martes, 16 de enero de 2018

DOS MIL DIEZ Y SIETE









Ayer mantuve una conversación muy larga y agradable, con una persona que hace poco ha empezado a vivir en una capital europea, en donde está encantada, porque era el sueño de su vida y por fin lo ha conseguido.
Todo era maravilloso, no obstante insistía en que no tenía vida social, a pesar de que va todos los días a una academia para aprender, más bien perfeccionar el idioma, va a las inauguraciones de las galerías de arte y el día de su cumpleaños dio una fiesta en su casa.
Aún así sigue con la queja de que no tiene vida social.
Conozco bien a esta persona y sé que está muy a gusto sola, ya que lee y estudia, le gusta el cine, investiga en internet, piensa, cocina, come, duerme, escribe y trabaja en el mundo del arte en el que tiene éxito.
En fin, no sé qué más decir.
Creo que alguien le ha contaminado.

¿Qué es la vida social?
¿Tener un grupo de amigos con quienes salir a cenar todos los viernes, siempre los mismos?
¿Ser invitado a algunos eventos?

Recuerdo que cuando yo estaba casada, pronto me di cuenta de que estar con matrimonios me aburría.
Mi ex marido era muy sociable, pero no me necesitaba para estar con gente, se arreglaba solito.
Yo prefería hacer planes con él, mano a mano y recuerdo que su madre me dijo:

Blanca, no se puede vivir en el ostracismo.

Me pregunto qué es el ostracismo.
¿Será lo que hizo Henri David Thoreau?.
¿Irse al campo?

He acudido una vez más a él para salir de dudas y efectivamente, he encontrado la respuesta que buscaba:

“En mi casa tengo tres sillas; una para la soledad, otra para la amistad, y una tercera para la sociedad” 
Henry David Thoreau

Eso es exactamente lo que yo pienso.

He hecho tanta vida social durante mi vida, que ahora solo quiero tener dos sillas en mi casa, como Thoreau y no me voy a vivir al campo porque en mi casita estoy muy a gusto.
No he venido a este mundo a sacrificarme.

Terminé la conversación, sin que me viniera a la cabeza algo reconfortante para aliviar su obsesivo pensamiento.

La próxima vez que hable con esa persona, le diré que se enfoque en lo que tiene y lo demás le vendrá por añadidura.

No me gusta ir de maestra ciruela por la vida, cuando ni siquiera sé hacer la O con un canuto, pero me sorprende que personas a las que respeto e incluso admiro, estén todavía llevando en sus espaldas cargas que no existen, pero pesan.









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