sábado, 31 de marzo de 2018

DOS MIL OCHENTA Y SIETE






El agradecimiento es una sensación que me produce bienestar.
Hoy, por ejemplo, he dormido más de diez horas casi seguidas y he sentido tanto placer, que se ha transformado en gratitud y es algo que sale desde mi interior y se expande.
Luego vuelve y otra vez siento que es un regalo.
Sé lo que es pasar noches en blanco y las he vivido sin quejarme ni desanimarme, pero ayer estaba destrozada y hoy me encuentro francamente bien, centrada en el presente y disfrutando de la vida en cada momento.

Los últimos días han sido duros, no obstante he tenido la compañía de Jaime, que ha tenido una especie de gripe que le ha retenido en casa.
Aunque él estaba en su cuarto y yo en el mío, de vez en cuando hablábamos para ver qué tal nos encontrábamos y me he sentido a gusto, no porque él estuviera enfermo, sino porque ha sido una coincidencia, que creo que nos ha venido bien a los dos.


Ayer vi el primer capítulo de una serie española que se llama “La casa de papel”.
Había oido en la radio que está triunfando en Estados Unidos, a pesar de que hasta ahora las series españolas no habían sido bien recibidas.
Lo que yo vi me pareció impresionante, me mantuvo en tensión todo el tiempo.
Tengo ganas de ver más capítulos a ver si me sigue gustando.
Me encanta cuando me engancho a una serie y a última hora, antes de irme a la cama, entretenerme sin esfuerzo.
Las críticas son muy muy buenas, algo extraordinario.

Ya tengo ganas de salir a la calle, sobre todo si hace buen tiempo.
Echo de menos hacer fotos.

Por lo demás todo está en su sitio.

Estoy contenta.






viernes, 30 de marzo de 2018

DOS MIL OCHENTA Y SEIS







Me disculpo por no cumplir lo que prometí hace unos días.
Dije que de ahora en adelante no hablaría de mis enfermedades, pero me encuentro en un estado en que necesito expresar lo que me pasa.

El día diez y siete de marzo empecé el tratamiento para eliminar el VHC.
Lo tengo desde hace muchos años, tal vez treinta y cinco, pero nunca me ha molestado y tampoco me han ofrecido tomar el Interferón, que es la medicina que se tomaba antes, cuyos efectos secundarios cuentan que eran terribles.
He conocido a mucha gente que lo ha tomado y además de lo que me han contado, he visto fotos de las llagas y heridas que producía.

Desde que empecé a tratarme con el Profesor Álvarez de Mon, insistía mucho en que tomara la nueva medicación que no es tan agresiva, decía, así que en cuanto me propusieron empezar con la cura, acepté.

Desde el primer día empecé a sentir unos síntomas bastante desagradable.
No dormía.
Se me irritaron tanto los ojos que tengo un círculo rojo alrededor y me pican.
Pensé que se me pasaría pero sigo molesta.
Noches enteras sin dormir a pesar de tomar Orfidal.
Y ahora que veo que no mejoro, ya está cerrada la farmacia de Cruces hasta el martes.

He hablado con un amigo al que solo le faltan dos meses para terminar el tratamiento y me ha dado unos consejos que me han venido muy bien.
Me ha puesto tan contenta la conversación que he tenido con mi amigo y con los consejos que me ha dado, que se lo he comentado a Jaime y me ha dicho con entusiasmo:

Tim Ferryss* dice que siempre mire a los gigantes.

En mi caso le sigo a mi amigo que tiene experiencia y todo lo que me dice es para ayudarme y animarme.

Lo que me sorprende es que los médicos digan que este nuevo método casi no tiene efectos secundarios.
A mi no me gusta que me asusten pero tampoco que me mientan.
La verdad es que no estaba preparada para sentirme como me siento ahora, pero no importa, no tiro la toalla.

Me he acordado del Dúo Dinámico: Resistiré.



