sábado, 28 de marzo de 2020

TRES MIL SETENTA Y DOS









A veces me gustaría no ser tan selectiva y apreciar la películas que son buenas de verdad, pero tengo claro que hay algo en mí que rechaza ciertos temas y por más que me empeñe, no consigo pasar un buen rato sino todo lo contrario.
Hace tiempo, cuando se estrenó con gran éxito de público y crítica, fui a ver "El pianista" y me salí del cine, pero me quedé con ese recuerdo de no entender por qué no pude soportar una película de Polanski cuya obra me encanta.
Así que hoy he hecho el esfuerzo de verla entera y he pasado una tarde horrorosa.
¿Por qué me empeño en ver historias que se refieren al holocausto si ya sé por experiencia que no solo las detesto, sino que me alteran y me bajan el ánimo?
Me conozco lo suficiente como para saber que hay ciertas obras de arte con las que no me identifico.
No solo me pasa con el cine, también con la pintura, la música, las series...
Por ejemplo, me da vergüenza decir que no me gusta Picasso, le respeto pero me aburro ante el Guernica.
Detesto el jazz, no lo puedo soportar.
Ni siquiera Miles Davis.
Me encuentro mejor en una iglesia románica que en la catedral de Burgos.
Comprendo que soy insoportable, por eso prefiero estar sola, así no tengo que dar explicaciones a nadie.
Tengo mis razones.
Intenté ver Juego de Tronos pero era imposible.
Comprendo que está muy bien hecha pero no me interesan nada los temas que trata y el modo en que lo hace.
Esta última temporada he estado a gusto con las películas musicales, pero hoy, por ejemplo, Mattin me ha preguntado a ver si he visto "El Hoyo" que tiene buena crítica, pero solo por el tema me aterra la idea de verla.
Eso me pasa con millones de libros también.
Cuando me trataba la doctora Verdugo me explicó que hay personas que venimos ya configuras en plan selectivo y no tenemos remedio.
Somos así.








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