domingo, 21 de enero de 2018

DOS MIL VEINTIDOS








Ayer vi “Los archivos del Pentágono”.
Me entretuvo.
Pasé un buen rato, pero luego me quedé con esa sensación que a veces me produce el cine americano, de que me están contando un cuento, para que me vaya a dormir contenta.
Todo está muy bien hecho, muy cuidado, los actores bordan su papel, no obstante salgo del cine con la sensación de que he permitido que me tomen el pelo.

Durante los tres años que viví en Los Ángeles me pareció que los americanos no tienen alma, menos mal que los mejicanos, aunque mienten, tienen corazón para dar y regalar y en California casi hay tantos mejicanos como americanos.

Respecto al cine y la fotografía, es un paraíso.
En mi trabajo de voluntariado me ocupaba de poner videos y allí aprendí la importancia de hacerlo bien, midiendo las distancias, cuidando el color, el encuadre y en definitiva, dar la importancia que merece a una presentación de video.

La vida resulta agradable porque hay respeto.
Nadie se cuela en las colas y los operarios cumplen con su palabra.
Para los americanos el dinero es lo más importante, lo cual es comprensible, porque allí la vida no es fácil, hay mucha gente que vive en condiciones precarias, ya que no pueden contar con la ayuda de la familia y si no tienen trabajo, terminan viviendo en el coche.

Cuando estaba allí haciendo mi trabajo de voluntariado, fui muy feliz, pero en cuanto se terminó el propósito que me invitó a ir y quedarme, me di cuenta de que ya nada me retenía en California, por lo que volví a Bilbao y aquí sigo, encantada de la vida.

Me gusta mi vida actual.
Supongo que al llegar a cierta edad, ya se sabe lo que se quiere y yo ya he descartado lo que no deseo.
Todavía sigo haciendo auditoría y aunque exige un trabajo constante, cada día retiro lo que no me conviene y me voy quedando con lo que me hace feliz.
Al mismo tiempo que ordeno mis asuntos materiales, los emocionales y los espirituales se van poniendo en su sitio, o tal vez sea al revés.

Me tomo la vida con calma, no tengo prisa, nadie me espera, tomo mis propias decisiones.
Me conozco lo suficiente para saber hasta qué punto debo respetar mi independencia.
Y sigo cavando dentro de mi, para conocerme mejor.

Yo creo que el propósito de mi vida es conocerme y a medida que me voy conociendo, respetarme.

En definitive, quererme.






No hay comentarios:

Publicar un comentario