* Tim Ferryss, autor del libro ¨La semana laboral de cuatro horas¨


jueves, 29 de marzo de 2018

DOS MIL OCHENTA Y CINCO







Me he deleitado leyendo algunos sonetos de Gaspara Stampa y en una explicación previa en la que hablan de su vida, cuentan que en ella parece profundizarse aquello que conformó un elemento constituyente de la creación de Francesco Petrarca: la fusión del yo poético y el yo empírico.

Desconocía este dato, por lo que ha despertado algo en mi cabeza, que me ha llevado a recordar que en mi trayectoria pictórica, cada serie que producía, estaba relacionada con mi vida.

Recuerdo el momento exacto en el que lo descubrí.

Había terminado de montar la exposición de las HERIDAS, estaba sola y me senté para ver la sensación que daba el montaje.

Lo primero que me vino a la cabeza, casi como un susto, fue lo siguiente:

¡Cómo he sido capaz de hacer semejante espectáculo sangrante!

Y al seguir pensando, comprendí que solo era consecuencia de los tres meses pasados en el hospital de Cruces, con la pierna rota y unas curas muy dolorosas.
La exposición era solamente un reflejo de lo que había sido mi vida durante ese tiempo.

A partir de entonces, todo lo que hacía estaba relacionado con mi vida y con mi pensamiento.

Hubiera sido imposible separar mi vida de mi producción artística.
Podría escribir mi autobiografía basándome en las diferentes series de cuadros, dibujos y objetos que la componen.

Dejé de pintar cuando me rompí la pierna por segunda vez y comprendí que la avería había sido de tal envergadura que ya no podría mantenerme de pie.
No solo eso, sino que tampoco me apetecía seguir haciendo el esfuerzo que significa la vida de pintora, para no tener el éxito deseado.

Tuve tiempo para pensarlo.
Y las musas vinieron a buscarme a través del ordenador, ya que en aquellos años de inmovilidad, solo el ordenador me comprendía.
Con mis manos, mi cabeza y mis recuerdos, empecé a componer otro estilo de vida que se basaba sobre todo en la escritura y a medida que me adentraba en ese terreno, ya derivé en los diarios que son directamente autobiográficos.









miércoles, 28 de marzo de 2018

DOS MIL OCHENTA Y CUATRO







Íñigo Larroque, mi profesor de Escritura, a veces comenta que, a juzgar por mis textos, yo tengo ordenada la cabeza.
Me suele extrañar que piense eso, porque yo me considero lejos de ese orden que por lo visto aparentan mis diarios.

Mientras me lavaba la cabeza y me la secaba, he estando pensando en ese tema para ver si veía algún punto en mi infancia, para tirar del hilo y casi sin darme cuenta, me acordé de que un día que Oteiza vino a mi casa, vio mis cajitas que estaban preparadas para una exposición, las miró con calma y me preguntó:

¿Tu madre era muy ordenada ?
¿Cómo tenía los armarios?

Me quedé pensando y comprendí que la casa de mi madre estaba siempre impecable y que daba mucha importancia a que los armarios estuvieran impolutos.

En ese momento relacioné la composición de mis cajitas con la casa de mi madre, sobre todo los armarios.
Y ahora comprendo que es posible que se pueda relacionar mi cabeza con mi trabajo, tanto si está relacionado con la pintura como con la escritura.

El orden no solo me gusta, sino que me relaja, pero comprendo que me cuesta mantenerlo.








martes, 27 de marzo de 2018

DOS MIL OCHENTA Y TRES







Estoy de acuerdo en que gracias a internet, hoy en día tenemos acceso a la información inmediata y a objetos, que sería difícil que llegaran a domicilio.
No obstante, echo de menos poder hablar por teléfono con una persona a la que pudiera explicar ciertos detalles que no se puedan escribir en un pedido prefabricado.

Gracias a que estoy trabajando mi paciencia, me tomo un descanso, intento distraerme y más tarde haré otro intento.
Pensaré en lo que me decía Jaime cuando me veía desesperada, tratando de conseguir algo durante días y días.
Pasaba por detrás de mi y me veía luchando con el ordenador con la sensación de que no avanzaba.
Mientras mi cabeza parecía un volcán, él me decía tan tranquilo:

Ya te va faltando menos para conseguir lo que estás buscando.

