jueves, 1 de marzo de 2018

DOS MIL SESENTA Y UNO








Ayer estuve viendo una revista de interiorismo, en las que había fotos de unas casas decoradas en plan barroco, que es el opuesto a mi gusto.
Decidí ver casas de mi estilo y escribí:

Interiorismo minimalista

De repente sale un texto con unas fotos espectaculares de casas muy vacías, justo del tipo que me encanta.
Daban varios consejos para conseguir tener la casa de esa manera tan atractiva.
Me empecé a entusiasmar, pensando que con cierto esfuerzo yo también podría conseguir tener la casa así, por lo que empecé a leer con gran interés.
La característica esencial para tener una casa minimalista es el orden impoluto, por lo que decidí empezar por poner orden en unos cuadros que tenía que arreglarlos un poco.

Me pegué un susto superlativo al comprobar que los bastidores estaba llenos de carcoma.

Hablé con una amiga experta en trabajos de madera y al explicarle lo que me había encontrado, me dijo que no me quedaba más remedio que quitar las telas de los bastidores y deshacerme de ellos.
Tendré que guardar las telas enrolladas como hacen los chinos, tanto con las telas como con los dibujos.
Los enrollan y los meten en un cajón y cuando quieren verlos o enseñárselos a alguien, los sacan.
Así nunca se cansan de mirarlos.

Me llevé un pequeño disgusto, pero ya he llamado a mi carpintero para que haga todo el trabajo.

Tengo que hacer fotos y barrer todo el polvillo que ha salido en cuanto he sacado los cuadros de los papeles burbuja, en los que estaban metidos.

Espero que Jose Ignacio, el carpintero, venga pronto y pueda poner orden.
No sé que sería de mi si no fuese por él porque además de trabajar muy bien, también discurre.
No quiero ni pensar en lo que nos vamos a encontrar cuando vayamos al trastero, imagino que todos los bastidores estarán inservibles.










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