lunes, 2 de marzo de 2020

TRES MIL CUARENTA Y SIETE

Cuando mi hijo Jaime me aseguraba que al terminar la leucemia me encontraría 
mejor que antes no podía creerle.
Le atosigaba a preguntas acusándole de inventarlo y él no se inmutaba pero tan convencido estaba que le obligue a que me explicara todo sobre la experiencia de ese amigo en el que se apoyaba para decirme algo tan importante. 
Con santa paciencia me lo contaba una y otra vez y era evidente que no se lo inventaba.
Su amigo tenía siempre el mismo nombre y apellido e incluso,los detalles correspondían a la misma persona.
No me quedaba más remedio que creerle pero reconozco que me costaba.
Soy desconfiada por naturaleza.
Pero ahora qu eh allegado,la,hora de la verdad, no me queda más remedio que reconocer que Jaime tenía razón.
Me encuentro mucho mejor que antes de tensemos leucemia.
Creo que estaba incubándose y ningún dosctor supo verla hasta que me salieron las manchas moradas y manche la almohada con sangre que me salía de las encías.
Estaba en Barcelona, había ido a un evento de Prem Rawat y tuve que decir a la chica que limpiaba mi habitación que la cambiara. 
Voy siempre a ese hotel, ya me conocen y me tratan muy bien.
Dormí esa noche, desayuné con Isabel Agurre en Le pain quotidian y me dirigí al lugar donde se desarrollaba el evento.
Isabel y yo teníamos los asientos juntas y escuchamos a Prem con toda la atención de la que fuimos capaces.
Al,terminar todos no,pusimos de pie y la ovación era interminable.
Yo le miraba, le miraba, sentí algo muy especial, agradecimiento y recuerdo que me emocioné, lo,somos sé me llenaron de lágrimas lo cual me sorprendió porque rara vez lloro. 
Creo que la última vez que llore sin parar fue cuando murió  mi hermana María Victoria a quien adoraba.
Lloré  tanto que mi madre me dijo:

No vas a parar de llorar, Blanca?

Y comprendo que parecería raro pero no hacía más que llorar, de día y de noche, en casa y en la calle.
Me afectó tanto que no podía superarlo.
Por eso me extrañó emocionarme tanto cuando le miraba y aplaudía a Prem Rawat.
Me sorprendió sentirme inavadida por una emoción tan intensa.
Era agradecimiento.
Un sentimiento precioso.

Hoy, al salir de casa por la mañana temprano para ir al hospital, m eh encontrado con mi vecina y amiga Begoña Taramona que me ha dicho que tenía buen aspecto y me he sorprendido a mí misma diciéndole:

Es que me encuentro muy bien, mucho mejor que antes.
Estoy deseando verle a Jaime mañana que llegara de Bali y decirle que tenía razón.


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