viernes, 6 de marzo de 2020

TRES MIL CINCUENTA Y UNO










He pasado una semana difícil sin ordenador pero por fin ya lo tengo en casa.
Los asuntos de informática son peliagudos, sobre todo para las personas que hemos nacido en la época analógica.
Yo empecé a tomar clases de informática cuando vivía en Malibu, California.
Hasta entonces no veía la necesidad de un ordenador, hasta que Jaime me dijo que podía mandar fotos de mis cuadros que se verían en tiempo real.
Reconozco que no podía creerlo.
Jaime siempre ha estado muy informado, se entera de lo último, de asuntos que ni siquiera con el tiempo llegan a España.
No sé cuales serán sus fuentes de información pero las que tiene son excelentes.
Empecé con una profesora particular cuya hija trabajaba en el MIT y lo primero que hice fue comprarme una biografía de Nicola Negroponte y a través de él empecé a familiarizarme con la diferencia entre el mundo digital y el analógico.
Más tarde me matriculé en la Pepperdine University y allí no me quedó más remedio que espabilar, aunque reconozco que tuve que hacer un gran esfuerzo porque no solo todo era nuevo para mí sino que además las clases eran en inglés.
Fui feliz.
Harold, mi room mate aseguraba que de ahora en adelante la guerra sería entre los analfabetos digitales y viceversa.
Todo me obligaba a meterme de lleno en la informática.
Encargué una web en Santa Mónica y cuando vi mi trabajo en:

 http://www.w3art.com/BlancaOraa.html

Casi me da un patatús.
Desde entonces me dediqué a romperme la cabeza que no estaba preparada para semejante delirio y no paré hasta que fui capaz de aprender código y hacer mi propia web:

BlancaOraa.com

Desde entonces, he utilizado la informática para publicar mis cuadros, para hacer voluntariado y para comunicarme con la gente, así como para publicar mis textos, es decir para casi todo lo que me interesaba, excepto para vender mis cuadros ya que desde un punto de vista comercial soy inútil.
No sé venderme.
Esa es una de mis asignaturas pendientes.













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