martes, 9 de enero de 2018

DOS MIL DIEZ










Me han invitado a exponer un cuadro en una feria de Nueva York y he accedido.
He mandado uno redondo de la serie Akelarre.
Había otro que me gusta mas, pero solo sé recortar las fotos cuadradas o rectangulares, así que envié el que tenía preparado.
Me hace cierta ilusión, porque nunca he expuesto en Nueva York, que es el lugar más importante en el mundo del arte americano.
Existe cierta competitividad entre NY y LA, pero en definitiva, los artistas plásticos de LA siempre están mirando a NY.

Tengo gran simpatía a EEUU porque fui muy feliz los tres años que viví en Malibu, Ca.
Me fui integrando poco a poco y llegó un momento en el que me encontraba tan a gusto, que no veía el momento de volver a mi país.
Solo cuando terminé el propósito que me llevo allí, que era un asunto de voluntariado, comprendí que no se me había perdido nada en América, así que vendí mi coche y metí en un Storage* las pocas cosas que tenía y me vine a España, con la intención de aprender a hacer maquetas en Barcelona, ya que la persona que se encargaba del voluntariado, me dijo que sabiendo hacer maquetas, nunca me faltaría trabajo.

Animada con la idea, Pizca, que vive en Barcelona, me buscó una casa y un profesor de maquetas.
Así que llegué a Getxo, fui a Bilbao ver el Guggenheim en el metro de Sir Norman Foster y a Las Arenas a visitar a mi madre que me recibió muy seria, para hacerme ver lo mal que le parecía que me hubiera ido sin decir nada y que me hubiese quedado en USA, casi sin dar señales de vida, hasta que mataron a mi hermano Jose Manuel.
Gracias a que cuando llegué a su casa sin avisar, estaba allí mi sobrina Blanca Basterra, cuya presencia ablandó el panorama, pero pasé un mal rato que no he olvidado.
Nada nuevo.
Me tenía acostumbrada.
Ponía cara de compungida y me largaba en cuanto notaba un hueco en el aire.
Tenía pánico a mi madre, era dura conmigo.
Antes de preguntarme por qué había hecho algo, empezaba a reñirme.

Gracias a que tengo tanta facilidad para disfrutar de la vida que en el momento que salía de su casa, trataba de olvidarme del mal rato y seguía mi andadura.
A pesar del temor que me inspiraba, casi siempre hice lo que me apeteció, pero con esa sombra que aparecía cuando me daba cuenta de que todo que yo hiciera le parecería mal.

Y todavía no le había dicho que tenía pensado irme a Barcelona para aprender a hacer maquetas.

Mientras estuve casada casi no me decía nada, solo recuerdo una vez que nos encontramos en el golf de la Galea y me dijo en un tono, creo que de excesivo asombro:

Blanca, estás sin sujetador.

Si. 
¿que podía decir a algo que era evidente?

Y ella siguió:

Estás provocativa.

Me callé.
No me importaba lo que ella dijera, estaba demasiado contenta con mi nueva vida de casada y viviendo en una casa donde mandaba yo y hacia lo que me daba la gana.

Se lo conté a Carlos, mi marido y me dijo:

¿Qué le has contestado?

Nada, no se me ocurrió nada.

Cuando te dijo que estás provocativa, podías haberle dicho:

Eso pretendo.






*almacén








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