jueves, 24 de mayo de 2018

DOS MIL DOSCIENTOS TREINTA







Hace ya tiempo Pizca me contó que ponía migas de pan en sus terrazas para los pájaros.
Me apeteció hacer lo mismo, pero mi terraza es tan pequeña, sobre todo en comparación con las de Pizca que son casi jardines con plantas que llevan muchos años y están maravillosas, creo que son las más bonitas y sofisticadas que he visto en toda mi vida, que ni por un momento se me pasó por el magín que si yo hiciera lo mismo vendrían los pájaros.

A veces he visto mariposas y me han alegrado la mañana y también abejas polinizando las flores.
Hacen su trabajo y cambian de flor, no pierden el tiempo.

No obstante, cuando me contó que había encontrado un pequeño nido con tres huevitos en el interior de una planta con muchas ramas y hojas, decidí probar.
Me emocioné tanto que pensé que si algún día viera un pájaro en mi terraza moriría de amor.

Así que puse dos platitos con migas de pan y otro con agua.
Cada mañana los reviso para ver si alguien ha hurgado allí y debo reconocer que hasta hoy, nadie había tocado nada, por lo que mi sorpresa al ver que ya no hay migas ni agua, me ha emocionado tanto que no me ha quedado más remedio que contar lo sucedido.

A pesar de vivir en un pisito entre casas de pisos, me siento muy unida a la naturaleza, aunque tampoco quisiera vivir en un caserío en pleno campo.
No quiero trabajar.

Me conformo con las plantas de mi terraza y los paseos por los bosque del país de los vascos que son preciosos.

En realidad me paso el día sentada delante del ordenador, eso me hace feliz.








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