miércoles, 17 de mayo de 2017

DOSCIENTOS OCHENTA Y UNO







Una persona cercana me ha pasado su última novela recién terminada, para que corrija los acentos y alguna cosa que me llame la atención.
Empecé ayer con ganas, pensando que eso para mí, sería pan comido.
El texto es muy ameno, pero el trabajo al que me he comprometido, no me está resultando nada fácil.
No solo tengo problemas con los acentos, ya que en los pronombres no tengo seguridad sobre cuales y cuando llevan tilde, sino que también me he dado cuenta de que hay más temas en los que me encuentro perdida.

Cuando escribo mis textos, soy tan escueta que no me creo demasiados problemas, no obstante, lo que estoy haciendo ahora, me obliga a ser consciente, de que escribir bien es muy difícil.
Llevo ya tres años yendo a clase de escritura.
Por mi parte estudio gramática y ortografía y leo a buenos escritores, fijándome mucho en la manera de juntar las palabras.

Además de lo dicho, desde que era pequeña me he interesado por hablar y escribir correctamente y tengo la suerte de que en mi familia se le ha dado gran importancia y todos hablan y escriben muy bien, no obstante, cada día me noto más verde.
A medida que avanzo, me voy dando cuenta de la dificultad para encontrar la palabra adecuada y por mucho que el ordenador acuda en mi ayuda, lo que agradezco de corazón, hay muchas circunstancias en las que necesitaría tener a mano un experto en la materia.

A pesar de todo, disfruto tanto en todo lo concerniente a la literatura, que a veces hasta en los pensamientos intento formar frases correctas.
Es lo bueno que tenemos las personas obsesivas.
Además de obsesiva, yo soy terca, lo cual significa que cuando me empeño en algo que realmente me interesa, no suelo tirar la toalla, a no ser que me pase como en la pintura.
El único sueño que albergaba era poder vivir de ella y no lo conseguí.
Terminé la carrera de BBAA a las treinta y un años y para entonces ya había empezado a exponer.
He expuesto en muchísimos sitios, Bilbao, Madrid, Berlín, Los Ángeles, Ca. 
E incluso una vez en Australia.
Había puesto tanto de mi parte, que esperaba una recompensa a cambio de mi esfuerzo y no la obtuve, así que di un puñetazo en la mesa y me dije:

¡Hasta aquí hemos llegado!

Y la escritura me invitó a caminar por la vida de su mano, por lo que le estoy muy agradecida.
No tengo expectativas, excepto la de aprender y disfrutar.

Lo estoy consiguiendo.





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