sábado, 24 de marzo de 2018

DOS MIL OCHENTA






Desde que mi nieta Odita cambió de mentalidad al cumplir siete años, dejó de interesarse por los vestidos de princesas y los cuentos de reinas malvadas, así que yo dejé de hacer guiones para rodar videos cortos con ese tipo de personajes.
Hasta entonces le gustaba que la llevara a HM, para volver a casa con bolsas repletas de vestidos rosas de gasa, zapatitos dorados de tacón y especies de velos para la cabeza, que se ponía hasta para ir a merendar a casa de sus primas.
Ella se sentía muy feliz.
Rodábamos muchos videos en los que cambiaba mis guiones y quería ser mi madrastra y hacerme sufrir, incluso llegaba a darme galletas envenenadas.

Pero el verano pasado fue a Cuba de vacaciones con sus padres y vino muy cambiada.
Vaqueros, camisetas y bailando las canciones de Enrique Iglesias, ya que le vio en La Habana rodando el video “Súbeme la radio”.
Bailaba como una profesional, no sé si aprendió a bailar en Cuba o tiene un talento especial, pero lo hace francamente bien.
También me enseñó a bailar “Despacito”, creo que esa es la que más le gustaba.

Desde entonces no ha vuelto a ponerse faldas ni tacones, ni habla de princesas, por lo que yo me había olvidado de que existe ese mundo, pero hoy Beatriz me ha enviado un Hola por WhatsApp y me he quedado embelesada, viendo que existen muchas princesas de verdad, que se casan con príncipes muy guapos y que en ese mundo, las maravillosas modelos que aparecen en la televisión, casi no tienen protagonismo.

Al terminar de ver esas bodas que duran tres días por lo que tanto las que se casan como las invitadas, necesitan tres vestidos diferentes, he recordado que cuando vivía en Malibu, Ca. me solía gustar ir a la librería los domingos, sentarme en una mesa con un Hola y un capuchino y embriagarme de todo lo que contaban en la revista.
Cuando terminaba de verlo más que leerlo, tenía la sensación de que había viajado muy lejos, como si hubiera salido del mundo real.

Todavía me sorprende que a estas alturas de la vida, siga habiendo reyes y príncipes y que gusten tanto a las personas mayores.

Me parecen asuntos para cuentos infantiles.





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