domingo, 8 de marzo de 2020

TRES MIL CINCUENTA Y TRES










Hablaba con una amiga sobre mi inglés, algo que manejé con soltura y que por falta de práctica lo estoy perdiendo.
Oteiza decía que no hay que preocuparse, que viene cuando se necesita y sabía lo que decía.
Mi amiga me recomienda que vea la tele en inglés pero si ni siquiera la veo en castellano, no me interesa, hace más de cuatro semanas que ni siquiera la he encendido.
No me quiero preocupar.
De momento no puedo viajar y para estar en casa no lo necesito, así que cuando quiera ver una película o una serie, le pondré subtítulos y santas pascuas.

Beatriz tiene una voluntad de hierro.
Hace muchos años, Jaime le dijo:

Mejor que dejes de ir a una oficina y te hagas profesional de golf, aprendes alemán y das clases de golf en alemán y en inglés, vas a ser más feliz.

La verdad es que acababa de llegar de USA donde había estudiado Ciencias Exactas y trabajaba en una oficina de Madrid a la que tenía que ir vestida de señorita con falda tubo, medias y tacones, algo que para ella es el infierno.
Así que ni corta ni perezosa se armó de valor, se metió en su coche y se fue a Hamburgo en donde pasó tres meses asistiendo en plan intensivo a una academia de alemán.
Volvió sabiendo lo suficiente como para dejar Madrid y convertirse en profesora de golf, lo cual significa tener handicap 0.
Desde entonces no ve más que la televisión en alemán.

Yo vivo con dos profesionales del deporte y puedo asegurar que tienen una fuerza de voluntad de hierro, además de endocrinas para dar y regalar.
Me consta que las personas que se dedican al deporte desarrollan unos potenciales diferentes a los que nos dedicamos al mundo del arte.





















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