Hoy he visto una película maravillosa con la que me he sentido identificada en alguna medida.
Se llama "Seraphine" es francesa y está basada en la historia de una pintora que se vuelve loca a causa del éxito, entre otros asuntos de tipo religioso.
Me ha dado envidia porque pintaba mucho mejor que yo.
Durante una temporada que tuve galería en Madrid, exponía allí con gran éxito de venta, ganaba mucho dinero, me invitaban a todas partes y conocí a mucha gente, hasta tal punto que me puse nerviosa y una mañana me desperté con la sensación de que me iba a volver loca con tanto estrés, así que tomé la decisión de volver a mi casa de Getxo sin decir nada a nadie, llamé a Barajas, reservé un billete, hice la maleta y aparecí en mi casa, dejando todo colgado.
Le llamé a Beatriz que a la sazón trabajaba en Madrid y le pedí por favor que recogiera mis cuadros y los empaquetara como pudiera, porque Seur es muy exigente con lo que transporta.
Así lo hizo y yo me tranquilicé.
Fue horroroso, me sentí al borde de la locura solo por tener un poco de éxito y de dinero.
Desde entonces no hice nada importante, me relajé, seguí pintando pero sin pretensiones, casi no movía mis cuadros, entré en una dinámica tranquila en la que cambió mi comportamiento tanto como mis ambiciones.
Mis prioridades estaban enfocadas en mi paz interior.
Me fui a Los Ángeles para hacer voluntariado y aunque allí también tuve un marchante e hice algunas exposiciones, no les di demasiada importancia.
Por diferentes motivos ahora solo me dedico a escribir.
No echo de menos la pintura, en la escritura me siento cómoda, además en la última clase de escritura a la que acudí estando ya en plena quimioterapia, Iñigo Larroque, el profesor, me dijo que tenía voz propia.
Yo ya lo sabía, me siento mucho más segura escribiendo que pintando.
No aspiro a nada excepto a disfrutar, jamás seré una gran escritora, no tengo la preparación académica adecuada, me considero una artista que escribe.
Para mí, escribir es como dar pinceladas.
Tomé unas clases con Juan Bas, escritor bilbaíno de cierto renombre, muy académico, que nada más leer mi primer texto me preguntó por qué no utilizaba todos los signos ortográficos y le contesté:
Porque soy así (sic)
Se calló.
Nadie dijo nada.
Justo en ese momento tuve que salir para ir al cuarto de baño y cuando volví ya estaban hablando de otra cosa, pero Irune Fernández que asistía a la misma clase, me contó más tarde que mientras yo no estaba le hizo una pregunta al alumno que había escrito el texto que había leído y le advirtió:
No contestes lo mismo que Blanca.
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