miércoles, 31 de mayo de 2017

DOSCIENTOS NOVENTA Y CINCO







Lo mejor es no apegarse a nada, porque es la única manera de no pasarlo mal si algo falla.
Hoy por ejemplo, me refiero a que algo ha pasado en FB o en Google, que, a juzgar por las estadísticas, no se puede leer el blog de mis textos en América, que es donde más seguidores tenía.
Han bajado de manera sorprendente.
Hasta hace dos semanas tenía casi cuatrocientos, que me leían cada día y poco a poco han ido bajando, hasta ahora que rara vez llegan a cien.
Sigo escribiendo con el mismo entusiasmo y trato de hacerlo de la mejor manera posible.
Escribir se ha convertido en algo necesario para mí, es imposible que pase un día sin publicar mi diario, es un compromiso.
No puedo negar que me encanta que me lean y que me hagan comentarios, aunque cuando me dicen que escribo bien, me quedo extrañada.
Yo no sé en qué consiste escribir bien.
Si leo a Borges o a Trapiello o a cualquiera de esos que lo bordan, puedo darme cuenta de que están en una dimensión difícil de alcanzar.
Hay otros, como Bolaño o Vila Matas, que también escriben bien, pero me cuesta seguirles.
Cuando leo mis textos, sé que se entienden y que no son pretenciosos pero son tan sencillos, tan escuetos que no veo mucho más, no me considero capaz de pensar que escribo bien, al contrario, me veo muy lejos, ni siquiera de saber en qué consiste escribir bien, aparte de no hacer faltas de ortografía y conjugar los verbos como se debe.

Lo que cuento son mis ideas, mis pensamientos, mi vida cotidiana, mis descubrimientos y poco más.
La vida de una mujer buscadora, que iba dándose golpes contra las paredes, tratando de encontrar la pieza que le faltaba para ser feliz y que gracias a esa búsqueda atormentada, cuando había puesto mi vida en el empeño, Eureka, lo encontré.

Desde entonces llevo una vida plácida y serena, tratando de arreglar entuertos, que quedaron colgando como consecuencia de las aventuras en las que me metí, cuando buscaba desde la desesperación.

Sé que he tenido mucha suerte.
He aprendido que todo lo que necesito está dentro de mí y sé como acceder a ello, por lo que nada me falta.

Lo único que se me ocurre es lo que decía Frida Kahlo:

¡Viva la vida viva!







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