Cada día pasa más deprisa, tengo la sensación de que voy a la velocidad de la luz.
Se acabaron aquellos tiempos en que en un día tenía tiempo para pintar, escribir cartas, leer un libro, dar un paseo, ir a la modista, salir con mi novio y más cosas que ya ni recuerdo.
¿Qué estará pasando?
Ayer por la tarde fui a dos médicos, me cansé tanto que al llegar a casa estaba temblorosa.
Menos mal que mi casa es como un balneario.
Aquí encuentro la paz y el sosiego que me curan todas las enfermedades que me vienen en cuanto salgo de mi rutina.
No ha sido fácil llegar a conseguirlo.
Cuando vivía en Las Arenas, tuve una época en que mi casa estaba abierta para las visitas y me pasó lo mismo que a Andy Warhol con su Factory.
Llegó un momento en que se hartó y construyó un estudio de acero inoxidable, en el que para entrar hacía falta tener un código especial.
Yo también me harté, pero con la mala suerte de que mi casa era una planta baja y la gente aprendió a entrar por las ventanas.
Era espantoso.
Recuerdo una ocasión en la que una parejita se quedó a dormir y les dije que se marcharan.
Al ver que seguían allí a pesar de mi insistencia en despacharles, puse un cartel que decía:
Si no os vais inmediatamente, llamaré a la policía.
Parece que surtió efecto, porque desaparecieron.
Al terminar Proyecto Hombre me vine al piso en el que vivo ahora, que está bastante escondido y no tiene fácil acceso.
Aquí he conseguido encontrar ese lugar sosegado que tanto necesitaba.
Al principio todavía permitía que vinieran algunas personas, e incluso daba fiestas, pero eso ya pasó a la historia.
Es como si tuviéramos un acuerdo tácito mis hijos y yo, gracias al cual no traemos a nadie.
Una vez, Odita quiso invitar a su amigas y le puse la condición de que ordenara su cuarto.
Cuando ella consideró que ya estaba preparado para recibir a sus amistades, se vistió de princesa y en su habitación que es minúscula, estuvo jugando y disfrutando, enseñándoles sus juguetes.
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