viernes, 2 de marzo de 2018

DOS MIL SESENTA Y DOS






Tengo la sensación de que el cambio climático ya ha empezado a hacer de las suyas y no va a haber quien lo pare.
De momento, en el país de las vascos no estamos asustados, porque el termómetro rara vez baja de cero y si lo hace, es de noche, cuando estamos durmiendo plácidamente en nuestras camas calentitas, pero en Berlín, por ejemplo, llevan varios días a  _11º durante el día.
Doy gracias al cielo de poder seguir viviendo alegremente, como de costumbre.
El frío me mata. 
Ya pasé bastante cuando estuve interna en Burdeos, me salieron sabañones.
Vinieron mis padres a visitarme y me compraron unas botas con piel por dentro que me salvaron.
En mi colegio, L'Institution du Parc, de las monjas de La Asunción, nos obligaban a salir al jardín en los recreos para que tomásemos el aire y para mi, era un horror.
Fui con mis padres a ver West Side Story que se acababa de estrenar con bombo y platillo y aunque me gustó, me pasé vergüenza porque en mi casa nunca se hablaba de sexo, ni de nada que se relacionase con ese tipo de asuntos.

Soy más bien fuerte mentalmente, pero delicada en lo referente al físico.
Todo me afecta.

Cuando vivía en Alkiza, en un caserío con animales, tuve sarna.
Y al hacer Proyecto Hombre, me pasaba el día trabajando y dormía muy poco, cada vez que me miraba en el espejo me encontraba la cara de vieja y salía espantada.

Al volver a casa y recuperar mi modo de vivir, mi casa caliente, mi siesta, mis cremas y el arroz integral, volví a encontrarme con mi estilo.

Ahora me cuido bastante, voy a Pilates dos veces por semana y noto que me sienta estupendamente, duermo y descanso todo lo que me haga falta.

El único problema que tengo es que como más de la cuenta y noto que eso no solo afecta a mi sobrepeso, sino también a mi rodilla.

Hay temporadas en las que me dedico a la macrobiótica y me sienta muy bien, pero no tengo la suficiente fuerza de voluntad para hacerlo siempre.
Caigo y me levanto, pero nunca tiro la toalla.
Al cabo de unos días en los que me permito ciertos homenajes, vuelvo a cuidarme y mi cuerpo reacciona y se encuentra mucho mejor.

Recuerdo la frase de Gandhi:

La fuerza no viene de la capacidad física. 
Viene de una voluntad indomable.

A pesar de tenerla en mi cabeza, a veces hago como que no la veo, pero puedo asegurar que cuando me domino y utilizo mi voluntad, me produce gran satisfacción.


Mis amigas me dicen que tengo fuerza de voluntad pero se equivocan.
Cuando hago lo que me cuesta, no es por mi fuerza de voluntad, sino por una gracia especial que viene de otro lugar.
Es muy difícil que yo haga algo que me cueste muchísimo, si no tengo esa ayuda que viene de otro lugar.













No hay comentarios:

Publicar un comentario