miércoles, 24 de mayo de 2017

DOSCIENTOS OCHENTA Y OCHO







He pasado demasiadas veces por el quirófano, obligada por la necesidad y no guardo buen recuerdo de esas experiencias excepto la de haber recuperado mi pierna, por lo que estoy agradecida a los cirujanos.
Por eso me llamó tanto la atención que Mila Jiménez, la que fuera esposa del tenista Santana, tenga cuatrocientos puntos de sutura en el rostro.
Imagino que serán nanopuntos o por lo menos, micropuntos.

Recuerdo una comida, hace mucho tiempo, mano a mano con un íntimo amigo en el chino Mandarín de Las Arenas, sentada frente a él, le comenté que me había notado unas arruguitas encima del labio superior, lo que ahora llaman el “código de barras”.
A mi me salieron siendo todavía muy joven, porque fumaba como un carretero.

No sé si operarme.

Alberto me miró fijamente sin cambiar la expresión de su cara, ni emitir sonido alguno, se limitó a señalar el cuello y el contorno de ojos.
No tuve el más mínimo problema para interpretar lo que me estaba diciendo.

Si empiezas, tendrás que seguir.

Así que todas mis dudas se disiparon con esa conversación.
Ya alguien me había preguntado alguna vez por qué no me operaba de la nariz y mi contundente respuesta solía ser:

Porque no.


La madre de una amiga mía que era muy presumida, se operaba con regularidad y he de confesar que estaba monísima, incluso más que su hija.

Lo que voy a contar sucedió hace más de veinte años.
Yo exponía en el antiguo Tamarises, playa de Ereaga y solía estar allí por las tardes, para atender a la gente que venía.
Pues bien, apareció esta señora, a quien yo conocía algo, pero creo que nunca había estado charlando  con ella.
En aquella circunstancia, tuve ocasión de hacerlo y mientras hablábamos de cualquier cosa, pude contemplarla a placer.
La verdad es que a primera vista estaba monísima, delgadita, muy cuidada, bien vestida y además era encantadora.
Tanto me gustaba mirarla, que le dije:

¡Que mona estás, Paz!

Y ella contestó con una sonrisa:

Me acabo de hacer unos retoques.

Te han quedado fenomenal.

Vinieron otras personas que se sentaron en nuestra mesa y la charla se generalizó, por lo que yo no necesitaba estar tan atenta y lo que vi, me sorprendió sobremanera.
Al explicar algo valiéndose de las manos para expresarse, tenía todos los dedos torcidos, afectados por la artrosis o la artritis.


Supongo que Alberto se refería a eso cuando eliminó con un gesto, mi intención de empezar con la cirugía estética.



No hay comentarios:

Publicar un comentario