lunes, 15 de enero de 2018

DOS MIL DIEZ Y SEIS









Me encanta ir al cine.
Quiero decir, que además de que el cine me gusta mucho, le veo un encanto añadido al hecho de ir a una sala de cine, donde no puedo hacer otra cosa que no sea mirar a la pantalla y concentrarme en lo que está pasando.
Veo cine en casa, lo cual también es una gozada, pero hay algo especial en una sala de cine, en la que todos los que hemos elegido estar ahí pagando una entrada, hace que se convierta en una ceremonia.

Ayer vi Molly’s Game, la biografía de una mujer extraordinaria con unas facultades fuera de lo común.
Hoy he leído las críticas de los amateurs, que me interesan bastante más que las de los profesionales y me ha llamado la atención una frase en particular:

Es una película de las que ya no se hacen.

No sé exactamente a qué se refería, lo he estado pensando y tal vez tenga razón.

Las críticas de los profesionales son frías.
Tuve una experiencia negativa con una crítica de teatro que hizo Jose Luis Merino hace muchos años, en la que ponía muy bien una obra de teatro.
No recuerdo ningún dato, solo que fui a verla con un amigo y nos tuvimos que salir de lo mala que era.
No había por donde cogerla.

Desde entonces, tengo ese prejuicio respecto a las criticas de los profesionales, se me ha metido tan dentro, que casi no me fío de nadie.

Conocí en la Hacería a un crítico de teatro que se llama Pedro Barea.
Luego le escuché en una entrevista que le hicieron en radio Euskadi y me volví a enamorar del teatro.


Mi inglés no es tan bueno como para ver a Shakespeare cuando voy a Londres, ni siquiera miro la cartelera, no obstante, aunque con cierta dificultad, puedo ver películas en inglés.

Lo que de verdad no me gusta nada, nada, nada, son los musicales.
Cuando empecé a viajar lo hacía con gente, marido, amigas o familia y era obligatorio ver todos los musicales que se estrenaban, como Jesus Christ Super Star, Oh Calcuta!, con música de Jon Lennon, en el que salían los actores completamente desnudos, Living Theater y otros que he olvidado.
Me interesaban porque para mí, todo era nuevo.

He de reconocer que la obra de teatro que vi en NY, off Broadway*, de Fernando Arrabal me impresionó.
No porque fuera buena o mala, no la entendí, pero yo era muy joven y nunca había visto algo tan irreverente.
He rebuscado entre las obras de teatro de Arrabal, para ver si el tema de alguna coincidía con la que yo vi y no la he encontrado, porque lo que sí recuerdo, es que había una especie de misa, que jamás hubiera podido presentar en ningún otro lugar.
Para entonces ya estaba exiliado y vivía en París.

Es una persona notable, le conocí en Bilbao hace unos años y puedo decir que es encantador, culto, interesante, divertido y siempre está de buen humor.




*La oferta teatral de Nueva York no se limita a Broadway. Los circuitos del Off y Off Broadway ofrecen alternativas al espectador más exigente.












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