sábado, 19 de mayo de 2018

DOS MIL DOSCIENTOS VEINTICINCO








Me sorprende que a estas alturas del siglo XXI todavía haya reyes y príncipes y princesas y plebeyas.
Hasta Odita que acaba de cumplir ocho años, hace tiempo que dejó de interesarse por los disfraces de princesas, ahora prefiere bailar “Despacito” con pantalones vaqueros.
Supongo que haber estado con sus padres en Cuba, influiría en sus decisiones.

He estado viendo un ratito la llegada de la familia real inglesa y comprendo que todo parece maravilloso, tan cuidada la hierba, los Rolls Royce impolutos y la reina Isabel vestida de verde lima para que los agentes de seguridad no la pierdan de vista.

La madre de la novia, nieta de esclavos americanos, guapa, negra y sola, en un lugar especial con lágrimas en los ojos.

Todo parecía un cuento de hadas, no obstante, me pregunto qué hará una americana joven, guapa y más libre que las mariposas, tomando el té de las cinco con su familia política, en caso de que la inviten y si no, teniendo que ir a visitar hospitales con varios guardaespaldas.

No creo que la vida que la espera en Londres vaya a ser muy divertida.

La reina Isabel le ha obligado a dejar Suits, la serie en la que llevaba tiempo trabajando.
Tampoco le permiten continuar con su blog personal, ni hacer entrevistas.

Todo está escrito en internet, lo bueno, lo malo y lo demás.
Sus hermanos desean contar todo lo que saben para sacar unos cuartos.


A ver si aguanta una vida tan protocolaria y disciplinada, cuando el glamour del principio se convierta en una carga demasiado pesada.







No hay comentarios:

Publicar un comentario