martes, 10 de marzo de 2020

TRES MIL CINCUENTA Y CINCO










He tomado la decisión irrevocable de seguir los dictados del corazón en este momento de mi vida en el que parece que las cosas no están claras.
No voy a salir de casa hasta el martes que viene.
Tendré que ir a Cruces para el aspirado de médula, imprescindible para saber cómo funciona mi sangre.
Mientras tanto me quedaré tranquila en mi casa, de hecho he cancelado la clase de Pilates que tenía programada el viernes y que esperaba con cierta esperanza porque me duele mucho la rodilla.
No me hace gracia tomar Cortisona pero no me queda más remedio.
Por la mañana he hablado con Mattin que tenía proyectado ir a Madrid para hacer una performance en el Reina, pero cuando ya tenía hecho el checking ha llamado para confirmar y le han aconsejado que no vaya.
Es todo tan inesperado y tan nuevo que lo único que puedo hacer es vivir en el ahora y confiar.

Laura Eguiluz, la novia de mi sobrino Guillermo Oraa O'shea ha venido a recoger la invitación para la inauguración de Regoyos, hoy en el museo del parque de doña Casilda Iturrizar y me ha traído una planta encantadora, creo que es una azalea japónica porque tiene flores muy pequeñas y huele muy bien.
La tengo en la esquina de mi mesa y me acompaña mientras tecleo.
Hace tiempo los MEM me pidieron que posara para un poster y accedí.
Me sacaron bastante fea, pero me regalaron una azalea y me gustaba tenerla cerca.
Mi madre siempre tenía una planta en la mesa que estaba delante de su butaca donde pasaba horas haciendo chaquetitas.
Cada domingo mi hermano Fernando iba al mercado del Arenal y le traía una azalea que ella cuidaba con esmero.
Luego la sacaba a la terraza y se ponía enorme y preciosa, tenía buena mano.
Me gustaban sus manos, los dedos torcidos con artrosis o artritis pero todo lo que tocaba lo mejoraba.
Creo que era la persona más perfeccionista que he conocido en toda mi vida.
Murió con noventa y nueve años y excepto los últimos meses que estuvo en la cama deseando morirse, siempre estaba haciendo algo.
Era una persona con gran capacidad de trabajo y de mando, le dieron la medalla de Isabel la Católica por su labor como presidenta del Cáncer.
Una vez me dijo:

A mi me llaman de muchos sitios para colaborar y no sé lo que pasa que siempre termino mandando.

Ante ella yo me convertía en una persona pequeña, casi atemorizada (o sin casi).
Creo que tiene razón mi prima Isabel Maier cuando me aconseja que escriba sobre mi madre, era una persona singular.
Ella lo sabía y alguna vez le dije que podría escribir su autobiografía.
Estaba de acuerdo en que sería interesante, no obstante me confesó que no quería descubrir secretos de personas que quedarían en mal lugar, así que no conseguí que me contara nada aunque a veces le filmaba y soltaba cosillas sin importancia.
Porque claro, la gracia de sus relatos estaba en citar a las personas con nombres y apellidos y es a lo que se negaba.































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