jueves, 10 de mayo de 2018

DOS MIL DOSCIENTOS DIEZ Y SEIS







Georg Baselitz es un artista alemán al que, desde la primera vez que vi su obra en Madrid, hace muchos años, cuando yo también estaba exponiendo en esa ciudad, me impresionó tanto que hasta me compré un libro de esos gordos maravillosos y muy caros que rara vez me permito, porque sé que lo que de verdad me gusta, es ver los cuadros en la realidad.
En aquella época Baselitz hacia retratos que colgaba boca abajo.
Una maravilla.
Desde entonces siempre que he tenido la ocasión de ver su trabajo, no he dudado en hacerlo, en Alemania, Los Ángeles e incluso en el Guggenheim de Bilbao.

Además de sus cuadros también me gustaban sus esculturas, una especie de bustos de madera cubiertos con telas de flores, como si estuvieran forrados.
Me encantaron pero no las he vuelto a ver.

He revisado su obra reciente y reconozco que me sigue encantando.



De repente, ha salido un post en Facebook, en el que Baselitz había dicho que no cree que las mujeres tengan la capacidad de pintar bien.

Se me cayó el alma a los pies.
Pensaba que Georg Baselitz tenía más cabeza.

Me hizo recordar que más de un pintor, al ver mis cuadros, me ha comentado:

Pintas como un hombre, Blanca.

Se notaba que era el mejor piropo que habían encontrado para decirme que pintaba bien.
Yo me callaba, ya estaba acostumbrada a ese tipo de alabanza.

Incluso Borja Satrústegui, artista culto y con una sensibilidad refinada, con quien salí una temporada, llegó a decirme que a pesar de que la mujer tenía muchos valores, él consideraba que en el terreno de la creación, era inferior al hombre.
Más tarde lo retiró, pero su pensamiento ya estaba claro.

Prefiero no dar importancia a lo que digan los hombres.
Yo sigo mi camino como las hormiguitas, día a día.









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