sábado, 13 de enero de 2018

DOS MIL CATORCE









Uno de mis mayores defectos es la precipitación.
No me permito tiempo para reaccionar, lo cual hace que meta la pata y me comprometa, antes de darme cuenta de que no sé si podré hacer lo que me sugieren.
Parece mentira que todavía no haya aprendido a tomarme mi tiempo antes de contestar.

Hoy ya estaba nerviosa porque había medio quedado con Carmen Olábarri, amiga pintora con quien hice toda la carrera de BBAA, para ir a ver la exposición de Margaret Harrison en Azkuna Zentroa.
No solo quiero ir porque me apetece mucho, sino también porque cuando mi hijo me preguntó si la había visto, en vez de decirle que no, pero que tenía la intención de verla, le dije que si, sin más y como era mentira, me comprometí conmigo misma, para verla antes de que terminase.
Pues bien, he mandado un Whatsup a Carmen para ver si le venía bien ir hoy por la tarde y me ha dicho que está en Francia.

Casi me alegro porque así yo podré ir hoy o mañana.

Al mismo tiempo, me manda un Whatsup Josean, mi amigo de San Sebastián, para ver si me apetece ir a comer mañana con él y sin pensarlo dos veces le contesto que sí, que reservo mesa.

Me apetecía ir a Taskas, ya que en navidad fueron mis hijos y les encantó.
Cuando estaba mirando la web con la intención de llamar por teléfono, me he acordado de que he empezado el año haciendo un régimen severo para bajar kilos y si mañana saliera a comer, estropearía todo el esfuerzo que he hecho hasta ahora, así que le he dicho que perdone, que me he precipitado, pero que no puedo.

Me he vuelto asocial.
No es que no me guste relacionarme con la gente, me gusta mucho, pero casi todos los encuentros se hacen en un bar o en torno a una mesa, por lo que si no como ni bebo, se me quitan las ganas de estar como un pasmarote.

Hablo por teléfono con mis amigas y me gusta porque estoy en casa, calentita y en mi ambiente.
También tengo una amplia vida social a través de FB, donde me relaciono con personas con las que me entiendo y me encuentro a gusto.
Poco a poco he conseguido contactar con gente muy interesantes, que me mantiene más informada que cuando andaba zascandileando por los bares de Bilbao o de Getxo.

Antes de romperme la pierna y de estar tan enferma, iba casi todos los días al bar de Zampa, que ahora se llama La Estación de Neguri.
Me divertía y conocía a todo el mundo.
Me gustaba tomar una copa, es un decir, y charlar con la gente.
No puedo negar que lo pasaba bien, pero ahora estoy más contenta con la vida que hago, aunque parezca una ermitaña.


Me recreo en mi propio mundo interior y en un silencio casi continuo.









No hay comentarios:

Publicar un comentario