lunes, 10 de septiembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS TRES








Ayer vi una película que me gustó más de lo habitual.
En Netflix.
No entiendo por qué pasó desapercibida, siendo la protagonista una actriz que me encanta: Annette Bening quien he tenido la ocasión de ver en “La gaviota” hace tan solo una semana.

“Mujeres del siglo XX” es de 2016 y además de que el tema me emocionó porque me sentí identificada, disfruté y aprendí bastante, ya que hay varias mujeres.
Me interesan los temas femeninos.

Es difícil que preste atención a lo que me cuentan los hombres.

Mi hijo Jaime me habla de política desde su conocimiento de economía y yo no tengo ni idea de lo que es eso.
Los números me repelen, solo sé si tengo dinero en la cuenta corriente.
Ahí termina mi conocimiento de las matemáticas.

Por más que él se empeñe en intentar que yo entienda algo, mi cabeza se resiste, no me entra, no me atrae, no me interesa, me distrae de las cosas importantes que requieren mi atención.

Carlos Artiach, su padre, con quien estuve casada durante diez años, era ingeniero y economista y él también quería hablarme de esos asuntos cuadrados que no pertenecen a mi mundo.

Me decía:

Blanca, no me escuchas.

Yo le miraba callada, no me sentía capaz de decirle que me aburría lo que me contaba.
No me interesaba saber quien era Keynes.

Solo aprendí ese nombre cuando Carlos me dijo que Keynes, a quien él admiraba, desaconsejaba el ahorro porque el dinero pierde valor.

Me gustó la idea de gastar el dinero con alegría.
Nunca me había atraído lo del patrimonio.

Debo reconocer que Carlos era un gastador sin medida, muy generoso y jamás tuvimos un desacuerdo en asuntos de dinero, esa era una de las cosas buenas de mi matrimonio.

Una lástima que en otros asuntos no congeniáramos, porque la mayoría de los hombre que he conocido, en ese sentido no se parecían a él, excepto su hermano Fernan que era más exagerado  y además tenía más dinero.









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