Es verdad.
Sé que si insisto llegará un momento en que con calma y esperanza, se disiparán las nubes y encontraré lo que tanto me está costando.

Ahora se trata de un libro.
No es un libro cualquiera.
Tiene que ser exactamente el que me ha recomendado el profesor de escritura Íñigo Larroque, porque de él me fío.

Hace mucho tiempo que me empeñé en leer los ensayos de Michel de Montaigne, por lo que precipitadamente lo pedí en Kindle sin dejarme asesorar.
Acababa de empezar con las clases de escritura y hasta entonces casi siempre leía los libros en idioma original, si estaban escritos en francés o en inglés.

Me di cuenta de que leer a Montaigne en francés era demasiado difícil, tanto como leer El Quijote original o más.

Pero seguía con las ganas de sumergirme en Montaige.
Al cabo de cierto tiempo yendo a clase, comprendí que me conviene leer en castellano, ya que estoy más verde que los campos del Baztán.

Hace poco, Carmen, una compañera de clase me trajo un libro que se llama “La vida de Montaigne” y me gustó tanto, que decidí que me había llegado el momento de leer el que me recomendara el profesor.

Me mandó un mail impecable con todos los datos de Ensayos escogidos.
Ni por un momento estaba dispuesta a leer ese libro con un traductor que no fuera el que me había aconsejado Íñigo, por lo que llevo varios días intentando encontrarlo en todas las librerías que conozco y otras que estoy conociendo y no hay manera.

Lo peor de todo es que lo había encontrado en PDF y Jaime me ha recomendado que lo lea en el iPad pero ahora, por más que lo intento, ya tampoco lo encuentro.

Lo bueno de este trabajo es que me estoy conteniendo, no me desespero ni pierdo la esperanza.
Soy terca.
Mi padre me decía con cariño:

Eres una cabezuda.






lunes, 26 de marzo de 2018

DOS MIL OCHENTA Y DOS







Tengo verdadera admiración por Daniel Buren.
Tal vez sea el pintor con quien más me identifico.
Hoy es su cumpleaños y han decidido, no sé si el ayuntamiento de Bilbao o el Guggenheim, señalar el día como rojo Buren, debido al arco que hizo en el puente de la Salve y que tanto alegra la entrada en Bilbao, cuando se llega a través del túnel de Archanda.

Cuando yo me dedicaba a pintar las carpas de Ondarreta y las sillas de Brighton, desconocía la existencia de Buren.

Fue en Barcelona, en una visita al Macba, cuando vi una pieza grande de Buren que me emocionó.
Se trataba de una especie de caseta hecha con tablas y como envuelta en una tela de rayas blancas y azules.
No podía creer lo que estaba viendo.
Parecía que hubiera podido hacerlo yo.

A partir de ahí empecé a seguir la pista de sus exposiciones y sus trabajos “in situ”.
Le hice un homenaje que consistía en cuatro cuadros pequeños con rayas azules y blancas sobre fondo negro, que se podían colocar indistintamente, siempre que estuvieran los cuatro juntos.

Publiqué la pieza en mi blog y luego en Facebook.
Desde entonces me invita a sus inauguraciones.
Todavía no he ido a ninguna, porque suelen ser en París y Marsella.

Yo he sido una apasionada de la pintura, no obstante lo que me sucedió con Daniel Buren no me había pasado con ningún pintor.

Muchos han pintado rayas basadas en los toldos de las playas, pero ninguno lo hace de la manera tan concreta como los hacía yo.
Añadía además, la sombra, lo que suponía un gran contraste en el que se podía distinguir el yin del yang.
A pesar de que hace mucho tiempo que no expongo ni vendo esos cuadros, todavía hay gente que me habla de ellos y los que poseen alguno, me dicen que no se cansan de mirarlos.

Son alegres.





domingo, 25 de marzo de 2018

DOS MIL OCHENTA Y UNO








Sin haberlo buscado, he encontrado en el timeline de Tere Barrie, un documental sobre Iván Zulueta y me ha afectado.

