sábado, 20 de mayo de 2017

DOSCIENTOS OCHENTA Y TRES








Por fin, después de un año de bloqueo, mi hijo Jaime ha publicado su cuarto libro:

Experta en propinas

Lo he leído y me ha entretenido mucho, además de haber aprendido, como me sucede siempre con sus libros, cosas que ni sospechaba que existieran.
Jaime ha viajado y leído tanto, que domina las peculiaridades de ciertas culturas, hasta tal punto que incluso es capaz de utilizar palabras de índole vernáculo.
Conoce gente de todas partes y es un hombre simpático, siempre contento y cariñoso, además de tranquilo, aunque hablando puede parecer nervioso.

Llevo un par de semanas viviendo mano a mano con él y podría seguir así el resto de mi vida.
No interferimos en nuestras vidas y me resulta agradable, que la persona con la que comparto la casa, esté siempre tranquila.
No quisiera hacer ver que Jaime es perfecto porque a veces, si por casualidad hago, digo o escribo algo que no le gusta demasiado, me lo hace saber de tal modo, que casi me da miedo.
Pero no es habitual y además si le pido perdón, enseguida se le pasa y todo vuelve a la normalidad.

Sigo con su libro.
Es una lástima que teniendo tan buenas y originales ideas para hacer que la trama resulte amena, no ponga más interés en la gramática.

A juzgar por mi humilde experiencia, escribir bien es algo que requiere mucho esfuerzo, años de estudio, amor a la lengua materna, leer a los clásicos, un buen profesor y dedicar tiempo y atención constantes.
A mi edad, yo ya no puedo pretender grandes cosas en este terreno porque no tengo tiempo.
Por mucho que me empeñe, lo único que puedo conseguir es disfrutar cada día de mis lecturas e intentar poner orden en mis ideas, no obstante Jaime es joven, tiene mucha fuerza de voluntad, carece de responsabilidades familiares y esperemos que le queden muchos años por delante.

Yo ya me encuentro en un momento en que recuerdo a mi madre, cuando me decía que veía el techo en su vida.
Yo también veo el techo en la mía y tengo suerte de estar viva y poder disfrutar, porque con la caña que me he metido, creo sinceramente que no me lo merezco.

La mayoría de mis amigos y conocidos ya no están aquí, se han ido hace tiempo, las drogas no perdonan, por eso estoy tan agradecida, porque soy consciente de que mi vida es un regalo maravilloso.





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