lunes, 5 de marzo de 2018

DOS MIL SESENTA Y CUATRO







La película que vi ayer Todo el dinero del mundo, me impresionó bastante, puesto que yo recuerdo aquel secuestro cuando era joven y no se hablaba de otra cosa.
Corría el año 1973 y yo tenía 27 años.
Todo el mundo estaba pendiente de que asunto tan turbio, del que no quiero desentrañar nada para no fastidiar a quienes todavía no hayan visto el film.

Desde pequeña he tenido la sensación de que la gente que tiene muchísimo dinero, es menos feliz que los demás.
Creo que el dinero es una jaula que priva de libertad.
Y es más, creo que los que menos tienen, son más generosos.

En el país de los vascos, donde yo vivo, cuando ETA estaba activa, vivíamos en constante zozobra, no solo porque los secuestros estuvieran a la orden del día, sino porque las bombas hacían saltar por los aires sus objetivos y los aledaños.
Mi hermano Gabriel tiene una casa en Ondategui en la que vivían toda la familia, que constaba del matrimonio y diez hijos.
Pusieron una bomba en la casa de Delclaux que estaba al lado y la mitad de la casa de mi hermano saltó por los aires, por lo que tuvieron que vivir como pudieron, casi a la intemperie mientras arreglaban los daños.

Cuando yo vivía en Malibu, todavía estaba allí el museo Getty, al que yo iba a menudo.
Tenía piezas maravillosas que no era capaz de disfrutar, porque la mayoría eran muy antiguas y no sabía nada de ese periodo de la historia del arte, por lo que me compré un libro y poco a poco empecé a conocer ese maravillosos museo, que dejó de existir poco antes de que yo me marchara.
Richard Meyer de encargó de la construcción del nuevo museo Getty, en una ladera desde la que se divisa todo Los Ángeles.

El de Malibu, al que yo iba hasta para tomar el té, era una casa encantadora, en la que todo estaba muy cuidado, tal vez en un estilo más europeo.

Se divisaba la playa de Malibu y el Pacífico en toda su extensión.
Yo vivía cerquita.
Un lugar privilegiado.
Fui muy feliz allí.







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