viernes, 30 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS SESENTA Y OCHO








Ayer me dediqué a hacer los deberes para la clase de Juan Bas.
Consiste en un diálogo entre dos personas que conste de veinte frases. Solo cuenta lo que se supone que pertenece al diálogo, las explicaciones no cuentan, por lo menos eso es lo que yo entendí.
También tienen gran importancia las acotaciones.
Como de momento me resulta tan difícil sujetarme a las normas, he escrito un diálogo que mantuve hace unos días con un chico que va a Gaztelueta. 
Lo que más me ha costado ha sido ajustarme a las veinte frases y las acotaciones.
No me gusta empezar los diálogos con guiones pero si hay que hacerlo, lo hago.
He aquí mi deber cumplido:



_Perdona Blanca, ahora no puedo hablar, voy a darle un masaje a mi sobrino que tiene mal la espalda _me dijo la osteópata al terminarla clase de Pilates.

_Bien, me voy corriendo. No te entretengo_
_ ¿Se lo haces gratis?_
_ ¡Qué menos! Es mi ahijado_
_ Comprendo, es un buen regalo_
_Ya, se lo hago encantada_
_No me extraña, a los sobrinos se les quiere mucho_

Al salir veo a un adolescente sentado cuya melena de rizos angelicales me sorprende.

_ ¡Hola! Eres el sobrino de Berta _hubiera sido ridículo utilizar un tono de interrogación_te está esperando_

_ ¿A qué colegio vas?_le pregunté al ver que llevaba puesta una corbata que me sonaba. 
_ A Gaztelueta_
_ ¡Ah! Ese colegio es peligroso_
_Lo dices por lo del profesor y todo el lío que se ha organizado_

Habló con una naturalidad encantadora.

_Si, claro, no se habla de otra cosa_
_Ya, es un tema que está en la calle pero en el colegio no se toca_
_Me lo imagino, tabú total_
_Más bien_

Berta le llamó y Marcos se dirigió hacia ella.
Yo estaba abriendo la puerta, pero al oir la voz de Berta volví la cabeza y le vi tan bonito que le dije.

_Ya puedes tener cuidado_

Se volvió hacia mi y dijo tranquilamente:

_No corro peligro, soy mayor_







jueves, 29 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS SESENTA Y SIETE







Ahora tengo dos profesores de Escritura.
Son diferentes, no solo como seres humanos, sino también los métodos que emplean en las clases.
Íñigo Larroque, con quien llevo más de cuatro años y a quien debo que me animara a escribir, es un chico joven a quien conozco desde que era pequeño ya que soy amiga de su madre, Begoña Aranguren, que es escritora.
Cuando estaba con la pierna rota, recién operada, casi no podía moverme, iba de la cama al ordenador y me limitaba a actualizar mi blog personal.
Creo recordar que el post consistía en una foto con un comentario (metatexto).
Grande fue mi sorpresa al recibir un mail de Íñigo en el que había escrito: 

Me gusta como escribes.

Me quedé petrificada.
Que una persona tal culta y especializada en el arte de escribir y la literatura me dijera eso, fue definitivo para mi nueva aventura.
Era evidente que ya no tenía ganas ni forma de seguir pintando. No estaba motivada y además mi modo de pintar requería un esfuerzo físico imposible en mi circunstancia.

En cuanto pude andar con dos muletas, me apunté a sus clases en “La casa del árbol” de Algorta y me convertí en escribidora.
Con cada clase mi entusiasmo crecía, por lo que extendí mi asistencia a cuatro clases mensuales en vez de dos, que era lo acostumbrado.
Pronto me animé a escribir una novela que publiqué en Kindle y luego otra, más seria, que salió en papel.
No es que me sienta muy orgullosa de mis libros, pero por lo menos vencí mis miedos.

