días esperando que llegara ese momento, acariciando la idea de subir a la parte de arriba del puente colgante y desde allí disfrutar del panorama y hacer fotos, ya que uno de los temas del concurso Gurushot es: “fotos desde las alturas”.
Disfruté de lo lindo.
Una señorita encantadora me acompaño en el ascensor y me dejó solita en ese espacio casi metafísico que lo han organizado de manera que se puede atravesar la ría por encima del puente colgante.
Se llama: pasarela peatonal.
Así que casi sin darme cuenta me encontré en una altura poco aconsejable para personas que sufran de vértigo, respirando un aire marinero, sano, del que mis pulmones disfrutaron como hacía tiempo no lo hacían.
Resultaba muy placentero, era casi como estar en alta mar.
Cuando terminó mi viaje en las alturas, toqué un timbre y otra señorita me recogió en Portugalete,
Me acompañó en la bajada y me invitó a quedarme en una explanada de madera, desde la que se divisa la venida del puente colgante en un ángulo perfecto para hacer un video del que me siento orgullosa, que he colgado en la web de mi producción artística.

Tenía un día muy ocupado, por lo que cancelé una cita ya que necesitaba tiempo para elegir los textos que llevaría a la clase de escritura.
Todo lo relacionado con ese tema, goza de prioridad casi absoluta.

Pues bien, al llegar a casa por la noche y revisar mis mails, comprobé que la editorial que ha publicado mi segundo libro: “El esfuerzo precede a la satisfacción” me invitaba a firmar en la feria de Saint Jordi de Barcelona, que se celebra en abril.
No me veo en un stand esperando a que me pregunten a ver que pinto allí, porque de momento creo que no pinto nada en ningún lugar público, pero recordé lo que dijo mi madre cuando pasaron el video de mi performance sobre Thomas Krens en el Guggenheim:

Es una manera de empezar.

Una vez más tuve que callarme por eso de por la paz un padrenuestro, pero que me dijera eso después de que ella misma había acudido a mis inauguraciones de Madrid, en las que gocé de un gran éxito tanto de venta como de crítica, me pareció raro aunque reconozco que en el fondo me hizo gracia.
Eran las cosas de mi madre.
No hacía concesiones.
Por lo menos, no demasiadas, a no ser que se tratase de la iglesia o del PP.

Era una mujer fuerte, dura, inteligente, tenaz, con una seguridad absoluta en si misma.
He conocido a mucha gente en mi vida, gente de todo tipo, razas, edades y costumbres, pero jamás me he encontrado con una persona de tanta valía y coraje como ella.
Ha sido una maestra extraordinaria.

Agradezco haber venido a este mundo a través de mi madre.





lunes, 20 de febrero de 2017

CIENTO NOVENTA Y CUATRO







Ayer estuve viendo un programa sobre la adicción al móvil y me quedé pensando, en que va a ser difícil que consigan parar ese tema.
Un smartphone, que es lo que la mayoría de la gente maneja, se convierte en algo casi necesario ya que es un ordenador, en el que se tienen todos los datos que se utilizan, tanto en el trabajo como para el ocio y otras actividades.
Imposible diagnosticar donde está el límite entre usar un smartphone como adicción, o pura necesidad para facilitar la vida.
El tema de ayer se basaba en los adolescentes, mas a medida que avanzaba la conversación con el psicólogo que dirigía el grupo y que luego se quedó hablando con Jordi Évole, había momentos en que se ponía difícil la terapia, porque las personas mayores también utilizamos el móvil y nos gusta, incluso más que salir a la calle y relacionarnos con gente de carne y hueso.
Hemos encontrado en las redes sociales unos amigos que no nos exigen nada y nos proporcionan información, no nos interrumpen cuando hablamos de los temas que nos interesan y si por casualidad, hacen o dicen algo que no es de nuestro agrado, les bloqueamos y ni siquiera tenemos que disculparnos.
Además, y esto es algo a lo que no se puede replicar, todavía no ha pasado suficiente tiempo como para que se haya llegado a saber, cuales son los verdaderos peligros de la era digital.

Cada día hay más colegios en los que los niños solo usan un iPad y todos están contentos, niños, padres, profesores y alumnos.
Y no estoy hablando de Finlandia sino de colegios trilingües en algunos pueblos del país vasco,.

Lo más gracioso es que los padres aparentan tener una gran preocupación con el móvil, no obstante les compran uno a sus hijos cuando cumplen doce años, porque “todos lo tienen”.
“Todos lo tienen” y “todos lo hacen” es el mantra imposible de rebatir.
El afán de los hijos por estar conectados a su móvil, es la manera perfecta para que los padres amenacen con quitárselo si no estudian, o no obedecen.
El adolescente es capaz de hacer lo que sea necesario, con tal de seguir con su móvil en el bolsillo.
Los padres reconocían que a ellos también les gusta estar conectados y aunque estén en la mesa, lo miran y hablan si les llaman.

La verdad es que resultaba incoherente lo que allí se trataba.
Lo que decía el psicólogo parecía sensato, pero a mi me resultaba académico.
La vida y las costumbres cambian, avanzan, evolucionan y ahora, en la época en que vivimos, el móvil es un dispositivo casi imprescindible para resolver problemas, entre otras cosas.

Hace veinte años más o menos yo no tenía móvil, aquí nadie lo tenía, recuerdo que algunas personas tenían teléfono en el coche como algo excepcional.
Pues bien, llegué al aeropuerto de Kuala Lumpur y me sorprendió que todo, todo el mundo estaba hablando con un móvil.

Nosotros vamos detrás pero llegamos a lo mismo.
Intentarán hacernos ver que es una adicción peligrosa, que es mejor tomar un café con una persona de carne y hueso y toda la retahíla de tópicos que repiten como loros y sin embargo, me temo que seguiremos haciendo lo que nos dé la gana como hemos hecho siempre.

Cuando pedía consejo a mi madre, ni se molestaba en dármelo, simplemente me decía:

¿Para qué me preguntas si vas a hacer lo que te dé la gana?

Para saber lo que piensas tu.

Sabes muy bien lo que pienso.
Yo soy antigua.
A mi no me gustan los cambios ni cómo se vive ahora.