martes, 1 de mayo de 2018

DOS MIL DOSCIENTOS OCHO







A lo que más temo de este mundo es al miedo.
Sentir miedo me paraliza.
Me cuesta afrontarlo y luego me doy cuenta de que no era para tanto.
En general son jugarretas de mi calenturienta imaginación.

En inglés hay una cita que cuando la recuerdo pone orden en mi cabeza:

Fear: F
Evidence: E
Apparently: A
Real: R

Falsa evidencia aparentemente real.

Creo que es verdad.

Odita, mi nieta, que es bastante más valiente y sabia que yo, me dio una lección que intento poner en práctica cuando el miedo me amenaza.

Fue el día que su padre, mi hijo el pequeño, aprobó su doctorado de Bellas Artes en la UPV*.
Había ido a comer con el jurado y pensé que volvería a casa cansado y con ganas de celebrarlo a nuestra manera.
Se lo dije a Odita y nos fuimos a comprar algo para preparar una fiestecita casera.
Me consta que él considera que la mejor tortilla de patata del mundo, es la de un bar de Las Arenas que se llama Galea y yo estoy de acuerdo.
Pero me parecían un poco antipáticos.

Le comenté a Odita que iba a intentar que me vendieran una tortilla para llevar, pero me daba miedo, porque no sabía si tenían costumbre de vender así los pinchos.
Odita me dijo:

Abuela, tu no tienes por qué tener miedo a nada.
Simplemente dices lo que quieres y ellos te contestarán.
Tener miedo no tiene sentido.
Nunca hay que tener miedo.
A nada ni a nadie.

Así que me tranquilicé.
Odita prefirió esperarme en el coche y yo fui al bar.
Pregunté tímidamente a la persona que me atendió, a ver si podía llevarme la mitad de una tortilla recién hecha, que estaba esperándome en la barra y con toda naturalidad me dijo:

Ahora te la preparo, guapa.

¡Qué tranquilidad!
¿Por qué tendré tanto miedo a todo?




*Universidad del Pais Vasco








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