La época de mi vida en la que me pinchaba heroína y trataba con los artistas de San Sebastián empezó muy bien.
Al principio solo fumábamos porros y tomábamos ácido lisérgico.
Trabajábamos, íbamos al campo, hacíamos cine, pintábamos, hacíamos exposiciones, nos reíamos y recuerdo aquellos días con alegría, pero poco a poco, unos antes y otros después, nos fuimos metiendo en otros terrenos más peligrosos, la heroína sobre todo y lo que hasta entonces había sido una especie de juego muy divertido, se fue convirtiendo en una pesadilla, de la que algunos hemos tenido la suerte de haber salido con vida.

No me gusta recordar aquella época.

No obstante me ha emocionado ver a Iván, a quien siempre recuerdo dibujando.
Tanto de día como de noche solía tener un cuaderno de dibujo en sus manos y hacía carteles de cine.

De Iván queda su recuerdo, sus películas, sus carpetas, sus carteles.

Si los que ahora son jóvenes y empiezan con drogas blandas supieran lo venenosas que son y a donde les pueden llevar, lo pensarían dos veces antes de meterse en ese mundo.













sábado, 24 de marzo de 2018

DOS MIL OCHENTA






Desde que mi nieta Odita cambió de mentalidad al cumplir siete años, dejó de interesarse por los vestidos de princesas y los cuentos de reinas malvadas, así que yo dejé de hacer guiones para rodar videos cortos con ese tipo de personajes.
Hasta entonces le gustaba que la llevara a HM, para volver a casa con bolsas repletas de vestidos rosas de gasa, zapatitos dorados de tacón y especies de velos para la cabeza, que se ponía hasta para ir a merendar a casa de sus primas.
Ella se sentía muy feliz.
Rodábamos muchos videos en los que cambiaba mis guiones y quería ser mi madrastra y hacerme sufrir, incluso llegaba a darme galletas envenenadas.

Pero el verano pasado fue a Cuba de vacaciones con sus padres y vino muy cambiada.
Vaqueros, camisetas y bailando las canciones de Enrique Iglesias, ya que le vio en La Habana rodando el video “Súbeme la radio”.
Bailaba como una profesional, no sé si aprendió a bailar en Cuba o tiene un talento especial, pero lo hace francamente bien.
También me enseñó a bailar “Despacito”, creo que esa es la que más le gustaba.

Desde entonces no ha vuelto a ponerse faldas ni tacones, ni habla de princesas, por lo que yo me había olvidado de que existe ese mundo, pero hoy Beatriz me ha enviado un Hola por WhatsApp y me he quedado embelesada, viendo que existen muchas princesas de verdad, que se casan con príncipes muy guapos y que en ese mundo, las maravillosas modelos que aparecen en la televisión, casi no tienen protagonismo.

Al terminar de ver esas bodas que duran tres días por lo que tanto las que se casan como las invitadas, necesitan tres vestidos diferentes, he recordado que cuando vivía en Malibu, Ca. me solía gustar ir a la librería los domingos, sentarme en una mesa con un Hola y un capuchino y embriagarme de todo lo que contaban en la revista.
Cuando terminaba de verlo más que leerlo, tenía la sensación de que había viajado muy lejos, como si hubiera salido del mundo real.

Todavía me sorprende que a estas alturas de la vida, siga habiendo reyes y príncipes y que gusten tanto a las personas mayores.

Me parecen asuntos para cuentos infantiles.





viernes, 23 de marzo de 2018

DOS MIL SETENTA Y NUEVE







Hace unos días, mantuve una conversación con una dermatóloga que trabaja sobre todo en el área de la estética facial.
Me contó cosas fascinantes sobre cómo se puede mejorar un rostro, sin necesidad de pasar por el quirófano.

Hacía poco tiempo que yo había hecho una performance en video, parodiándome a mi misma como si el famoso doctor Chams me hubiera pinchado con vitaminas.
Lo tenía tan reciente que se lo comenté y se echó a reír.
Me contó algo muy íntimo y personal que nunca se ha hecho público, según ella.

