sábado, 27 de enero de 2018

DOS MIL VEINTIOCHO







Salí hacia el campo.
Necesitaba contacto con la naturaleza.
Sin saber a donde dirigirme, me dejé llevar y recordé un lugar al que solía ir a comer con Rosa sin espinas los domingos.
Es la Hípica de Mendiondo.

En aquella época, una cerda vietnamita se paseaba por las caballerizas, arrastrando su enorme tripa y seguida a veces por su hija, más joven y delgada, pero de similar complexión.
Me gustaba verla.
No sé qué pintaban allí, entre los caballos y sin que nadie las hiciera caso.
Nunca había visto un animal parecido y aquellas cerdas, sobre todo la madre, me fascinaba.
Parece ser que están de moda como animal doméstico.
Era una especie de derivado de la cerda común española, de color oscuro, casi negro, más pequeña la cabeza y las orejas y no se le enroscaba el rabo.
Tienen fama de ser limpias cuando las utilizan como animal doméstico, pero la que yo conocí, no tenía ese aspecto.
Estaba excesivamente gorda y su tripa casi tocaba el suelo, por lo que daba la impresión de arrastrar las hierbas de los establos.
Tampoco hacía caso a las personas como se espera de las mascotas, ella era independiente, daba vueltas y aparecía y desaparecía.


Pues bien, allí accedí con ganas de volver a ver a aquella cerda que tanto me gustaba y a la que sacaba fotos que me encantaban.
Pregunté por ella y me dijeron que se había muerto y la hija, al quedarse sola, creen que se suicidó.
No sabían gran cosa.

No me pilló de sorpresa.
Ya en su día daba la sensación de que no interesaban a nadie.

Entré en el establo para ver a los caballos y sacarles fotos y entre todos, hubo uno, Quador, que me enseñó el perfil de su cabeza y me pareció muy guapo.
Le pedí que por favor me mirara para sacarle una foto de frente y por más que lo intenté, no lo conseguí.
Era tímido.
Miraba hacía abajo como queriendo esconderse.
Algo si entendía, porque dirigía su ojo hacia mí, pero no me miró de frente, a pesar de que estuve hablándole más de diez minutos, mientras le filmaba.


Tanto me gustó Quador, que he puesto la foto de su cabeza en la pantalla de mi ordenador y estoy deseando volver a la hípica para verle y entablar una relación con él, a ver si se acostumbra a verme y pierde la vergüenza.








No hay comentarios:

Publicar un comentario