domingo, 14 de enero de 2018

DOS MIL QUINCE









Por fin, ayer conseguí ver la exposición de Margaret Harrison.
¡Cuanto, cuanto, cuanto aprendí!
Estaba tan emocionada, que tuve que dar varias vueltas al recorrido para poderme tranquilizar.
Lo primero que me llamó la atención, fue la valentía y el coraje de esa mujer inglesa, polémica, un poco mayor que yo, a quien censuraron su primera exposición a las veinticuatro horas de la inauguración.
No obstante, ella ha seguido adelante reivindicando su posición de mujer, con un talento y un saber hacer extraordinarios.
Salí entusiasmada, llena de inspiración y con ganas de volver a mis collages, por lo menos un ratito cada día, porque la verdad es que el tiempo se me ha encogido y ya no puedo ni pintarme las uñas.

Sentí un agradecimiento inmenso hacia Arakis.
No sé que sería Bilbao sin él.
Es lo mejor que tenemos, mejor que el Guggenheim, mejor que el metro de Sir Norman Foster y mejor que el museo del parque, incluso con Zugaza.

Hace ya muchos años que existe Azkuna Zentroa, pero desde que Arakis cura exposiciones allí, se ha elevado el nivel.
Ayer, a pesar de que estaba lleno de gente, disfruté de cómo me trataron, creo que es la exposición más cuidada de todas las que he visto hasta ahora.

Saqué fotos, video, escuché la guía en mi móvil y hasta me guardaron el paraguas para que me sintiera cómoda.

Al llegar a casa, entré en FB y le pedí amistad a Margaret que ya me la ha concedido, lo que considero un honor.

A lo largo de la vida me voy dando cuenta, de que cuanto más importantes son las personas, me refiero al mundo del arte, más humildes se vuelven.












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