lunes, 9 de marzo de 2020

TRES MIL CINCUENTA Y CUATRO










Hasta ahora yo era la que estaba aislada, primero en una habitación para mí sola en Cruces a la que las personas que me atendían, médicos, enfermeros, auxiliares, personal de limpieza, operarios que ajustaban el aire acondicionado y algunos otros, tenían que hacerlo con mascarilla y solo me tocaban con guantes de goma, ni siquiera podían tocar mis pastillas, ese era mi privilegio.
En relación a las visitas, solo podía recibir una persona, siempre con mascarilla, solían venir mis hijos todos los días a y a veces mis hermanos.
Rara vez alguna amiga, resultaba complicado y me cansaba mantener una conversación, excepto Cayetana Lacabex que se colaba sin que nadie la viera y me distraía muchísimo.
A veces comía mi comida, a ella le gustaba.
En aquellos días yo no tenía hambre ni paladar.
Ahora sigo sin paladar pero estoy deseando que vuelva y así poder ir al Basalbo para visitar a María Bernar Canales que me ha acompañado en la distancia.
La circunstancia en la que me encuentro ahora es parecida a la que tendría cualquier persona que quisiera cuidarse para no contagiarse de coronavirus.
Beatriz y Jaime no se acercan a mi, hablamos en la distancia.
Imagino que será una especie de cuarentena.
No tengo ganas de arriesgarme.
Aunque llevo una temporada comiendo bien y noto que me estoy poniendo fuerte, mis defensas siguen bajas, lo noto en el cansancio y en que donde mejor me encuentro es en la cama aunque prefiero no abusar.
Sé que el tiempo es importante y no tengo prisa.
Zigor Aldama me mantiene informada sobre cómo llevan el asunto en China que es el lugar donde las precauciones que toman parecen exageradas pero no lo son.
Nunca son demasiadas ante una epidemia tan desconocida y a la que a través de internet todos sabemos lo que sucede.
Me tranquiliza que Prem Rawat haya anunciado un evento en Buenos Aires el domingo 22 de marzo.















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