sábado, 6 de mayo de 2017

DOSCIENTOS SESENTA Y NUEVE







Por fin he decidido aceptar mi cuerpo.
Ha sido un gran paso.
Mi cabeza ha estado echando humo durante el proceso.
Llevaba mucho tiempo pensándolo, pero nunca lo había intentado de verdad.
Creía que la única solución era adelgazar y aunque lo intentara no lo conseguía y tiraba la toalla.
Volvía al negro que me mantiene escondida como las brujas en verano.
Poco a poco traté de tranquilizarme y empecé a ver las cosas claras.
Para empezar, por mucho que lo intente, yo no puedo adelgazar mientras siga tomando corticoides, ya que llevo dos años haciéndolo.
La premidsona forma parte de la medicación que tomo a diario para la cistitis intersticial y gracias a ese conjunto de fármacos, me encuentro estupendamente.
No sé cuánto tiempo tendré que seguir así, yo haré lo que me diga el doctor Álvarez de Mon, en quien confío plenamente y que ha sido la única persona capaz de diagnosticar mi enfermedad, después de pasar por millones de médicos de todas clases.

Simplemente necesito estar cuidada y arregladita.
Es ridículo pedir peras al olmo.





Cambiando de tema, ayer fuimos a comer a la Escuela de Hostelería de Archanda.
Con mi amiga la Rosa sin espinas.
Nada estaba mal pero nada estaba perfecto.
La comida era buena pero no tenía gracia, no sé si le faltaba sal o azúcar, porque todo sabía igual.
No hubiera sabido distinguir los chipirones de la tarta San Marcos.
El servicio dejaba mucho que desear.
Todos eran encantadores y con la mejor voluntad, pero las chicas estaban descuidadas, mal vestidas y cualquier doncella de una casa particular en tiempos de mis padres, servía la mesa con más desparpajo y refinamiento.
Los docentes deberían ir a París y comer un par de veces en los mejores restaurantes.
Sería una buena inversión para aprender y enseñar.
Resumiendo, me defraudó.



Hemos quedado para ir de excursión a Las Machorras.
Debe ser un lugar bonito, con lagos y cascadas y Rosita quiere que yo los conozca.
Haré fotos.
Hace un día estupendo, así que espero disfrutar.
De paso después la llevo hasta su casa, es lo menos que puedo hacer, ella viene a verme a menudo, bastante más de lo que yo voy a Bercedo.








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