lunes, 7 de mayo de 2018

DOS MIL DOSCIENTOS CATORCE







Pizca me ha dejado un mensaje en el contestador y no puedo dejar de pensar en lo que me contaba.
Ella vive en un ático en Barcelona, que tiene muchas terrazas llenas de plantas a las que desde que se instaló allí, cuida con esmero y están cada día más sanas, grandes y bonitas.
La mayoría de su tiempo lo dedica a sus plantas, a las que adora y ellas le corresponden con su belleza.
Visitar esas terrazas es algo que merece la pena, nunca he visto algo parecido.
Además de la mano experta de Pizca, cuentan con el sol mediterráneo.

Hace poco me contó que solía echar migas de pan, para los pájaros que se acercaban.
Justo hoy, entusiasmada, me decía que al barrer la terraza de la cocina, ha encontrado un nido del tamaño de la palma de una mano, con tres huevos como la uña de un dedo gordo y se ha emocionado, lo que no me extraña nada.
Me ha asegurado que seguirá contándome cómo transcurre la historia.

Tiene que ser rmaravilloso que suceda algo así.

Alguna vez he visto un nido paseando por el campo y he sentido tanta ternura, que comprendo lo que debe estar sintiendo Pizca.

Me gustaría echar migas de pan en mi terraza pero no sé donde ponerlas, porque temo que estropeen mis pobres plantitas que no solo no tienen un sol como las de Pizca, sino que les pasa el metro por debajo con toda la electricidad malsana que tienen que superar.







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