El otro profesor con quien estoy haciendo un cursillo de tres meses se llama Juan Bas y es un conocido escritor de Bilbao, cuyos libros y artículos empecé a leer hace muchos años.
Es un maestro y enseña a escribir a la manera clásica.
Nos manda deberes, se los enviamos por mail, los corrige, los lee en alto, pone los puntos sobre las íes y en su clase no se divaga.
Con él las cosas son como son y nadie se escapa de las reglas.
Me cuesta someterme a la presión de sus normas, pero aprendo, que es lo que deseo.











miércoles, 28 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS SESENTA Y SEIS







De repente, sin esperar nada, me han llegado dos sorpresas relacionadas con mi anterior dedicación a la pintura, que han expandido mi corazón.
Tan solo son la consecuencia de trabajos realizados hace tiempo que, de repente han tomado vigencia.

El primero se refiere al Homenaje a Oteiza:
Consta de trece cuadros de pequeño formato relacionados con los apóstoles de Aránzazu.
Los han colgado en el museu d’Art Brut de Barcelona.
Todas las gestiones han sido realizadas por internet. No conozco el museo, por lo que ni siquiera sé cómo están colgados, solo pedí que estuvieran todos juntos, ya que aunque son trece no deben separarse. 
Ahora tengo que escribir un texto para decir quien soy y el motivo del homenaje.
Veré la pieza cuando vaya a Barcelona.

Por otro lado, mañana se inaugura en Vitoria Inmersiones 2018, algo referente a Brujas.
Hace tiempo pinté la serie Akelarre que constaba de once cuadros redondos, representando a las brujas que he conocido a lo largo de mi vida. 
Nunca han estado expuestos.
Hice una performance que grabé en video, la publiqué en YouTube y me la quitaron con todos los demás. 
Encontré un making of que no es ninguna maravilla pero es lo único que se adapta a lo que pedían en Inmersiones donde no habrá obra material, solo digital y ponencias.


No voy a negar que me gustaría ver la reacción de la gente cuando se proyecte mi video, pero no tanto como para hacer el esfuerzo de ir a Vitoria. 








lunes, 26 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS SESENTA Y CINCO







Me molesta que se me contagien los errores que comete la gente al hablar de lo que no sabe.
No sé hindi a pesar de que empecé a estudiarlo, no solo porque me encanta la India sino porque en un momento dado en que tenía repartidos enseres en cuatro continentes, acaricié la idea de quedarme en ese maravilloso país. 
Visité la universidad cercana al Ashram de Aurobindo que era donde siempre me hospedaba pero, acostumbrada a la Pepperdine University de Malibu en la que estudiaba Inglés Americano en aquella época, creo que el contraste me resultó excesivo.
Había vivido en Los Ángeles durante tres maravilloso años y el propósito que me llevó allí se acababa.
Tenía que tomar una decisión: ¿a donde voy ahora?
Hablo de esta circunstancias solo para dar a entender que aunque mi hindi es mínimo, estoy segura de que es bastante más amplio que el de algunas personas con las que he hablado los últimos días, quienes al comentarles que habían abierto un restaurante indio en Bilbao, me seguían la conversación cambiando la palabra “indio” por “hindú” y yo, sin darme cuenta, hice mío el equívoco y cuando fui a comer a ese lugar encantador, al hablar con el encargado que es paquistaní y enterarme de que el camarero de la gran sonrisa es nepalí, le pregunté:
¿No hay ningún “hindú”?
A lo que con delicadeza, respondió que el significado de esa palabra está relacionado con el hinduismo.

Más claro imposible.









domingo, 25 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS SESENTA Y CUATRO







A pesar de que las críticas no eran buenas, tenía que ver a Emma Thompson en “El veredicto”.
La película empieza muy bien y poco a poco, casi sin que me diera cuenta, noté que iba decayendo hasta que llegó un momento en el que parecía imposible que degenerara en algo que resultaba casi grotesco. Aún así, la magnífica interpretación de Thompson me compensó.

