A lo largo de mi vida he acudido a muchas terapias alternativas.
Algunas me han ayudado y otras no lo sé.
Ha habido de todo.
La que más me sorprendió fue la kinesiología*.
Me había hablado de sus bondades una chica francesa que conocí en Australia, cuando ya volvía a casa y me dijo que a ella le había favorecido.
Era la primera vez que oía esa palabra y no sabía si en Bilbao encontraría alguna persona que practicara la kinesiología.
La de mi amiga, vivía en París.
En aquella época solía ir a comer a un restaurante vegetariano, que estaba en Romo y una de las chicas que lo llevaba, me recomendó que fuera a ver a una kinesióloga que era estupenda y vivía en Castro Urdiales.
Había oído tantas cosas buenas de la kinesiología, que no tardé en pedir cita.
Al entrar noté una sensación agradable, todo estaba muy ordenado, casi en penumbra.
Esperé un ratito en un asiento confortable, tomando un delicioso té de hierbas aromáticas, me tranquilicé y me pasó al lugar de la consulta, en donde un chico tocaba los cuencos tibetanos.
Me tumbé en una camilla boca arriba, con los brazos hacia atrás.
Cerré los ojos.
La kinesióloga puso mis muñecas entre sus manos y suavemente las movía como dando saltitos.
Así estuvo un buen rato.
Cuando paró, me dijo en un tono afirmativo que no dejaba lugar a dudas:
Aquí veo la muerte de un hijo hace veinte años, que no se ha superado.
Me quedé estupefacta.
Sabía que todas las vivencias se quedan en el cuerpo, pero lo que no sabía es que se pudieran leer así.
En realidad la kinesióloga no me dijo nada que yo no supiera.
Ambas cosas correspondían a la verdad.
Mi hijo se había muerto y yo no lo he superado.
Lo he aceptado, que es muy diferente.
¿Acaso se puede superar la muerte de un hijo?
*La Kinesiología Holográfica y Cuántica es una ciencia de salud que nos enseña a tener un dialogo con el ser humano a todos los niveles, en el que tu preguntas y el cuerpo/mente responde desde lo más profundo de su ser.
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