martes, 23 de mayo de 2017

DOSCIENTOS OCHENTA Y SIETE







No es broma que todo evoluciona a la velocidad del rayo.
Ayer vino a la clase de escritura un químico, que es profesor en la UPV*, de dos asignaturas aparentemente contradictorias y sin embargo tienen tanto en común, que se necesitan mutuamente:

Química y Restauración.

Al hablar de restauración me refiero a los cuadros, no a los asuntos de cocina contemporánea.
Es evidente que los materiales utilizados para restaurar cuadros craquelados, estropeados o que han perdido el color, son productos químicos cuyos compuestos no se estudian en BBAA y no por eso, conocer sus peculiaridades puede ayudar a utilizarlos mejor.

Parece ser que hoy en día están poniendo interés en hacer binomios entre las asignaturas científicas y las artísticas.
¡Cuánto me queda por aprender!

Resultó una clase interesante, en la que tuve acceso a conocer el proceso del lacado japonés, algo que siempre me ha parecido exquisito y jamás hubiera pensado que requiera veinte capas para conseguir la textura deseada.

Fue uno de esos días que transcurrió con tranquilidad, parecía que todo saliera de manera natural, a pesar de que Jaime se fue a Barcelona y me dejó su coche que es un Seat Ibiza, muy diferente al mío, pero supe arreglarme.
Vivir sola es una experiencia casi nueva para mi.
A pesar de que en esta casa no se hace vida de familia, me produce sosiego saber que nadie va a abrir o cerrar una puerta y que todo va a estar en sus sitio.

Lo pensaba mientras disfrutaba del silencio y llegué a la conclusión de que tanto me gusta que estén mis hijos como que no estén, ambas situaciones tienen su encanto particular.
Dentro de poco vendrán todos, incluída mi nieta que es mi reina y a quien tengo el firme propósito de dedicar toda mi atención.

Con mis hijos a veces noto que puede haber cierto celos cuando hago diferencias entre ellos y sin embargo con Odita, puedo hacer auténticos disparates disparates que a nadie le extrañan.
Nunca pensé que tener una nieta me iba a hacer sentir tanto amor como el que experimento por esta niña-regalo que vino del cielo sin que yo lo hubiera deseado.
Más bien estaba contenta de que mis hijos no tuvieran hijos. porque creo que con los hijos se sufre.
Mi madre me confesó que ella había sufrido con sus hijos.

Sin entrar en profundidades, tal vez pensemos eso las madre que hemos perdido un hijo.



*Universidad del Pais Vasco










No hay comentarios:

Publicar un comentario