viernes, 27 de marzo de 2020

TRES MIL SETENTA Y UNO










Me pregunta una amiga a ver qué hago lo cual hace que yo me responda a la pregunta para poder contestarla y es sencilla: ver películas.
No solo paso el tiempo viendo películas sino que todavía más tiempo del que empleo en verlas, lo utilizo en la búsqueda e indagación.
No solo me interesa que sean buenas y entretenidas sino también que sean especiales.
Me encantan los descubrimientos.
La que he visto hoy es muy especial, encantadora y jamás me habría fijado en ella si no tuviera tanto tiempo para hacerlo.
Es griega y se llama "Los tomates escuchan a Wagner".
A veces los nombres me desvían del interés primordial y me sorprenden con algo que no esperaba.
Debido a que ahora estoy en el tema de la música ya llevo dos días dejándome llevar a territorios en los que lo único que tenían de lo que yo buscaba era el nombre, pero no me importa.
Así también se aprende.
Ayer vi "Aimez vous Brahms" que es el título de una novela de Françoise Sagan.
La han traducido como "No me digas adiós".
La había visto en París hace muchos años y no me acordaba de nada excepto de que los actores me encantan, Yves Montand, Ingrid Bergman y Anthony Perkins.
A pesar de que todo lo francés me chifla y de que París me parece el cielo, me aburrí bastante, no tiene gracia, nunca me ha gustado Sagan, no sé por qué tiene tanta fama.
La verdad es que a pesar de mi interés por la cultura francesa, el rollo que se traen dándole tanta importancia a que las mujeres tienen que tener pareja, me resulta pesado y repetitivo.
No voy a negar que resulte agradable ser mujer en Francia porque los hombres se vuelven locos pero de ahí a que te tengan que buscar pareja si te ven sola resulta excesivo.
La última vez que estuve en París fue hace unos cuantos años, solo fui para ver una Expo Dadá que me encantó y para mí era imprescindible, porque yo me considero Dadá.
Pues bien, el de la recepción del hotel en donde me hospedaba, Rue du Dragón que era de esos hoteles familiares con encanto, me dijo que la próxima vez que fuera no iba a permitir que estuviera sola.
Con la iglesia hemos topado amigo Sancho.
Ni siquiera le dije a mi íntima amiga Babet Morlay que iba a París.
Necesitaba estar sola.
Ella lo hubiera entendido a pesar de vivir en París, porque es de La Rochelle y me conoce bien.









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