Como el cine estaba en Artea que es el centro comercial al que voy a menudo y tenía que recoger una bufanda en la tintorería, me encontré, sin desearlo ni buscarlo, con el espantoso y engañador Viernes Negro, del que huí despavorida pero demasiado tarde, ya su maleficio había penetrado en mi campo energético y he pasado una noche incómoda.
Parece mentira que a estas alturas de la vida siga equivocándome tanto. Me cuesta aprender que casi todo lo que me rodea, está preparado para que me deje tomar el pelo.
Me arrepiento y me avergüenzo de tropezar una y otra vez en piedras similares, pero también me perdono y me doy un voto de confianza.

Cada día empieza mi vida con todo el entusiasmo de la novedad y no permitiré compadecerme por mis propios errores sino que al contrario, los agradezco porque me sirven para aprender.







sábado, 24 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS SESENTA Y TRES








Durante unos años, cuatro más o menos, me sentía bastante bien, sobre todo teniendo en cuenta que los anteriores, no recuerdo cuántos, me encontraba muy malita y ningún doctor alopático era capaz de ayudarme, ni siquiera de diagnosticarme.
Probé una cuantas medicinas alternativas, ortomolecular, homeopatía, alimentación macrobiótica y alguna otra y cada día estaba peor.
Perdí vista, el sentido del gusto, el olfato y el del tacto, no así el oído que se me agudizó.
Creyendo estar bien aconsejada, acudí a Madrid para consultar con el eminente Dr. Álvarez de Mon, que me diagnosticó una cistitis intersticial y a partir de ahí, tomé la medicación que él consideró oportuna y la vida volvió a mi ser, volví a ser feliz.
Vivía drogada y contenta.
Los fármacos eran fuertes y al cabo del tiempo los efectos secundarios se hicieron notar, por lo que me quejé, pero el Dr. no quiso darle importancia.
Yo notaba que perdía la memoria, lo cual es perder la cabeza y no estaba dispuesta a seguir así, por lo que decidí esperar.
Tenía y sigo teniendo miedo de que me duela la rodilla si dejo de tomar Lyrica, por lo que dejé de tomar algunas medicinas y no volví a su consulta.
Me comunicaba con el Dr. a través de WhatsApp y él se mantenía firme en sus trece.

Hace tres semanas estuve en Vitoria y me encontré con una amiga de Tafalla que me recomendó un médico biocuántico que cura a distancia, además de presencial.
Inmediatamente me puse en contacto con Javier Larrea; me dijo que de momento podíamos empezar sin necesidad de que yo fuera a su consulta.
Empezamos a comunicarnos por WhatsApp, me pidió una foto y en pocas palabras le conté mis síntomas.
Pasé una semana difícil, inestable, algo en mí reaccionaba.
Opté por confiar.
Javier, a quien llamo por su nombre y nos tratamos de tu, me dijo que tenía bacterias y parásitos en los riñones.
Pasados unos días recuperé la alegría, además de la vitalidad para poder ir a Bilbao y dedicarme a hacer las cosas que me gustan.
Dejé de tener miedo a cansarme si salía de casa.

De momento estoy en un estado en el que no sé nada excepto que me encuentro bien,  que duermo bien y que he recuperado una fuerza que creía perdida.







viernes, 23 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS SESENTA Y DOS









Llevo unos días estupendos, se van superando.
Ayer comí en el indio nuevo; ya era hora de que hubiera un buen restaurante indio en Bilbao. No solo disfruté porque la comida era buena y el lugar agradable, sino que echaba tanto de menos la India y lo indio, que salí reconfortada; ni siquiera cené.
Está en un lugar especial que casi desconozco: la zona de la ría cercana al Guggenheim.
El India Town se encuentra debajo del puente que hizo Isozaki para juntar sus torres con el puente de Calatrava sin contar con su beneplácito, por lo que comentan que al arquitecto valenciano no le hizo ninguna gracia, pero nadie hizo caso de sus protestas.
Me dijo Simón de Lecea, arquitecto vasco catalán residente en Mallorca, que Calatrava está considerado como el mejor arquitecto del mundo, a pesar de que sus obras detentan grandes defectos de construcción.
Yo creo que como además de arquitecto es ingeniero, experimenta en sus proyectos buscando soluciones nuevas y por eso sus obras suelen fallar.

