domingo, 14 de mayo de 2017

DOSCIENTOS SETENTA Y OCHO







He leído una larga e interesante entrevista que le hacen a Clara Janés, (la he publicado en uno de mis blogs dedicado a las mujeres*), que ha despertado en mí, el mismo tipo de emoción que sentí en el Armand Hammer Museum de Los Ángeles al ver la exposición de Judy Chicago “The Dinner Party”.
Todo lo que veía me estaba deslumbrando de tal manera, que casi no podía leer las explicaciones, porque tenía los ojos llenos de lágrimas, no obstante, al acercarme al gran mural en el que se citaba a las mujeres artistas que Judy había conseguido encontrar en su exhaustivo trabajo de investigación, a lo largo de toda la historia, desde el siglo I de la era actual, hice un esfuerzo sobrehumano y pude constatar que la mayoría eran monjas, ya que el convento, era el único lugar, donde una mujer tenía la posibilidad de acceder al arte y la cultura.

En aquel momento brotó en mi con una fuerza desconocida hasta entonces, la rabia y la tristeza que había ido almacenando en mi interior, todo lo que había reprimido a lo largo de mi vida, por el miedo de enfrentarme a mis padres y a mi entorno.

A menudo recuerdo aquella experiencia.
Además de mi propio sacrificio, apechugaba con el de todas las mujeres que han vivido antes que yo, sobre todo las de mi propia familia.

Tal vez con la biodescodificación borré algo de esa carga tan pesada.

Leyendo a Clara Janés he descubierto que hubo un tiempo en el siglo III antes de C. en el que las mujeres y los hombres eran tratados como iguales.
Es una entrevista con datos muy interesantes.
Su libro, recién publicado por Siruela, “Guardar la casa y cerrar la boca”, cuyo título responde a unos versos de Fray Luis de León, ya se está traduciendo a varios idiomas.
Indaga en el mundo de la mujeres escritoras, de las que de algunas, ni siquiera se pueden leer sus textos porque los quemaron. 

Me pregunto:

¿quien tiene miedo a quien? 
¿los hombres a las mujeres o las mujeres a los hombres?



Siempre atenta a las mujeres que son capaces de saltarse las normas con alegría, ahora tengo puesta mi atención con verdadero interés en el matrimonio Macron.
Me siento identificada con la cultura francesa, en la que la apertura respecto a los asuntos del amor, es única.
Todo está permitido e incluso alabado.
Me gustan las mujeres que son capaces de dar pasos de gigante, a pesar de que no les resulta fácil.








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