Se trata de lo siguiente:

Como todos sabemos, el doctor Chams, tiene consulta en las capitales importantes.
No solo trata a las personas que van a su consulta sino que en casos de personas que pueden permitírselo, acude a domicilio, como en los países árabes, en donde pincha a toda la familia real.

No admite pago con tarjeta de crédito, solo dinero.

El secreto que me hizo gracia, fue que el doctor Chams lleva siempre una maleta, con todo lo que va a utilizar y solo él tiene autorización para manejarla.
Al terminar la sesión, él mismo se lleva la basura.
No admite que nadie la recoja.




En uno de esos viajes que hago a Madrid para ver a doctor Álvarez de Mon. fui a cenar yo
sola a La huerta de Tudela, que está enfrente de mi hotel y es estupendo y la maître que se ocupaba de mi, era muy simpática y supongo que al verme sola, me dio conversación para entretenerme y le comenté que tenía un cutis precioso.
Se le alegró la cara y me contó que se había hecho un tratamiento con ácido hialurónico que le había costado tres mil euros y que le habían hecho mucho daño, porque consistía en quemarle la primera capa de la piel, lo había pasado muy mal pero ahora estaba encantada, ya que cada vez que se miraba en el espejo se veía reluciente.

A mi me gustaría tener un cutis bonito y sin arrugas pero no estoy dispuesta a sufrir, no me compensa.
Bastante hago con usar las cremas imprescindibles y cuidarme a mi manera.






miércoles, 21 de marzo de 2018

DOS MIL SETENTA Y OCHO







Tenía la intención de no hablar de enfermedades pero voy a aprovecharme de Kant y de su famoso proverbio:

“El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca”.

Ante la palabra de semejante eminencia espero hacerme perdonar, porque a pesar de que había prometido no volver a hablar de enfermedades, no me queda más remedio que decir que he empezado el tratamiento para eliminar el VHC*.
Lo tengo en mi cuerpo desde hace muchos años, tal vez más de treinta pero como no me molestaba, hasta ahora no me habían invitado a hacer el tratamiento y yo estaba encantada, porque conozco a mucha gente que lo ha hecho con el Interferón que es la pastilla que daban antes, cuyos efectos secundarios eran espantosos.

Desde que empecé a tratarme con el doctor Álvarez de Mon, él estaba empeñado en que tomara la medicación para eliminar ese virus, pero Osakidetza, que es quien decide, no ha querido darme las pastillas hasta ahora.
Parece ser que esta medicina que he empezado a tomar no es tan fuerte y aunque cura, no tiene efectos secundarios, por lo menos eso es lo que cuentan.
Ya llevo cinco días con el tratamiento y me ha afectado algo.
Tengo los ojos irritados, me pican y tengo que echarme gotas constantemente para que hagan el efecto de lágrima.

No tengo ganas de trabajar ni de salir de casa, pero no estoy segura de si la causa es el frío siberiano o el susto.

Supongo que mi cuerpo tendrá que acostumbrarse y en tres meses habré eliminado ese bicho, que tanto daño es capaz de hacer si se propone dar la lata.

Mientras tanto, intentaré descansar.
Con el ordenador y con mis libros y fotos, estoy entretenida.
Cuando se tiene que hacer algo tan importante no hay que darle más vueltas, se hace y punto.
No hay escapatoria.

He hablado con el doctor Álvarez de Mon y se ha puesto muy contento.
Hasta me ha dado las gracias por haberle llamado.

En el tratamiento que él me había puesto, el Inmunoferón era fundamental, no olvidemos que él es sobre todo inmunólogo.

Los hepatólogos con quienes hablé en el hospital de Cruces, que es donde se ocupan de VHC, me dijeron que dejara de tomar Inmunoferón.
El doctor me ha dicho que no pasa nada, pero que les haga caso ya que son ellos los que llevan este tratamiento.

¡Que grande resulta sentirse tratada por un médico en el que se confía!
No me extrañaría que le dieran el premio Nobel.



*Virus de hepatitis C