Saqué millones de fotos, el día era espléndido y el espacio que me rodeaba invitaba a la contemplación.













jueves, 22 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS SESENTA Y UNO







Creo que las clases con Juan Bas me van a meter en vereda.
Ayer estuve leyendo algunos textos de mi diario y me sentí un poco avergonzada, la verdad. No sé cómo me he atrevido a publicar algo tan verde y poco trabajado.
Todo lo que me ayude a “caer del guindo” * es de agradecer.
Nunca es demasiado tarde.
Escribir como Dios manda, no digo ya medianamente bien, sino con un mínimo de corrección, es difícil.
Usamos tanto la palabra, bien sea hablada, escrita, leída, oída, que no le damos la importancia que tiene. Nos defendemos y ya nos creemos que es suficiente. Pero de ahí a que un texto alcance la gloria que perdura en nuestro receptor poético, es otro cantar.
Después de haber ojeado esos textos ante los que humildemente comprendí que tengo mucho que aprender, leí un cuento de Julio Cortázar que me llegó al alma y que, a pesar de que ha transcurrido una noche entera todavía lo tengo incrustado en mí: Casa Tomada.
No tengo nada que decir excepto que me conmovió hasta lo más profundo de mi corazón.
Eso es escribir.


*expresión usada por mi hermano Javier para advertirme que me engañaba a mí misma.







miércoles, 21 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS SESENTA







Creo que he acertado apuntándome al cursillo de escritura con Juan Bas.
Requiere un esfuerzo con el que no había contado y es que hay que subir escaleras.
No solo las detesto sino que corro un peligro extra; tengo terror a las caídas.
Si lo hubiera sabido de antemano habría dado marcha atrás, pero me enteré cuando ya estaba en el portal buscando el ascensor.
“El que algo quiere, algo le cuesta” 
Y yo estoy empeñada en aprender a escribir.
Juan Bas es un erudito en el tema; con él puedo aprender algo a lo que Íñigo Larroque no da demasiada importancia y a mi me parece bueno, como base sólida para saber qué terreno piso:
Se trata de Academia. Juan Bas pisa un terreno firme basado en las reglas de la escritura y en la RAE.
Y yo, humildemente, me someteré a esas reglas y más adelante, cuando haya comprendido los elementos fundamentales, tal vez las tire por la ventana o haga con ellas lo que Dios me dé a entender.
En mayor o menos medida eso es lo que hice con la pintura.
Estudié la carrera de BBAA y luego me dediqué a investigar en mis propios proyectos, en los que aparte de las series de cuadros al óleo, poca relación tenían con las asignaturas que me habían enseñado en la escuela de Bilbao, en la que pertenecí a la primera promoción, cuyas asignaturas estaban basadas en el clasicismo de san Fernando.
Todo era rancio, incluso los títulos de las materias. Ejemplo:
Dibujo del natural y del antiguo y no quiero acordarme de las demás porque me dan ganas de llorar.
Las mujeres modelos posaban desnudas pero a los hombres les ponían un taparrabos.

Se trata de ampliar mis horizontes y si realmente me gusta escribir y quiero hacerlo bien, no me queda más remedio que intentarlo.









martes, 20 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS CINCUENTA Y NUEVE








Ayer vi “Bohemian Rhapsody” película que narra la vida de Freddy Mercury.
Solo puedo decir que es magnífica y que mantuvo mi emoción al límite durante las más de dos horas que dura.
Me afectó personalmente porque acababa de hablar con mi hijo pequeño que hoy tenía un concierto en Berlín y le tuve presente todo el tiempo.
No puedo ni debo contar lo que vi, es un film imprescindible, lo mejor es disfrutarlo en directo.
Ramy Malek, el actor que interpreta a Freddy, borda su papel.
Había gente que salía llorando y lo entiendo.

