domingo, 25 de marzo de 2018

DOS MIL OCHENTA Y UNO








Sin haberlo buscado, he encontrado en el timeline de Tere Barrie, un documental sobre Iván Zulueta y me ha afectado.

La época de mi vida en la que me pinchaba heroína y trataba con los artistas de San Sebastián empezó muy bien.
Al principio solo fumábamos porros y tomábamos ácido lisérgico.
Trabajábamos, íbamos al campo, hacíamos cine, pintábamos, hacíamos exposiciones, nos reíamos y recuerdo aquellos días con alegría, pero poco a poco, unos antes y otros después, nos fuimos metiendo en otros terrenos más peligrosos, la heroína sobre todo y lo que hasta entonces había sido una especie de juego muy divertido, se fue convirtiendo en una pesadilla, de la que algunos hemos tenido la suerte de haber salido con vida.

No me gusta recordar aquella época.

No obstante me ha emocionado ver a Iván, a quien siempre recuerdo dibujando.
Tanto de día como de noche solía tener un cuaderno de dibujo en sus manos y hacía carteles de cine.

De Iván queda su recuerdo, sus películas, sus carpetas, sus carteles.

Si los que ahora son jóvenes y empiezan con drogas blandas supieran lo venenosas que son y a donde les pueden llevar, lo pensarían dos veces antes de meterse en ese mundo.













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