Hoy es el primer día que tengo la sensación de vivir con la alegría que me caracteriza.
Creo que he estado demasiado asustada.
Me cuesta no saber a qué atenerme y la situación en la que me encuentro, el covid19 y el confinamiento me han pillado de sorpresa, a pesar de tener experiencia de aislamiento.
Mi principal defecto y posiblemente el padre y la madre de todos los demás, es la precipitación.
Casi todas las cosas indeseables que me han sucedido en la vida han sido debidas a lanzarme al vacío como si supiera a donde me dirigía.
Durante los meses que he publicado el diario cada día contando cómo me sentía y leyendo los comentarios que me hacían, me he animado mucho y he comprendido que dejarse ayudar por la gente es una maravilla.
De todos he sacado algo positivo.
Lo más importante me lo dijo Sofía Rotaeche que ha estado al pie del cañón, no se ha permitido vacaciones, ha estado ahí en los momentos más oscuros y sobre todo dio en el clavo cuando me sugirió que tachara la palabra prisa de mi diccionario.
Así lo hice, me costó bastante, reconozco que pensé que no iba a ser posible, no obstante lo intenté y como no me quedaba más remedio porque la rodilla me dolía muchísimo, tenía que andar despacio y hacer todo a cámara lenta.
Sentía verdadero pánico, el miedo a caerme me ayudaba porque me dijo mi hematólogo que en mi caso una caída podía ser mortal.
Incluso aunque no fuera grave, me aterraba la idea de otro ingreso o romperme la pierna, así que he conseguido pasar a una fase en la que voy despacio por la vida y cada día disfruto más.
Es como si hiciera las cosas estando parada.
Hoy me he puesto una cataplasma de arcilla verde en la rodilla y me ha sentado muy bien, tendré que repetir.
Solo quiero agradecer a Sofía el bien que me sigue haciendo su sabiduría pisciana y a todos los que estáis ahí ayudándome a no perder la esperanza.
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