No deseo hacer una crítica de la película, simplemente constatar que me tocó el corazón.









lunes, 19 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS CINCUENTA Y OCHO







Intento no vivir apegada a mis hijos y aunque a veces me cuesta, lo consigo.
Los alemanes tienen intención de quedarse en Berlín durante la navidad y lo agradezco.
No me siento con ganas de trabajar en las cosas de la casa.
No puedo negar que el año pasado disfruté con las comidas y cenas en familia, pero comí y bebí demasiado y comencé el año nuevo con la sensación de estar acabada.
Me gustaría cuidarme, meditar, escribir, hacer fotos y sobre todo descansar. 

Ese es mi plan para lo que queda de año y para el siguiente. 







domingo, 18 de noviembre de 2018

DOS MIL QUNIENTOS CINCUENTA Y SIETE







Por fin ayer tomé la decisión de no seguir con el libro de Jaime.
Me ha contestado diciendo que lo entiende perfectamente, porque su manera de escribir es dejándose llevar por todas las ideas que le vienen a la cabeza como si fuera un chorro de todo mezclado por lo que sin ni siquiera mirarlo, me lo mandaba y llegaba a mi como el camión de la basura.
Me resultaba inaudito.
No podía creer que alguien fuera capaz de soltar todo lo que se le ocurre y ponerlo en las manos de otra persona, aunque sea su propia madre.
Diferentes conceptos sobre el significado de la dignidad.
Jaime es un gran deportista, nunca se ha definido como artista.

Me he alegrado de quitarme ese peso de encima.

Por otro lado tengo buenas noticias respecto a mi pasión por la escritura.
El martes empiezo un cursillo con Juan Bas, escritor bilbaíno que ha recibido múltiples premios y a quien he leído con interés desde que publicó Alacranes en su tinta.
Las dos clases mensuales que tomo con Íñigo Larroque me parecían insuficientes para lo sedienta que estoy por aprender.
Completando ambos profesores creo que aprenderé más y sobre todo más rápido.
No me sobra el tiempo.
Tengo setenta y dos años y aunque carezco de pretensiones, soy consciente de que nunca seré Margaret Atwood, estoy empeñada en enterarme de qué trata la literatura.

En mi actual concepto de la vida, escribir no es trabajar.
Pasarme muchas horas delante del ordenador me proporciona felicidad.
Me resulta más difícil hacer vida social, en la que considero que he perdido mucho tiempo.

Estoy contenta con el nuevo proyecto.







sábado, 17 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS CINCUENTA Y SEIS







Ha sido un día maravilloso.
Al pasar por la alameda de Mazarredo he visto con sorpresa a pesar de esperado, que los tilos que hace quince días rebosaban de hojas resplandeciendo con el sol de otoño, se han quedado en puro esqueleto.

El tiempo se comporta como en pleno verano, pero se agradece más porque es un regalo.
He comido en el chino de Elcano con la Rosa sin espinas y después, la he acercado a una reunión que ella tenía en Deusto y he podido saludar a su hermana Marisol a quien hacía tiempo que no veía.
He disfrutado del encuentro aunque solo fuera un minuto en medio del tráfico.

Después he hecho el gran plan que tenía pensado desde hace tiempo.
He sacado fotos, muchas fotos del lugar que pronto se convertirá en lo que han dado en llamar “El Manhatan de Bilbao”.
Me refiero a Zorrozaurre.
Se nota que han empezado a quitar lo que sobra.
A pesar de que vi la exposición que hubo en el museo del parque con el plan arquitectónico de Zaha Hadid, no recuerdo si conservarán los edificios más emblemáticos.
De momento lo único que deseo es preservar la memoria.
Una isla en medio de la ría, desde la que se divisa Olabeaga, el museo marítimo y el campo de san Mamés, entre otros lugares con encanto, como el magnífico frontón.
He sacado varias fotos del palacio Madaleno, no obstante insisto en que desconozco lo que tiene pensado el ayuntamiento.

No parece que divulguen la información de lo que allí sucede, pero se nota que hay movimiento.