miércoles, 24 de enero de 2018

DOS MIL VEINTICINCO







Antes de que me quedara embarazada de mi tercer hijo, Carlos, tuve la suerte de que Cala Ampuero entrara en mi vida.
Creo que ambas nos beneficiamos de nuestra amistad.
Por un lado, ella se había separado de su primer marido hacía poco tiempo y se encontraba sola, mientras que yo me aburría como un hongo intentando mejorar mi golf para complacer al mío, que estaba empeñado en que aprendiera a jugar bien.
A mi no me gustaba el golf ni yo le gustaba al golf.
Por más que lo intentaba, no conseguía hacer pocas.
Cala jugaba mejor que yo y ponía interés.
Con ella me divertía.
Al principio solo nos veíamos en el club de golf.
Mi vida estaba muy condicionada por mi marido y mis hijos.
Creía que tenía que hacerlo.
La amistad con Cala me salvó la vida porque lo de ser esposa, madre y ama de casa no me satisfacía.
Mi vida carecía de interés.
Había dejado todo lo que me gustaba para seguir a Carlos.
Creía que ese era el propósito de mi vida.
Gracias a Cala empecé a conectar con otros asuntos más afines a los míos.
Cala era un poco mayor que yo, tenía la ventaja de haber vivido momentos difíciles, que le habían convertido en una mujer experimentada.
Yo era una niña, recién salida del internado me había casado sin saber donde me metía.
Cala era simpática, lista, divertida, cariñosa y con suficiente sensibilidad, para darse cuenta de que yo no estaba preparada para seguirle su juego, ya que ella era libre y conocía las mieles de hacer lo que le daba la gana las veinticuatro horas del día.
Lejos estaba yo de saborear dichos placeres.
Cala sabía mucho de la vida.
Yo no solo no sabía nada, sino que era muy ingenua.
Con Cala aprendí a tener consciencia de mi propia existencia.
Tenía una voz preciosa y dominaba el arte de contar historias.
Hipnotizaba.
No era guapa y lo sabía.
Ella misma me solía comentar:

La belleza reina por si sola.
Yo sin embargo, puedo resultar bastante más interesante que un mujer guapa, pero necesito que me concedan un tiempo para demostrarlo.

A medida que nos íbamos conociendo crecía la confianza entre nosotras y nos dábamos cuenta de que nos entendíamos estupendamente.

Ella me enseñaba y yo aprendía rápido.






No hay comentarios:

Publicar un comentario